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Cuarta generación, Roma y los que se quedaron con las ganas

En el menú diario de las noticias que se sirven en el mundo desde hace bastante tiempo, un ingrediente que no ha faltado es la información falsa, la narrativa fabricada para engañar y contaminar el entendimiento. Lo que antes fue parte de operaciones especiales organizadas por el imperio estadounidense para desestabilizar escenarios de guerra, ahora son práctica común en cualquier circunstancia.

Montada con basamento en técnicas cada vez más apreciables, menos adornadas, pero hecha para ser degustadas con relativa facilidad, últimamente se ha convertido en plato fuerte en Cuba y no pocos países de nuestra región.

Varios expertos la denominan guerra de cuarta generación, o amenaza híbrida, que cuenta con armas específicas. Las principales, según su definición, son la contrainformación y el uso de mentiras en espacios mediáticos, pero, sobre todo, en las redes sociales con una intensidad que casi impide desmentirlas.

El ciberespacio, escenario de tales batallas, fue gestado durante décadas por el Pentágono, y tras un parto inducido y controlado por sus tentáculos, lo hizo parte de su complejo militar industrial con miras a mantener y ampliar su dominio hegemónico. El periodista australiano Julian Assange lo ha definido así: “existe una militarización del ciberespacio, en el sentido de una ocupación militar. No vemos los tanques, pero están ahí”.

Hasta no hace mucho en una guerra se conocía bien quién era el enemigo, su arsenal y de dónde procedía. Ahora los estudiosos describen el concepto de amenaza híbrida con una hipótesis peligrosa que indica no saber quién es el enemigo y dónde está.

Sí dan por seguro que tal amenaza carece de fronteras, y se encuentra entre nosotros, en nuestro ordenador, en nuestro móvil. Ataca redes públicas o privadas para provocar grandes pérdidas económicas. Manipula las redes sociales a fin de generar engaño en las personas y con esto la pérdida de confianza en sus gobiernos.

Con frecuencia salen a la luz las partidas millonarias de Estados Unidos para “pagar” tales servicios. Cuba está entre sus favoritos gracias a la obsesiva intención de desestabilizar al país. Desde Clinton hasta Trump, quien rompió récords, el Departamento de Estado –en avisos públicos– ha ofrecido dinero a quienes presenten proyectos cuyo propósito sea subvertir la Revolución.

Solo para 2020 la Cámara de Representantes aprobó para ese fin unos 32 millones de dólares. Sin saber que vendría la terrible pandemia que ha asolado al mundo y a ese país en especial, el canciller cubano Bruno Rodríguez propuso que emplearan tal monto en seguros de salud para su pueblo. Bien que le hubiera venido.

Recientemente, en el sitio web Cuba Money Project, del periodista estadounidense Tracey Eaton, apareció que al menos 54 organizaciones de activistas por la “democracia”, periodistas y medios digitales son financiadas por el Gobierno estadounidense. Ya no lo hacen directamente, sino mediante las conocidas Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Fundación Nacional para la Democracia (NED).

Según el texto, en ese alambique no se incluye a quienes reciben financiación secreta, ni se dice en qué otros programas participan. Se adiciona que los “líderes” de esos grupos viven en Estados Unidos y quienes tienen a su “servicio” en Cuba, peones tarifados para intoxicar el ambiente, sembrar mentiras, promover pánico, cumplen obedientes con su parte en las campañas de manipulación que pretenden asfixiar al pueblo.

Pero, se han quedado con las ganas de hallar el respaldo popular que daban por seguro. Peor aún, casi mueven a risa cuando revelan el minúsculo monto de las monedas recibidas, mientras los de allá se embolsillan millones. Guerra de cuarta generación con ciudadanos de quinta, como en Roma, donde según la historia real ni siquiera les pagaron a los traidores.

Periodista cubana de la Revista Bohemia.

(Tomado de Cuba en Resumen)

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Liset Garcia
Graduada de Periodismo en la Universidad de La Habana. Laboró en los periódicos Girón de Matanzas, Tribuna de La Habana, entre otros. Desde hace dos décadas ejerce su oficio en Bohemia. Por su quehacer periodístico en materia de Derecho, funge como presidenta del círculo Jurídico-Parlamentario, de la Unión de Periodistas de Cuba, organización que le ha otorgado varios premios; el más valioso, en el Concurso 26 de Julio en entrevista. Ha cursado posgrados de género, fotografía, propaganda, marketing… y los diplomados de Periodismo y de Comunicación, en opción al grado de Maestría. Es madre de una hija con discapacidad, su obra mejor lograda.

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