Amílcar Salatti lo tiene bien claro: la brújula de su impronta creativa es la coherencia. Su obra, que se mueve entre diferentes géneros televisivos y también ha saltado a la gran pantalla, busca la verosimilitud y aboga por desterrar personajes estereotipados.
En tres lustros como escritor de guiones para audiovisuales, Amílcar ha cosechado títulos — en calidad de autor o coautor — como los largometrajes Esteban (2016, Jonal Cosculluela) e Inocencia (2018, Alejandro Gil), las telenovelas Latidos compartidos y Entrega, los policiacos Patrulla 444 y U.N.O., las teleseries De amores y esperanzas — en su primera temporada — y Zoológico, y los teleplays Extravíos, Los colores de la vida, Sacrificio, Madeja para seis, Desencuentro, Pasos firmes y Para toda la vida.
Guionista autodidacta, parecen destellos de otra existencia aquellos años en ejercicio como médico veterinario, su formación universitaria. Lo cierto es que gracias al azar y a unos vecinos que laboraban en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) llegó hasta esa institución para desempeñarse como operador del boom.
«Luego de graduarme de la Universidad pasé por tres trabajos y ninguno me convencía; por una cosa u otra me fui yendo. Tenía una vecina que era asistente en la televisión y su pareja era sonidista. Me veían en los conciertos en el teatro, sabían que me gustaba ese mundo del arte. Me propusieron irme a trabajar al ICRT y yo, como estaba desempleado en ese momento, acepté y me fui de microfonista».
En las arenas doradas del balneario de Varadero, Amílcar tuvo su debut como operador de audio durante las grabaciones de la teleserie Por deporte y por amor, dirigida por el polivalente Roly Peña. Las locaciones y el intercambio con los actores y el equipo de producción deslumbraron al estrenado muchacho del micrófono, quien por sus responsabilidades debía conocer los parlamentos de cada escena.
Tras las lecturas de varios de los libretos de Por deporte… se dijo así mismo «Esto yo puedo escribirlo». Posteriormente, en lo que considera un arranque de atrevimiento, se acercó a varias asesoras de la televisión mostrando su interés en la escritura de libretos, y ellas le recomendaron que buscara cuentos literarios y los adaptara a la pequeña pantalla. Esa guía, y el premio obtenido en el concurso Cine Plaza de 2005 con su proyecto Un buen día tengan todos — aún inédito — sirvieron de impulso para lo que denomina sus «pininos» en la TV.
«Fue un estímulo para decir “Bueno, tan perdido no estoy”. Tuve la ventaja que en esos momentos se producía mucho en la televisión, y pude ver mis cosas hechas. Irme rectificando por el camino y aprender de lo que estaba mal. Ir creciendo, poco a poco».
Ficcionar la vida o elucubraciones de un guionista
Para Amílcar, la disciplina es una de las características que no puede faltar en esa especie de cóctel molotov que hace combustión en la mente de un guionista, y lo lleva a ficcionar — verbo de orden para el gremio — en historias retazos de la realidad. Él se obliga, como mínimo, a escribir de tres a cuatro horas diarias. En ocasiones mucho más, dependiendo del proyecto en que esté inmerso. Como parte de su liturgia creativa, suma de intuición y experiencia, primero deja asentados los argumentos y luego va alimentando la historia.
Un guion — apunta — es un retoño al que hay que formar bien antes de soltarlo a la vida: «Ese hijo tuyo se convierte en hijastro, que lo termina de criar otra gente, por ello es importante que lo des bien educadito porque si lo das mal, mal va a terminar. De un guion malo es muy difícil que salga una obra buena. Si tienes un gran director con un guion malo puede ser una obra digna, pero una gran película o una gran serie no salen de un mal guion.
«Cuando me siento a escribir cine me despojo de todos los vicios televisivos que tengo. Muchas veces se me notan las costuras, y el cine es otro lenguaje».
No obstante, en ambos espacios de la creación audiovisual piensa que los autores no deben dejarse convencer por la primera solución dramatúrgica que aparezca en el camino, y poner a la historia y los personajes todo el tiempo en cuestionamiento. Realizar muchas preguntas y ver si las respuestas convencen.
«Por otra parte, creo importante establecer un diálogo con los asesores, lo que se conoce internacionalmente como los screen doctors. Hay que tener un diálogo parejo, no creer que vienen a desbaratarte la obra. Vienen cogerte los huecos, los errores y trabajar en base a ellos».
Amén de los arquetipos recurrentes y funcionales en la dramaturgia, Amílcar considera que los guionistas deberían rehuir de los estereotipos. Es por ello que al crear sus personajes intenta que no sean ni los buenos-buenos ni los malos-malos. La vida es tonal, plural, coral…, hay mucho de ambigüedad también en ella, y Amílcar lo sabe: «En función de la historia, tienes que tratar de construir personajes que enamoren al público, y la gente no se enamora de los extremos, no se enamora de alguien perfecto ni lleno de errores».
¿Sus inquietudes?, pues lo social como trasfondo y los jóvenes a modo de leitmotiv. «Veo elementos de la sociedad que me preocupan. Desde mi trinchera, que es la escritura de guiones, intento expresarlo de la mejor manera posible. No me gustan los extremos ni las situaciones oscuras, tampoco edulcorar la realidad. Los temas son humanos, a mí me interesan las personas y sus problemas».
¿Qué prefiere Amílcar, el cine o la televisión?
«Llegar al cine tiene una magia extra, sin embargo, yo soy el guionista que soy malo, bueno o regular — acota — , gracias a la televisión. La televisión me ha dado un oficio. Prefiero ambas y más en un país donde se produce muy poco cine. No me puedo sentar a esperar mi próxima película porque dejo de escribir. En la televisión tengo trabajo constantemente y se lo agradezco, pues uno sigue desarrollando el oficio y gana los frijoles que tanto hacen falta.
«Que sea una buena obra, que tenga un buen director y una buena producción, yo creo que con eso ya estoy contento, sea en cine o televisión».
¿La buena acogida de muchas de sus obras facilita la realización de nuevos proyectos?
«Tener un currículo facilita mucho el camino. Aunque no te acepten el proyecto por lo menos sabes que se lo van a leer. No te voy a negar que a estas alturas yo llego y digo “Mira tengo esto” y la gente, como mínimo, me recibe y lo lee. Ya después me darán un criterio. También te hacen muchos encargos, aunque en ocasiones estos les roban tiempo a proyectos propios. Hay proyectos que nacen de mí, que muchas veces tengo que devolver a la cabeza hasta que tenga un chance.
«En el medio audiovisual hay que crear una red de contactos. Escribiendo encerrado en tu casa no logras nada. Tienes que conocer directores, productores y actores. Tienes que hacer un poco de vida social. Darte a conocer, no en un sentido farandulero sino desde el punto de vista del oficio, porque necesitas que la gente te lea y te produzca».
Hemos visto que algunos de sus proyectos están asentados en hechos históricos o han tomado la Historia como elemento conductor. ¿Cuál cree que pudiera ser el papel de las obras audiovisuales para sensibilizar, sobre todo a los más jóvenes, en torno a la historia nacional?
«El otro día hablaba con un historiador y le decía que en Cuba tenemos una historia amplia, rica, hermosa; y que valdría la pena, por lo menos cada año o cada dos años, intentar llevar al cine o a la televisión algún producto audiovisual que la refleje. Para las nuevas generaciones los libros son como un lugar ya vedado. Cada vez se lee menos. La gente está más en las redes, consumiendo series y audiovisuales, y si tú quieres salvar tu historia, si quieres que la gente siga amando su historia, tienes que ir con los nuevos medios.
«Inocencia funcionó a nivel nacional. Lo que acaba de hacer Roly — la segunda temporada de Lucha Contra Bandidos (LCB) — funcionó, pero tienes que hacerlo bien. Si lo haces mal le haces un daño doble a la Historia, que ya de por sí es una asignatura mal vista en la escuela por la forma en que se imparte, generalmente. Para llevarla al audiovisual debe ser de manera atractiva, con los cánones de realización actuales. No puede ser una serie “de palo” para contar un hecho histórico, hay que hacerlo con todas las de la ley y narrar la historia de esos hombres de carne y hueso.
«El Ministerio de Cultura, el Ministerio de Educación, la televisión y el cine deberían tratar de aprobar más acuerdos relacionados con la producción periódica de temas históricos. LCB e Inocencia son solo dos goticas en una producción mayor».
¿Existe algún hecho o hechos de la historia nacional que le apasionaría ficcionar?
«Esos años cincuenta antes del triunfo de la Revolución. Una vez me propusieron hacer una serie sobre el regreso del Granma, toda la preparación en México hasta que llegaron a Cuba. No se pudo hacer. Me interesa mucho esa cantidad de gente joven que luchó, muchos dieron su vida para cambiar las cosas realmente. Me parece que sería muy interesante de contar.
«La época de los mambises; y también creo que desde el punto de vista de la ficción Martí está muy poco explotado en el audiovisual. Tenemos una película de Fernando Pérez de su adolescencia, considero que el Martí adulto todavía nos lo debemos. En el teatro, ahora con la obra de Celdrán, por suerte está. Y como te digo Martí, te digo Céspedes, y un sinnúmero de personalidades que no tienen ninguna obra audiovisual que quede en la memoria y en la emoción de la gente».
¿En el país hay un nicho para los guionistas?
«No, ni existe un nicho, ni existe una formación regular de guionistas; y la mayor parte de las veces no son tratados como debe ser. Cuesta mucho concientizar la necesidad de escritores de guion en Cuba. Con el Fondo de Fomento espero que esto cambie un poco, pero el Fondo es para cine. La televisión también tiene una gran depresión de escritores».
¿Considera usted que si existieran más guionistas contaríamos entonces con más obras audiovisuales?
«Más allá que de que se formen más guionistas, creo que el flujo tiene que crecer en la producción, mientras más produces más necesidad de contenidos existe. Diez guionistas de calidad no pueden abarcarlo todo, tienes que poner veinte o cuarenta para que puedan producir. Aparte, trabajar en equipo acelera los procesos de escritura de proyectos largos como series y novelas.
«Me di cuenta con el Fondo de Fomento que hay muchas personas escribiendo, pero están en la calle, independientes. Para la televisión hay pocos guionistas, las mismas caras y los mismos nombres hace diez años. No veo gente joven escribiendo para televisión y eso me preocupa, porque me voy a poner viejo; me voy a interesar, a lo mejor, por temas para personas de treinta años, ¿quién se interesa entonces por los temas de los de veinte?».
¿Cómo manejar el éxito? ¿Puede una obra exitosa lastrar o condicionar la realización del proyecto siguiente?
«Es rico que le reconozcan a uno que ha hecho algo válido, que ha conectado con el público y la crítica lo ha llevado bien. Pero es un arma de doble filo porque crees que a lo mejor llegaste a un punto máximo como guionista, maduro; y que cada vez que te sientes a escribir vas a hacer algo bueno. Eso es un error. Es bueno saber que estás en un camino correcto respecto a tu profesión, sin embargo, debes cuestionarte siempre qué cosa es el éxito y qué no.
«Hay historias que funcionan por un tema coyuntural, hay otras que quizás no partan de un excelente guion, pero tocaste un tema novedoso y a la gente le gustó y se enganchó. Hay que tener todas las alarmas encendidas para tratar de no creerse cosas y de arrancar con la página en blanco. Con el oficio que uno tiene después de tantos años escribiendo, pero con la humildad de que puedes estar haciendo tu próxima basura. En la televisión uno es lo último que hace. Yo tengo ahora este teleplay del corredor ciego y Entrega, lo próximo puede ser malo y la gente me catalogará por eso último que vio».
Historias, personajes, obras…
Dice Amílcar que es un poco chismoso, y que esa curiosidad extrema le ayuda a volcar en los guiones todo lo que ve y pudiera contribuir a plasmar situaciones y personajes creíbles. Con oído y visión aguzada, capta atmósferas de lugares y escucha retazos de conversaciones en la guagua, en la calle.
Rumbo a una gestión capta lo que habla el piquete de chamas sentados en la esquina, y que para alguien pudiera resultar soez; al regreso, los mismos adolescentes hablan del pichón nuevo y de cómo la paloma blanca lo alimenta con ternura: la realidad en todos sus matices y colores deambula en los intersticios de La Habana, una ciudad pródiga en relatos.
De esa pasión por escuchar y mirar nació Esteban, su opera prima en el cine: «Vino de la calle, de dos anécdotas sueltas: un niñito que fue a mi casa — yo vivía en Lawton en ese momento — vendiéndome unas cositas de esas que vendía Esteban, perfumitos de los que usan en los hoteles; eso lo agarré con otra historia que me hicieron, de un niño que estudiaba piano, estaba ingresado en el hospital y no podía ir a recibir clases, entonces la madre le pintó el piano sobre una tela para que él practicara».
En principio, el guion estaba pensado para un teleplay pero el tesón de Jonal Cosculluela, el director, impulsó la materialización del largometraje.
«Es una historia muy noble. Un niño que pasa trabajo, hay que tener el corazón muy duro para no conectarte emocionalmente con eso. Tuvo un recorrido a nivel internacional que a mí me sorprendió, incluso llegó hasta los Premios Platino del Cine Iberoamericano y obtuvo galardón.
«¿Respecto al casting?, yo no lo defino. Hay directores que piden mi opinión en algún momento, pero en esta película yo no tuve nada que ver con él. Mi esposa — la actriz Yaremis Pérez — sí trabajó un poco los niños. Yuliet — Cruz — es una gran actriz, si yo tenía algo en contra es que estaba muy cerca Conducta, no obstante no creo que los trabajos se parezcan; que estaban muy cerca en el en el tiempo, eso es otra cosa, pero no por eso hay que quitarle el trabajo a una actriz. De Porto, que es la otra pata de ese trío, qué te voy a decir, que esté en una película mía es una dicha».
Inocencia, su segundo largometraje, recrea uno de los hechos más tristes de la historia nacional: el fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina, el 27 de noviembre de 1871, en La Habana. La narrativa de la cinta transcurre en dos arcos temporales: las horas previas al suceso hasta el desenlace; y 11 años después, la cruzada del médico y patriota Fermín Valdés Domínguez, quien busca los cuerpos de sus amigos asesinados.
La película llegó a Amílcar mediante un encargo: «Alejandro llevaba arrastrando con la investigación un montón de años, y que haya confiado en mí para escribirla, eso se lo voy a agradecer por el resto de mi vida. Se siente que es cine desde todo punto de vista, en la fotografía, en la edición, en la banda sonora… Creo que es una película muy redonda, con un casting muy bueno. Muchachos que casi todos debutaban en el cine. Si Esteban me hizo feliz, Inocencia me llena de orgullo».
Inocencia no estuvo exenta de la polémica debido a la escena del intento de rescate abakuá. ¿Cómo se llegó a la decisión de incluirla en la película?
«Alejandro siempre lo quiso tener, doy ese crédito a él. La forma de cómo se utilizó es completamente ficticia. Hay recursos dramáticos que tienes que usar para que el público se emocione. Si lo ponía como estaba en la historia no iba a funcionar, la gente no se iba a emocionar.
«Nosotros tuvimos una entrevista con Eusebio — Leal — , fue la única vez que lo vi hablar de cerca, otro lujo que me dio Inocencia. Eusebio es de los historiadores que niega la versión de los abakuá. Esta era una película muy blanca, donde no había negros protagonistas. Era un atisbo de realidad y decidimos aprovecharlo.
«Mi hijo cuando vio la película me preguntó que si lo de los abakuá había sido así, tal cual. Le dije que no, y él me respondió “Bueno, pero ahora en la escuela todo el mundo va a decir que fue así”. Ese es el poder del cine. La gente debe tener claro que Inocencia es una ficción basada en hechos reales, y que hay muchos recursos de la ficción mezclados con la realidad, lo de los abakuá es un caso. Yo no soy historiador, pero me agarré de varios historiadores que defienden esa versión, incluso hay una tarja en su honor».
¿Y Entrega?
«Fue la resaca de Inocencia, la película me dejó muy conectado con la Historia. Tengo referencia de obras — de cuando era muchacho — como Doble juego y Blanco y negro ¡No! que habían funcionado muy bien, y tocaban esa temática de la educación, de la relación entre profesores y alumnos. Quería tratar de salvar la historia desde el punto de vista pedagógico, que no fuese el bloque que sufrimos la mayoría, por el hecho de que se imparte mal».
Usted fue guionista en la primera temporada de la serie De amores y esperanzas, ¿qué demandó una realización como esta, que aborda el mundo de las leyes? ¿Por qué no continuar en la segunda temporada?
«Fue de esos proyectos que uno llega a reescribir. Raquel — González — ya tenía escritos los primeros guiones, pero estaba medio enredada, no tenía experiencia como guionista y me llamó. Ella tenía muy avanzada la investigación, y así todo tuve que ir a juicios. Los juicios en Cuba son aburridos, no te puedo decir otra cosa. No son estos juicios de las películas americanas donde la gente hace un monólogo de cierre, que tú lloras o te ríes. Esta es una serie de ficción y hay que tratar, dentro de las posibilidades que te dan, expandirlos hacia la ficción y ponerles un poco de sal y pimienta.
«Es lo que intenté en la primera temporada. La serie es muy complicada, corta y con muchos personajes a los que tienes que ir bordeando, más los juicios que se supone sea el pollo del arroz con pollo. Las subtramas de los abogados no te podían comer el juicio, que es lo principal. Me costó trabajo, lo reconozco.
«Para la segunda temporada Raquel ya se sentía un poco más segura, y sentí que quería hacerlo sola. Yo también estaba complicado, vamos a ser justos. Era una serie que había nacido de ella, quiso seguirla escribiendo sola y siguió su camino, sin problemas».
El verano de 2016 se esperaba como parte de los estrenos de la pequeña pantalla a Zoológico, un serial de 45 capítulos de unos 27 minutos de duración. Su protagonista, Leo, era un joven marginal que, entre conflictos, intenta salirse de la cultura barriobajera que lo rodea y frena. Los calores de julio y agosto se marcharon y el estreno nunca llegó. La serie, dirigida por Richard Abella y escrita a cuatro manos por Amílcar y Joel Infante, se regó en el paquete semanal y cuando se transmitió al año siguiente en la televisión cubana, ya era viral.
«Esos son los errores de la televisión, que como se dice en buen cubano “compra pescado y le coge miedo a los ojos”. Muchas veces ha pasado con la pantalla chica que encargan proyectos, se gasta el dinero, se gasta el tiempo, los recursos y después no lo quieren poner por equis o por ye.
«La televisión tiene que saber qué compra, qué produce y tener respuestas para los cuestionamientos. La televisión es un saco de cuestionamientos, todo el mundo en este país se cree con derecho a cuestionarla y ella, muchas veces, se queda sin respuestas y no sabe decirte por qué hizo lo que hizo.
«Una novela anterior a Zoológico había tratado de forma incorrecta el tema de la violencia. Zoológico, según ellos, tenía un problema con las peleas de perros. No era así, se tocaba en dos capítulos, que ni se veía. Eso fue lo que llevó a apagar la serie. A ponerla, incluso, en un canal como Multivisión, donde nunca se había puesto una serie cubana.
«Mira Zoológico, mira cómo trata los temas. Si está mal, bueno, la culpa es mía, del director, del asesor, pero si está bien afróntalo. Cuestionamientos siempre van a existir, sin embargo tú tienes que tener la respuesta como institución para decir “Discúlpame, pero yo quiero tocar determinado asunto porque es una realidad y no la voy a edulcorar”. Eso es lo que pasó. Se durmieron, salió en el paquete porque se lo robaron de la televisión, se volvió un boom. La cuarentena sirvió para que la repitieran en un espacio más estelar».
El teleplay Pasos firmes llegó en el 2020 para remover a gran parte de la audiencia nacional, estados en WhatsApp y comentarios en Facebook y otras redes sociales así lo avalan. Diversas aristas confluyen en un relato de la sociedad actual, cuya trama principal recae en dos personajes: un joven corredor ciego que anhela la gloria paralímpica y su improvisado guía en la pista, un ladronzuelo de poca monta atrapado in fraganti por el papá del atleta, y con quien este último llega a un trato en favor de la preparación velocista.
Confiesa Amílcar que el proceso de escritura fue bonito y angustioso. Él, un seguidor de los deportes, tuvo la oportunidad de conocer atletas paralímpicos que le transmitieron sus experiencias.
«Fue angustioso porque lidiar con las instituciones es muy difícil. Todo el mundo está con un bate en la mano defendiéndose de lo que tú vas a contar sobre ellos. Yo trabajo para la televisión y sé su política editorial. No voy a hablar mal del INDER ni del Ministerio de Salud ni del Ministerio de Educación, voy a contar aristas, y siempre con una luz. La gente está muy “erizada” con que la televisión los pueda tocar, piensan que tú los vas a poner mal. Las instituciones tienen que abrirse.
«Después que sale Pasos firmes, ¿qué pasa?, pues que el INDER llama al equipo, que tienen diez mil historias para contar. No, si yo sé que tú tienes diez mil historias, pero tienes que facilitarme la vida para poderlas “ficcionar”».
Futuros horizontes creativos
Varios son los proyectos en los cuales Amílcar se encuentra inmerso por estos días, entre ellos las dos nuevas telenovelas cubanas en proceso de rodaje (una dirigida por Ernesto Fiallo y la otra por Lester Hamlet), y en las que repite la coautoría de los libretos con Joel Infante.
Por lo pronto, enero se vestirá de estreno con la serie Promesas, una idea original suya que cuenta con varios guionistas. La producción ahonda, con 12 capítulos monotemáticos, en las historias de los habitantes de un pasaje. El hilo conductor es la realización de un juramento por parte de cada uno de los personajes.
Sin embargo, el entusiasmo lo invade con una sitcom que acaba de escribir, y que se desprende de las aventuras de dos personajes de la telenovela Latidos compartidos. Aquí veremos de nuevo a Indira (Yaremis Pérez) y Miguelito (Ray Cruz), la subtrama cómica del dramatizado.
Miguelito continúa en su trabajo como tanatopractor y descubre un don. El pie forzado de este spin-off, al que se suman nuevos protagonistas: «Es una serie de 12 capítulos de media hora, en la que cada uno de ellos cuenta una pequeña historia, pero que va también desarrollándose en el tiempo, pensando en una segunda temporada».
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Los méritos y los logros traen seguidores y detractores. Hay quienes piensan que matizar las historias con situaciones extremas o tocar determinados temas para «pegar» puede llegar a ser un oportunismo. ¿A qué mediaciones se enfrenta Amílcar a la hora de pensar un guion para que guste?
«El oportunismo puede ser una palabra muy peyorativa. Si tú estás viendo que una sociedad está interesada en la Historia, estás aprovechando una oportunidad que te está dando la circunstancia desde el punto de vista productivo. Yo no lo hago para ser mejor guionista que nadie, a mí me interesa contar ese tipo de historias.
«Todo el mundo sabe que hay deportistas discapacitados, se me ocurrió a mí, triunfó, qué bueno. Creo que esta es una profesión de aprovechar las oportunidades y de aprovechar los huecos temáticos que van quedando. Se produce mucho contenido y cada vez cuesta mucho más trabajo ser original. Aquí en Cuba nunca se había hecho un teleplay sobre un discapacitado, pero revisas el cine en el mundo y se han hecho miles. No creo que sea un oportunista. Creo, más bien, que soy un cazador de temas».
¿Cuál es la Cuba que desea Amílcar? ¿Cómo se ve dentro de ella?
«Ojalá tenga tiempo de ver una Cuba más comprensiva, sin crisis, sin tanta gente que emigre y sin tanta separación. Ojalá me dé tiempo ver eso, porque es lo que quisiera. Me veo aquí chico, la verdad. No me veo en otro lado, porque aquí es de donde saco las historias. Siempre es tentador emigrar hacia mejores economías, pero resulta que en otras economías no conozco la idiosincrasia ni la cultura, y sé que me voy a secar en historias. Y yo sin contar historias no puedo… Me veo aquí, aspirando a un mejor país».
Foto de portada: Jorge Alfonso Pita.