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Cultura de las armas y armas de la cultura

Un «sentido común», trasegado a punta de bayonetas, nos enseñó a postergar (cuando no a resignar) nuestro derecho a saber por qué se gasta en armas el monto descomunal que se ejerce planetariamente… ¡sin consultas ni rendición de cuentas! Historia larga. Es una especie de «valor entendido» por el que suponemos que es «necesario» y «bueno» someterse al mercado mundial de mercancías bélicas fabricadas por la industria transnacional de la guerra. Y sin chistar. «El gasto militar mundial crece un 2,6 %: Es una nueva carrera armamentista».

Es norma que ignoremos las «hipótesis de guerra» con que se justifica la adquisición de ofertas bélicas. ¿Qué nos amenaza, desde cuándo, cómo y dónde… cuántos son los «enemigos» que percibe el stablishment, cómo se les define y cómo se les detecta? ¿Quién define dónde se compra, con qué lógica de «defensa» o «ataque» y qué emboscadas tácticas y estratégicas nos convierten en rehenes de los «productos» bélicos del mercado? ¿Nos dan garantía, nos hacen descuentos, tienen «ofertas de temporada», cómo se publicitan? ¿O el negocio consiste en que paguemos sin preguntar el plan de obsolescencia que a los monopolios de las armas les viene en gana según sus crisis de sobreproducción, también? ¿No merecemos saber en qué se gasta el dinero del pueblo trabajador, especialmente cuando los arsenales que se adquieren no están exentos de peligro –real– de ser usados contra los pueblos que los pagan? «Según los datos más recientes del Instituto Internacional de Estudios para la Paz en Estocolmo (Sipri), el gasto militar mundial se incrementó un 2,6 % respecto a 2017 hasta alcanzar los 1,8 billones de dólares, 87 000 millones más que el año anterior. En la actualidad, es un 76 % más alto que el mínimo histórico registrado después de la Guerra Fría, en 1998».

Se trata de un festín mercantil por el que transitan fortunas inmensas dirigidas, mayormente, a los negocios de: 1. Lockheed Martin (Estados Unidos), con ventas en 2016 de 47 248 millones de dólares; 2. Boeing (Estados Unidos), con ventas de 29 500 millones (División Defensa, Espacio y Seguridad); 3. bae Systems (Reino Unido), con ventas de 25 600 millones; 4. Raytheon (Estados Unidos), con ventas de 24 069 millones; 5. Northrop Grumman (Estados Unidos), con ventas de 24 508 millones… son los líderes mundiales en el negocio de la muerte.

No se necesita mucha imaginación para comprender la trama comercial de semejante pachanga financiera, donde los dueños comparten negocios con la industria bancaria global y los monopolios transnacionales de medios de comunicación. Los tres más grandes negocios «legales» del planeta. Y no se requiere mucha retórica para poner en claro que, además de «dividendos» jugosísimos, estos negocios dejan muerte, desolación y humillaciones planetarias. «Industria Global de Armas: Las empresas de Estados Unidos dominan la lista top cien».

Con el pretexto legalizado del «secreto de Estado», compradores y vendedores constituyen una feligresía del dispendio y de la muerte a espaldas de los pueblos. Incluso contra los pueblos. No pocas de esas compras y ventas son productos de extorsiones muy diversas con las que se ampara una cultura bélica inoculada, minuciosamente, a diestra y siniestra. Películas, series de televisión, libros, juegos cibernéticos para niños y niñas, canciones, mitos y fetiches a granel inundan los imaginarios colectivos para remachar los principios macabros de una lógica del armamentismo convertida en entretenimiento; mientras el mundo es bañado con sangre de inocentes. «El 57 % de la venta de armamento en el mundo está controlado por empresas de EE. UU.».

Atrapados como estamos en la lógica de la violencia colonialista, los poderes opresores nos hacen aceptar que necesitamos armas, ejércitos, policías y todo género de fuerzas de espionaje y represión. Nos obligan a aceptar, mansamente, que algo o alguien nos amenaza siempre, y que debemos adquirir todas las novedades de temporada que los «genios» de la muerte fabrican sin parar. Nos venden las armas y nos venden el entrenamiento, nos venden los «asesores» y nos venden la ideología necesaria para mantenernos fieles a su mercado. Y nos venden, incluso a crédito, la caducidad de su parafernalia para ahogarnos en la lógica de la «actualización», que ellos han programado, para destruirnos los presupuestos nacionales y los seres humanos. Y también nos venden la idea de que paguemos puntualmente y seamos (nosotros) «pacifistas».

Al otro lado de la historia están los pueblos que han sabido someter el uso de las armas a sus proyectos emancipadores. Todas las luchas independentistas cuentan con referentes fundamentales que lograron (y logran) levantarse en armas para sacudirse el yugo de las dominaciones imperiales. Hoy mismo las grandes revoluciones pacíficas, acorraladas por las amenazas bélicas burguesas, solo encuentran salida recurriendo a sus fuerzas populares armadas. Y esta es la clave. No es lo mismo armar bandas de profesionales asalariados para acribillar a los pueblos, que los pueblos armados para emanciparse de todas las canalladas opresoras… llámense como se llamen.

En nuestra educación y en nuestra cultura, las armas también desempeñan un papel crítico de los sistemas económicos y políticos, están en los himnos y están en los próceres. Hay avenidas, calles y barrios que homenajean luchas sociales armadas, tenemos música, pintura, escultura y poética de las batallas contra los opresores. No pocos monumentos y estatuarias refieren a herramientas o héroes con que el pueblo armado derrotó, militar y culturalmente, al opresor (antiguo o nuevo) que levantó sus armas traidoras contra el proletariado que, por cierto, los financió. La lucha entre opresores y oprimidos, la lucha de clases, da a las armas una significación radicalmente contraria. Es una contradicción en la cual es necesaria la consciencia de la libertad y la certeza de la emancipación para un mundo distinto, en paz, sin clases sociales, sin amos y sin armas. Humanista.

Tomado de insurgente.org

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Fernando Buen Abad Domínguez
Especialista en Filosofía de la Imagen, Filosofía de la Comunicación, Crítica de la Cultura, Estética y Semiótica. Es Director de Cine egresado de New York University, Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Máster en Filosofía Política y Doctor en Filosofía. Miembro del Consejo Consultivo de TeleSur. Miembro de la Asociación Mundial de Estudios Semióticos. Miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Miembro del Movimiento Internacional de Documentalistas. (Ciudad de México, 1956).

One thought on “Cultura de las armas y armas de la cultura

  1. Un gran abrazo siempre solidario con los periodistas revolucionarios de Cuba. Respeto internacional por su labor titánica combatiendo, minuto a minuto, el terrorismo informativo financiado por el imperio.

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