Todavía recuerda llegar del pase de la secundaria y dejar a un lado el maletín para sentarse a traducir los apuntes que una vecina le tomaba de un curso de idioma ruso impartido por la radio. Fue hace más de 45 años, allá en su poblado natal Guisa, Granma, cuando Delia Rosa Proenza Barzaga no imaginó que al poco tiempo iría prácticamente al otro lado del mundo y, luego plantaría bandera en el periódico Escambray.
“Estaba en 10 grado entonces y ese primer acercamiento a ese idioma influyó en mi determinación de optar por la carrera de Licenciatura en Ciencias Filológicas, especialidad Ruso y Literatura”.
Llenó una maleta con lo imprescindible y sin darse cuenta se vio, junto a otros 10 cubanos en Simferópol, una ciudad en la península de Crimea. Un grupo que abrió el camino para que otras generaciones de estudiantes extranjeros descubrieran los encantos de esa nación.
“Es un capítulo de mi vida que no se ha cerrado. Nos recibieron en el Parlamento. Salimos por el periódico del lugar. Formamos una cofradía que dura hasta hoy. Tanto así que tenemos un grupo en Facebook y otro en WhatsApp, donde hay varios egresados a quienes no conozco porque estudiaron en otros años y son de diferentes países. Pero nos une un amor enorme por esa urbe—cuenta y la nostalgia le traiciona —.
“Lo primero que experimentamos fue el gran cariño que se sentía por esta isla. Al decir Cuba, respondían Fidel. Y todavía adoran este terruño, pues hace muy pocas horas con la noticia del premio me quedé admirada porque la profesora guía de mi grupo, de 1978 a 1983, me felicitó. Ella me comentó que traduce todo lo que publico porque asegura que le interesa lo que comparto de nuestro contexto”.
Benditos años universitarios responsables de un crecimiento personal y profesional que vuelven una y otra vez a su memoria. Mas, llegó el momento de regresar a casa.
“Me ubican en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, pero ya estaba casada con un espirituano y procuro el traslado. Entonces, me asignan enseñar Ruso en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Y comencé a viajar desde Sancti Spíritus a esa institución hasta que salí de licencia de maternidad unos meses después. Al tener a mi primera hija decidí que no trabajaría tan lejos”.
Al poco tiempo supo Delia Rosa que en Escambray necesitaban de personas para laborar en la redacción. Sin pensarlo mucho, traspasó el pequeño portal de la casa, ubicada en el centro de la ciudad del Yayabo. Le acompañaron el título de doble carátula, en ruso y en español y muchas incertidumbres. Al poco tiempo hasta perdió el nombre para ser para muchos la “China”.
“No pensé que me aceptarían por no ser graduada de Periodismo. Durante los primeros días fui creyendo que iban a prescindir de mí por razones obvias. Pasó el tiempo y me quedé. Este 11 de febrero hicieron 36 años de aquel momento”.
Un aniversario que encontró el mejor de los agasajos cuando escuchó vía telefónica la felicitación por merecer el Premio Periodístico “Tomás Álvarez de los Ríos” por la obra de la vida 2021 que se otorga cada año en Sancti Spíritus como parte de la Jornada por el Día de la Prensa Cubana.
“Resultó extraño, seguramente, por la falta de hábito relativa a los premios, que no persigo ni anhelo de modo especial. No trabajo para ello. Habituada a reaccionar lentamente ante noticias de impacto, apenas lo creí…”, escribió en su cuenta de Facebook esta mujer que confiesa ser atrevida porque “los orientales solemos ser rebeldes”.
Ha sido el momento exacto para recapitular su estancia en el Periodismo, un sector al que se adaptó de forma natural y al que le agradece eternamente el haber tropezado por azar, o causalidad con el semanario espirituano.
“El primer reto fue aprender a escribir a máquina. Todavía lo extraño. Sentir su sonido es memorable. También descubrí cómo redactar las notas de los corresponsales y colaboradores y a domar la síntesis que no tenía. Hasta que me pusieron en las manos la sección Carta de los lectores.
“Escambray me enseñó eso y mucho más. Es casa, familia, mi vida profesional… —dice, mientras los ojos necesitan borrar síntomas de orgullo—.
No puede ser diferente. Sucede siempre que se evocan a los sentimientos por un medio de prensa capaz de romper múltiples obstáculos para dialogar con sus públicos y demostrar que la escritura derecha triunfa hasta en los momentos más difíciles.
“Cartas de los lectores me enseñó a conocer la provincia y el alma de su gente. He llegado detrás de una misiva a lugares remotos. A esa sección se debe en buena medida que quienes nos leen apuesten y crean en Escambray, así como que confíen en mí porque muchas llegan directamente a mis manos. Le ha permitido al medio identificar temas de interés público.
“Muchos problemas abordados me los he cogido para mí. Me han desvelado. Ha sido muy reconfortante cuando me han abordado para decirme ´resolví mi problema por usted´. Soy lo que soy hoy en buenísima medida gracias a los lectores de Escambray”, asegura, quien centró su investigación para obtener el título de Máster en Ciencias de la Comunicación en el discurso de esa columna que ha asumido durante seis lustros.
En tantos años de reporterismo Delia Rosa ha escrito de todo o casi todo. Quienes la conocen saben que hay temas que se vuelven torbellinos hasta que no encuentra el punto final.
“Cuando tengo un encargo que me atrapa, me desvelo. En las noches me vienen las ideas. Las escribo en mi mente a deshoras. Y es que me tomo muy en serio los trabajos y trato que me queden bien, aunque no siempre se consiga”.
Coberturas contra cierres; historias de hombres y mujeres sencillas con mucho por contar; investigación; contrastación de fuentes… calzan las agendas mensuales de esta experimentada reportera.
“Guardo con mucho cariño muchas coberturas. Pero te hablaré de una que asumí como deuda conmigo misma. Fue entrevistar a Elián González, a quien lloré mucho, quizás por ser madre de unas gemelas contemporáneas con él. Tenerlo de frente, verle sus ojos despejados, la claridad de sus ideas es indescriptible.
Otra que destaca en su memoria fue aquella en que coincidió con Fidel. “Me descubrí tan cerca de él al ver una foto. Lo he dicho muchas veces, aunque a mi alcance no pude abrazarlo porque me paralizó con su magnetismo”.
También están los hechos que nunca hubiera querido contar. Esos que cada palabra en el Word duele tanto como las imágenes que buscan la descripción más objetiva posible.
“Han sido varios accidentes automovilísticos, de trenes… Incluso, buscando sobre el más reciente siniestro en la autopista con la guagua de pedagogos me encuentro una publicación de una sobreviviente de mi pueblo, aún de luto por la pérdida de varios de sus hijos. La entrevisté desde aquí y por ahí navega esa historia”.
Y es que Delia Rosa ha sabido desafiar los estereotipos que encasillan a la juventud como los más sagaces en las redes sociales. Sobrados argumentos tuvo Juan Antonio Borrego —líder de Escambray— para otorgarle un celular y tablet, cuando hablar de tecnologías en un medio de prensa escrita era un lujo.
“Hace años entré a Facebook para cumplir con una petición de mi hija mayor. Demoró la conexión. Me registré en italiano. Pasé tanto trabajo que dije que no lo volvería hacer más. Claro, en ese momento no imaginé que un buen día me iban a solicitar estar. Ya eso no hace falta que me lo repitan porque me gusta, quizás por la necesidad de mantener comunicación en las redes; compartir; opinar”, alega, quien además incursiona con sistematicidad en Visiones, el hijo menor del semanario y que solo a un clic y con mucha visualidad intenta dibujar con otros códigos discursivos la realidad espirituana.
-Precisamente, ¿ya ese gentilicio se le ajusta al cuerpo?
“Me vengo a sentir espirituana hace bien poco. No ha sido por falta de acogida sino porque a esta guisera le quedan muchas raíces. No se pueden negar. Soy de aquí y de allá”.
-¿Y la jubilación?
“Había pensado jubilarme este enero. No lo hice porque llegó el ordenamiento monetario y financiero, y un aumento en la remuneración tan postergada y merecida me puso freno. Me siento con fuerzas para seguir, pero no quiero que la vejez me llegue en Escambray. La meta que me he puesto es este año, quizá se dilate un poco más. Ya veremos qué sucede”.
Responde con la misma velocidad con la que pregunta hasta el cansancio cuando se enfrenta a un entrevistado. Tiene demasiado oficio Delia Rosa Proenza Barzaga para dejarse vencer por las rutinas del diarismo.