“Pinté a los humildes: blancos y negros, madres y niños, campesinos y obreros, merecedores de una redención. Era un deseo de mirar el lado épico en lo trivial y cotidiano de la pobreza y así llevar lo inédito a lugares consagrados por el arte”, afirmó a La Jiribilla en el año 2006 el reconocido pintor, dibujante, caricaturista humorístico y diseñador gráfico, Adigio Benítez Jimeno (Santiago de Cuba, 1924–La Habana, 2013), Premio Nacional de Artes Plásticas 2002 y uno de los más prolíficos cantores de las clases humildes, entre ellas los trabajadores y campesinos.
Este 26 de enero se cumplen 97 años del natalicio de este prolífico creador que desde su niñez, sintió vocación por la pintura, la cual, durante el resto de su vida, se convirtió en “una necesidad vital, como lo es respirar o calmar la sed”, así había dicho en reiteradas ocasiones. E hizo de ese oficio —quizás poco reconocido por la crítica—, un aleluya a la sociedad insular y en particular a los humildes y desposeídos, entre ellos, los obreros y los campesinos, frecuentes en sus obras pictóricas.
El también prestigioso maestro de la enseñanza artística —condición que le hizo merecedor, en el año 2003, del Premio Nacional de Educación—, en uno de sus últimos diálogos con la prensa nacional, publicado en diciembre de 2011 en Trabajadores, precisó que en la década del 50 comenzó a hacer cuadros de tema social y retratos de líderes revolucionarios. Pero no pudo exponerlos hasta después de la victoria de enero de 1959.
Y ese interés por las clases oprimidas prevaleció durante sus casi 60 años de carrera artística. Vale recordar la trascendencia de una pintura suya realizada en 1958, en la que invoca al líder azucarero comunista Jesús Menéndez (Encrucijada, 1911—Manzanillo, 1948), hablándoles a los trabajadores en un cañaveral, obra que permaneció un tiempo en el vestíbulo del periódico Hoy y actualmente forma parte de los fondos patrimoniales del Museo Nacional de Bellas Artes.
La emblemática figura del perversamente asesinado General de las Cañas también fue recreada por él en los dibujos que ilustraron, en su primera edición, el célebre poema épico de Nicolás Guillén (Camagüey, 1902–La Habana, 1989), Elegía a Jesús Menéndez, escrito entre 1949 y principios de 1951.
Después realizó la serie Soldadores, creada en la década de los 60 del pasado siglo, en la que se observa una marcada influencia de la figuración y el abstraccionismo, evidentemente surgida por el influjo ejercido sobre él por el grupo de abstractos que ganaban frustrado espacio en la plástica de aquellos años, particularmente por algunos de sus amigos, tales como Luis Martínez Pedro, Salvador Corratgé y Fayad Jamís.
También acreedor de la categoría docente especial de Profesor de Mérito del Instituto Superior de Arte (ISA), así como de la Orden Félix Varela de Primer Grado y la Medalla José María Heredia, Adigio Benítez se destacó trabajando en la prensa cubana.
Durante los años 40, algunas de las principales publicaciones progresistas de la época, como La Voz del Pueblo, en Santiago de las Vegas, y el magacín Mella —donde trabajó aun siendo estudiante de San Alejandro—, incluyeron en varias de sus ediciones dibujos políticos de Adigio, quien posteriormente se desempeñó en similar oficio en el periódico Hoy, del Partido Socialista Popular, y cuando este fue clausurado, empezó a dibujar para la publicación clandestina del Partido, Carta Semanal.
Según él, esos trabajos los realizaba con plena conciencia de que eran importantes vías de información, acusación y promoción de ideas entre los lectores, sobre la situación político-social, crítica en extremo, que se presentaba en Cuba a mediados de la pasada centuria.
Tras el triunfo de la Revolución, fundó el semanario humorístico P’alante, donde realizó la caricatura de la contraportada del primer número en 1961, y ya en 1965, reconocido como un maestro de la ilustración, es igualmente solicitado como diseñador en el entonces novel periódico Granma.
Sus primeros óleos datan de 1953. Desde entonces alternó la pintura con el dibujo y el diseño gráfico. Tales circunstancias le permearon de un extraordinario interés por abordar en sus pictografías los temas de índole social que prevalecían en sus dibujos gráficos.
Aunque la obra de Adigio Benítez no se adecuó a los cambios de códigos expresivos de los que apostaron por el abstraccionismo en la década del 50 del pasado siglo, para mantenerse más próximo al grupo de la vanguardia de los años 20 su pictografía sí recorrió diferentes estilos, desde un realismo “no socialista, sino cubano”, hasta la figuración, la abstracción, el pop y el op art. Luego, dijo, se afincó en un camino de su invención, “donde la realidad la convierto en la apariencia del papel plegado, a la cual llamo papiroflexia”.
Sin embargo, sus diferentes y prolíferas etapas de creación estuvieron fuertemente influenciadas por las circunstancias de las épocas por las cuales transitaron.
Admirador y estudioso del expresionismo de Bacon, Munch y Baselitz, “porque son fieles exponentes de la crisis de la civilización, del caos, del grito de dolor por las guerras y las hambrunas”, Adigio aseguraba que en sus pinturas expresaba más sus deseos que lo detestable en el convulso tiempo que le tocó vivir. Sus obras surgieron de la rebeldía, la negación de lo opuesto, lo terrible, lo satánico y lo apocalíptico existente en el mundo de hoy. “Para mí pintar es como narrar decires. Mi pintura es una propuesta amable, en la que trato de llevar al espectador los buenos pensamientos y las buenas ideas, como es el camino de la esperanza, por eso pinto enormes calas, enormes crisantemos…”.
El reconocido artífice igualmente incursionó en la lírica. Tiene publicados cuatro cuadernos de poesía. “Trato de acercar a mis obras la música y la poesía. Hay canciones de la vieja y la nueva trova, del feeling y versos de muchos poetas que desearía fueran como alimentos espirituales para mi labor”, aseveró.
Revolucionario incondicional, Adigio comentaba con orgullo que el triunfo de la Revolución, bajo la guía de Fidel, “marca el día más memorable que pudiera vivirse, el momento en que los cubanos nos convertimos para siempre en hombres y mujeres libres, sin bota alguna sobre nuestras espaldas, el hito en que se sientan las bases para la construcción del socialismo; una sociedad más justa y humana, meta anhelada de los pueblos del mundo”, tal había dicho a La Jiribilla.
Y con esa vitalidad, el legado artístico del gran maestro que apostó por estar del lado de los humildes, perdurará en la historia de la plástica, la cultura, la enseñanza y el movimiento obrero cubanos.