Por Rodolfo Romero y Lisandra Ronquillo
La profesora lo presentó como un joven periodista, apasionado de José Martí. En instantes, se apoderó del auditorio. No solo conocía la vida y obra del prócer independentista cubano, sino que hablaba de él como si lo martiano le corriese por las venas.
A Randy Saborit Mora el tema de su tesis de licenciatura, sobre la línea editorial del periódico Patria, le llegó por casualidad del destino. Ni las limitaciones tecnológicas, ni la falta de Internet pudieron detener el redescubrimiento que tuvo del más universal de los cubanos.
Se siente dichoso de ser maestro y periodista. Es martiano y enseña a su hijo Samuel a serlo. En cada curso de su asignatura «Grandes figuras del periodismo, José Martí», que ha impartido en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, invita a sus estudiantes a descubrir la diferencia que existe entre el Martí de mármol y el de carne y hueso.
Ejerciendo su profesión como corresponsal de Prensa Latina, tuvo la oportunidad de vivir en Guatemala. A esa misma nación centroamericana había llegado el joven Martí con apenas 24 años; y allí encontró suficientes motivos para describir o mencionar más de un centenar de lugares.
«En esa tierra bendecida por la naturaleza, escribió su ensayo “Guatemala”, el drama indio “Patria y Libertad” y el diario De Izabal a Zacapa. Asumió el cargo de vicepresidente de la Sociedad Literaria El Porvenir. También quiso publicar la Revista Guatemalteca para difundir las riquezas poco conocidas del suelo patrio que acogió al peregrino humilde, como él mismo se autodefinió.
«Como “Doctor Torrente” calificaron a Martí algunos guatemaltecos, cuya intención era burlarse de sus dotes oratorias. Aquellos, de quienes ni se recuerda sus nombres, intentaron desprestigiar ante sus discípulos y simpatizantes al que sigue vivo por el alcance de su verbo y espíritu», afirma Randy.
Pero sus alumnos de la Universidad de Guatemala, recuerda, sí supieron reconocer lo que valía su maestro. Muestra de ello es el siguiente fragmento de un mensaje de felicitación:
«La Universidad de Guatemala se ha vestido con todas las galas de su ciencia para colocaros al frente de sus cátedras de literatura extranjera y de historia de la filosofía (…) Vos nos transportáis, Señor, a las edades antiguas en que las letras tejían guirnaldas para sus Mecenas. En el desarrollo espléndido de la democracia, en las asombrosas conquistas de la civilización, el cetro del mundo ha de empuñarlo la inteligencia».
Aunque la labor pedagógica y cultural de Martí en Guatemala fue fecunda, lo que más despierta la curiosidad de las personas hoy en día es saber más acerca del famoso idilio de María García-Granados. Al respecto Randy escribía en uno de sus textos periodísticos:
«Diversos escritos de la época, aparte del célebre poema de Martí conocido como “La niña de Guatemala”, sugieren que fue intensa la atracción que sintió la muchacha por aquel joven conversador, culto y sobre todo sincero.
«Una nota de María García-Granados evidencia que Martí fue limpio desde el comienzo al comentarle que se casaría con Carmen en México: “Hace seis días que llegaste a Guatemala, y no has venido a verme. ¿Por qué eludes tu visita? Yo no tengo resentimiento contigo, porque tú siempre me hablaste con sinceridad respecto a tu situación moral de compromiso de matrimonio con la señorita Zayas-Bazán. Te suplico que vengas pronto, tu niña”.
«El escritor evocó la muerte de María cuando su matrimonio con Carmen Zayas-Bazán iba rumbo al abismo. Casualmente la primera edición de sus Versos sencillos (donde aparece el célebre poema) se publicó en agosto de 1891, el mismo mes en el que Carmen salió de Nueva York hacia Cuba con José Francisco, el hijo de ambos.
«Después de aquella fecha, el escritor nunca más volvió a ver a su esposa ni a su hijo. Para ese entonces ya habían transcurrido 13 años de la muerte de María García-Granados.
«Con luz en la frente salió en julio de 1878 de Guatemala. Allí le alcanzó el tiempo para cabalgar en mula, detallar la belleza de un volcán, pronunciar un discurso, intercambiar cartas con sus amigos, impartir conferencias y mucho más. Por si fuera poco, fue en Guatemala donde su hijo José Francisco comenzó a crecer en el vientre de Carmen Zayas-Bazán», refiere el periodista.
Para Randy la manera en que cada quien se apropia de Martí es diferente y cree que el caudal de sabiduría del Apóstol no se puede reducir a tres frases, cuatro cartas o cinco ideas. Defiende la idea de que no existe un divorcio entre el Martí periodista y el humano. «En mis clases he tratado de no separar al Martí periodista del ser humano. Tal vez por el redescubrimiento del Martí hombre es que los propios estudiantes se han encargado de promocionar el curso a los nuevos que llegan a la Facultad de Comunicación a estudiar Periodismo».
El «profe» intenta seguir aprendiendo de Martí. Lo mira desde la óptica de su tiempo, de su contexto. «A veces es difícil y otras es muy fácil entender al Martí que me acompaña. Es difícil cuando las circunstancias hacen que me cuestione si la virtud sirve para algo. En ocasiones camino por la calle y leo en un busto de Martí una frase que dista de lo que he experimentado en mi día. A veces la realidad de la vida es tan cruda que llego a creer que Martí se equivocaba cuando depositaba su fe en el mejoramiento humano y en la utilidad de la virtud.
«Pero hay otros días en los que comprendes que Martí propone y uno dispone. Digan lo que digan, la palabra martiana posee la misteriosa fuerza de sacar a cualquiera del letargo. Su mensaje flota sobre las desdichas de la cotidianidad.
«Leerlo fortalece el espíritu. A cada uno le corresponde saber si José Julián erraba — o no — cuando pensaba que la vida es una prueba y la muerte, un derecho. Para él fue difícil defender la virtud entre la envidia y la traición. Pero a pesar de todo, no se cansó de ser bueno. Saberlo alivia… y mucho».