Haroldo M. Luis Castro
Quien creyó que la historia de Donald J. Trump como mandatario de los Estados Unidos de América (E.E.U.U) había llegado a su fin con la derrota electoral, se equivocó. Al menos esta vez, los gurús de las malas noticias cobraron credibilidad al alertar sobre la materialización de un escenario similar al vivido el pasado miércoles en el Congreso.
El discurso conspiranoico, beligerante y prepotente empleado por el Ejecutivo republicano a lo largo de cuatro años alcanzó su clímax cuando una turba de manifestantes tomó el Capitolio con el objetivo de impedir la confirmación del demócrata Joseph R. Biden como el 46o presidente de la nación norteamericana.
Cientos de seguidores de Trump, movidos por sus acusaciones infundadas de fraude electoral, traspasaron de forma violenta los cordones de seguridad y obstaculizaron el desarrollo de un proceso que, por lo general, se considera un mero acto de formalidad y goza de un discreto interés mediático.
El caos provocado forzó a declarar la suspensión temporal de la sesión y la alcaldesa de Washington D.C, Muriel Bowser, decretó el toque de queda. De acuerdo con las declaraciones ofrecidas por Robert Contee, jefe de la Policía Metropolitana, a las cadenas de televisión nacional, cuatro asaltantes fallecieron y al menos 14 agentes resultaron heridos.
Así, el mundo atestiguó un hecho sin precedentes en la época moderna estadounidense que, para más sazón, tiene al propio Donald Trump entre sus principales responsables. Pues solo unas horas antes de los disturbios, mediante un discurso, el gobernante ratificó su negativa a aceptar los resultados de unas elecciones supuestamente amañadas e instó a marchar hacia el Congreso en símbolo de inconformidad.
El pasado mes de noviembre Joe Biden derrotó a Trump con 306 votos electorales (se necesitaban 270). Los 50 estados avalaron dichos sufragios y, tras más de medio centenar de pleitos, ningún juez encontró hasta la fecha indicios de irregularidad. Aunque la mayor parte del establishment republicano optó por reconocer la derrota, un grupo de senadores y congresistas tenía preparado una batería de objeciones que se presentarían en la mencionada reunión.
Mientras los seguidores de Trump tomaban el Capitolio por la fuerza, los resultados de las elecciones al Senado en el Estado de Georgia se hacían oficiales. El triunfo de los demócratas Raphael Warnock y de Jon Ossoff allanan el mandato del presidente electo Joe Biden, al menos, para los próximos dos años.
Sin embargo, el desenlace temerario de la jornada motivó el cambio de postura entre muchos de los legisladores que en un principio apoyaban a la actual administración. “Lo que hemos visto es ilegal e inaceptable”, dijo para el rotativo New York Times Cathy McMorris Rodgers, integrante del liderazgo republicano de la Cámara de Representantes. “He decidido que votaré para ratificar los resultados del Colegio Electoral y animo a Donald Trump a condenar y a terminar con esta locura”, concluyó.
Por su parte, la representante por Wyoming y también cabecilla republicana, Liz Cheney, en un comentario transmitido por la cadena Fox News aseguró que Trump debía hacerse responsable por las acciones violentas.
Incluso, antes de la irrupción de los protestantes, el líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnel, en una clara muestra de ruptura con las intenciones del Despacho Oval, criticó los intentos de boicotear las bases constitucionales. “Los votantes, los tribunales y los Estados han hablado. Si lo revertimos dañaremos a nuestra República para siempre. Si anulamos estas elecciones por meras acusaciones del bando perdedor nuestra democracia se adentrará en una espiral de muerte”, señaló quien destacara por su respaldo incondicional al “Trumpismo”.
Mensaje muy similar a la postura asumida con anterioridad por el vicepresidente Mike Pence, al oponerse a la petición del Jefe de Estado de usar su posición de director del recuento del Colegio Electoral para rechazar a los electores de Biden. Pence divulgó una carta donde aclaró que era imposible cumplir los deseos del presidente. “Creo que mi juramento de defender la Constitución me limita al momento de reclamar una autoridad unilateral para determinar qué votos electorales deben contarse y cuáles no”.
Trump, según un audio obtenido por Bloomberg News y publicado por el diario The Washington Post, llegó a convidar a varios funcionarios del estado de Georgia para “encontrar” miles de votos e invalidar los favorables a Biden. Pruebas que muestran la desesperación del magnate inmobiliario por mantenerse en el poder, aun careciendo del amparo del sector más importante de su partido.
Lo ocurrido pone el punto final a un período político caracterizado por el enojo y la polarización, y derrumba de manera estrepitosa la imagen impoluta de la democracia de E.E.U.U. La misma que durante décadas los dignatarios de turno se han encaprichado en exportar bajo el pretexto de servir de “faro para el resto de la humanidad”, como escribiera en su libro Diplomacy (“Diplomacia”) el Ex Secretario de Estado Henry Kissinger.
Para el profesor de gobernabilidad de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky, lo acontecido constituye un intento fallido de autogolpe promovido por Trump. Entrevistado por la BBC , Levitsk y señaló que las acciones revelan una importante crisis sistémica.
Tras el sacudón político, la primera gran consecuencia se halla en la complicidad alcanzada entre republicanos y demócratas para condenar y mostrar su oposición a la conquista de objetivos políticos a través del uso de la fuerza. Una auténtica novedad luego de un quinquenio repleto de desacuerdos, intrigas y acusaciones mutuas.
No obstante, el complejo contexto estadounidense parece lejos de resolverse y por lo pronto solo se pueden augurar posibles movimientos. El más evidente se antoja la destitución inmediata de Donald Trump, algo que, de hecho, ya solicitó la Presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
Para el impechmeant se requiere el voto de la mayoría simple de la Cámara de Representantes a favor de la presentación de cargos, además del consentimiento de las dos terceras partes de los miembros del Senado. La constitución de E.E.U.U establece que el presidente “debe ser destituido de su cargo si es acusado de y condenado por traición, soborno, u otros crímenes o delitos graves ”.
La otra variante pasa por la aplicación de la Enmienda 25 recogida también en la Carta Magna y que permite la transferencia de responsabilidades desde la presidencia a la vicepresidencia. La sección número cuatro del citado texto consiente al vicepresidente y a la mayoría del gabinete declarar al mandatario incapaz de ejercer sus funciones.
Si bien cualquiera de las dos opciones parece casi imposible de ejecutar antes del próximo 20 de enero, la Máster en Historia Contemporánea, periodista, profesora e investigadora del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre E.E.U.U de la Universidad de La Habana, Dalia González Delgado, en declaraciones exclusivas para Alma Mater avisó sobre una potencial renuncia de Trump para que Pence, entonces al frente del gobierno, le otorgue un indulto.
La segunda secuela pudiera gestarse en el seno del partido republicano cuando se establezca definitivamente la postura a seguir con relación Trump. Los conservadores deberán decidir si se unen al reclamo de expulsión y lo aíslan o si se dividen entre detractores y partidarios y fortalecen a la fórmula Biden-Harris. Una futura gestión demócrata que, dicho sea de paso, se deberá enfrentar a una parte considerable del electorado que considera ilegítimo y fraudulento el camino recorrido para ocupar la Casa Blanca.
De cualquier modo, la era Trump culminará entre guiños y coqueteos con el autoritarismo. La caída de paradigmas considerados sagrados para los padres fundadores de la nación norteamericana, avizoran un futuro inmediato para nada halagüeño. El divorcio con la racionalidad se ha consumado. God save America.
Foto de portada: Asalto al capitolio de Estados Unidos. Tomada de lavanguardia.com/