En la actualidad, el arte figurativo —que puede ser surrealista, impresionista, expresionista, art brut, naif…— posee un protagonismo extraordinario al desplazar el interés de muchos artistas por el realismo y el hiperrealismo que prevalecía en los paisajes, retratos, bodegones y naturalezas muertas, composiciones que en este estilo perdurarán en el gusto de los espectadores y que nunca debieran de desaperecer dentro del amplio cosmos del arte.
Entre los artifices, prolifera más el uso de la figuración en la representación de sus presupuestos estéticos. Se trata de un ejercicio en el que tratan de “imitar” o “copiar” a la naturaleza —personas, animales, plantas, accidentes geográficos, paisajes celestes, cósmicos, rurales y urbanos…—, lo cual era denominado por los griegos como “mímesis” (imitación de la naturaleza que en la estética y la poética clásicas constituye el núcleo del arte).
El primer y gran espectador de una obra de arte figurativa —o de cualquier otro estilo— es su propio autor, quien participa en el proceso de creación desde que en su conciente amasa la idea y posteriormente comienza a plasmarla sobre el soporte —papel, cartulina, lienzo, madera, mármol, barro, metal…—, hasta que da por terminada su obra en medio del entorno en que la concibió y ejecutó, lo cual indiscutiblemente influye en el acto compositivo de pintar, esculpir, grabar y modelar.
Cuando un artista siente satisfacción por lo que ha producido y que considera “arte”, de acuerdo con sus cánones profesionales y su reconocida formación y desarrollo, se produce el inicio de un fenómeno que posteriormente irradiará hacia los demás, es decir, a los observadores, los más importantes receptores y críticos de su labor creativa.
“El pintor y el dibujante explican la imagen de su entorno sujetos a su condición de espectadores. No se trata de realizar una “copia” perfecta del objeto que representan, sino de explicar cómo ven el objeto. El espectador es quien determina las características de la imagen y ese espectador es único; no existe un espectador para los fenómenos de la física y otro para los temas artísticos”, afirma el prestigioso crítico e investigador del arte Alberto Carroggio de Molina, en su artículo titulado La relatividad en la pintura figurativa (IV).
La figuración, que es tan antigua como la existencia del hombre, no demanda del espectador grandes esfuerzos interpretarivos como tal vez lo exige la abstracdióon, aunque muchas veces los pintores abstractos derivan en figurativos, y viceversa, estableciéndose un estrecho nexo entre ambos estilos.
Permeados de los sentimientos, emociones e intelecto del artista, quien reinterpreta el mundo que lo rodea a través de su arte, las expresiones figurativas —retratos, paisajes, naturalezas muertas, desnudos…— trasmiten de forma inmediata los mensajes de sus autores, tal puede observarse desde las pinturas primitivas; el arte medieval —fundamentalmente religioso—; y el renacimiento, en el que este estilo fue cediendo paso al realismo de las representaciones humanas en una nueva concepción antropocéntrica del mundo. Pero, en la contemporaneidad, la figuración, es decir la recreación iconográfica de nuestro entorno, reina entre todos los modos de hacer arte.
En tal sentido, Carroggio de Molina afirma que “la realidad no está en nuestras creencias, sino en nuestras experiencias.La actividad del pintor figurativo es un continuo descubrimiento de una realidad que ya estaba allí, “delante de sus narices” y su función se limita a “darse cuenta” de ellay a percibirla como mera experiencia. La visión de la realidad es un proceso que depende de mecanismos relativos y en donde intervienen factores como la distancia o la iluminación que impiden determinar la realidad absoluta del objeto visual, esto nos lleva a considerar que la representación está basada en datos relativos que incluso pueden cambiar la identidad del objeto que estamos representando…”.
Anque siempre se ha sabido que la figuración se remonta a la prehistoria, hace poco más de dos años, en noviembre de 2018, la National Geographic reveló que un dibujo de 40 mil años de antigüedad fue reconocido como la pintura figurativa más antigua del mundo. La datación por series de uranio, una técnica utilizada para fechar el arte rupestre, sirvió para determinar esa afirmación.
El dibujo fue encontrado en una cueva de la provincia de Kalimantan Oriental, en la isla de Borneo —tercera mayor isla del mundo ubicada en el sudeste de Asia— y representa a un animal que no ha sido identificado.
“No sabemos qué significaron estas pinturas para las personas que las pintaron. Sin embargo, 40 mil años después siguen expresando algo que era importante para esos individuos”, dijo Maxime Aubert, de la Universidad de Griffith (Australia), el principal autor del estudio publicado en la revista Nature.
“Probablemente es una especie de bovino salvaje que todavía se encuentra en las junglas de Borneo“, comenta Aubert al referirse a la imagen de la extraña criatura, trazada con un pincel impregnado de pigmento mineral de color ocre, la cual tiene el cuerpo hinchado y las patas cortas.
La investigación puntualiza que desde la década de 1990 las cuevas en la provincia de Kalimantan, al sureste de Asia, contienen dibujos y pinturas prehistóricas relativos a manos humanas, animales, signos, símbolos abstractos y otros motivos.
Los estudios realizados por los cientificos y especialistas que realizaron este halazgo sugieren que, hace unos 20 mil años, ocurrió un cambio importante en esta cultura prehistórica, pues apareció un nuevo estilo de arte rupestre. Este incluyó extrañas representaciones humanas, coincidiendo con el momento más extremo de la glaciación global.
“De las pinturas que fechamos, la imagen de un animal sin identificar, probablemente de un buey salvaje, tiene una edad mínima de 40 mil años y se trata de la pieza de arte figurativo más antigua que se conoce”, precisa el líder de la investigación, Maxime Aubert.
El descubrimiento, uno de los más importantes en la historia del arte universal, hecha por tierra las afirmaciones de que hasta el año 2018 situaban a Europa como el continente donde había surgido el arte figurativo rupestre y ubican a Borneo, en Asia, como su verdadera cuna de origen.
La figuración se sustenta en la premisa de que, según Carroggio de Molina, el “universo que conocemos está en nuestra mente, es un universo interior, resultado de los mecanismos mentales que lo elaboran y, por consiguiente, sus propiedades están condicionadas por las de estos mecanismos. Esto nos obliga a considerar nuestro conocimiento respecto al supuesto verdadero universo. Si nos centramos en el tema de la visión podemos ver que los objetos, visualmente, no tienen una identidad única, es decir que no podemos afirmar que un objeto es de tal o de cual manera. Hay que asumir que, en determinado momento, lo vemos así y que esta visión no es concluyente, pues no es posible establecer un punto de vista óptimo”.