Comenzamos a compartir los crónicas que resultaron premiadas en el XV Encuentro Nacional de la Crónica “Miguel Ángel de la Torre”, en Cienfuegos.Pensar: ¿Un acto de violencia?, publicado en el semanario ¡Ahora!, obtuvo Premio en la categoría Prensa plana
Por Yenni Torres
María piensa, todo el tiempo lo hace. Le afecta una tubería que derrama la tan necesaria agua; el niño descalzo, falta del control y afecto paternos; el derroche de electricidad; la guerra, la economía, el mundo de cabeza.
Pero hay momentos en los que no queda espacio para más ideas que una, siempre con la misma ruta: embarca en el estómago, deja un halo frío y desesperado, se atasca en la garganta y luego, al giro del volante, estalla a los sentidos, dejando una nube “migrañosa” y soltando los desechos por los ojos.
Todos los días igual recorrido. De la casa al trabajo, del trabajo a la casa. A la espera de esa cara que dirá cómo tuvo el día. Si llega serio quizá no rompe el marco de una ganancia estándar, pero si el ceño viene fruncido, seguro batirá la comida por “falta de sal o sazón”; encontrará una mancha al gres o hablará mal del gobierno para molestar.
Hizo de la crítica una espada y la apuñala a cada paso. No soporta que hable de superación, porque si a él no le queda tiempo, a ella tampoco puede quedarle. Barato asidero de su competencia para impedirle peldaños por encima, satisfacciones extras, saberes.
Pero María conoce sus derechos, le reclama, saca de la manga un largo texto… -Ah chica, sabrás tú lo que es violencia, no te he da´o un piñazo ni ná, aunque ganas no me faltan.
Tampoco faltó el golpe, pues la palabra tiene puño. Ella vuelve a pensar. Por qué sigue ahí, si él le ha hablado hasta del dinero que le debe por el “alquiler” de vivir en su casa. Quizá es la idea sembrada y que le ha hecho creer que nadie podrá quererla, la rutina, el miedo al cambio con su edad, las circunstancias, a saber.
No soporta aconsejar lo que no hace, por eso apartó las charlas feministas a sus alumnos y los poemas de amor.
En la espera impaciente por la guagua que ya la dejará minutos después de la hora de llegar a casa diversas parejas pasan frente. Ella se pregunta si vivirán igual, cuáles serán los problemas, y cuándo se besan, siente una envidia azul, un reclamo desde adentro.
No es que ella no lo intente, es que cuando empieza a desatar las alas, él, con lágrimas actuadas, supuestas catarsis y rasgadas esperanzas vuelve a enlazarlas. Durante un día se pondrá la manta de caballero que usó para conquistarla, desempolvará los versos y echará garras a exóticas flores verdes. Mas con la medianoche, como en el cuento de los Grimm, se romperá el hechizo.
Ella no podrá pintarse las uñas, por ser un gasto “innecesario”, pagará las cuentas asignadas mensualmente y volverá al aula con la sonrisa plastificada para continuar. Si se enferma debe resignarse a que “esas cosas solo le pasan a ella, por buscarse los achaques”; si cuenta sus vicisitudes en la cola del mercado, debe entender que “ella no sabe lo que es pasar trabajo”; si alguien le avisa del fallecimiento de un pariente, deberá comprender que “con ir a la funeraria no se resuelve nada, la muerte es algo natural”.
María sueña que el mundo no es tan malo, que el amor existe y hasta Dios. No se explica cómo conscientemente sigue el círculo vicioso, cómo la literatura sobre género no le sirve de autoayuda, cómo la pedagogía no le permite educar sus emociones. Busca el detonante y en cada intento fallido sabe que está más próximo el desencadenamiento. Prefiere asumir el episodio como escuela, aunque permanezca en sinsabores. Detrás de cada broma acerca de que todo cuanto ella forja será para otra, intenta suponer que muchas cosas, ahora desconocidas, serán para ella mañana. Espera que las oportunidades realmente existan.
Aprende a desconfiar en los rostros, quien para los demás fluye como manantial de cariño y amabilidad, puede, en acto de posesión y de ira, acusar y lastimar a “la culpable de su mala suerte´”: su pareja.
En medio de sus reflexiones, María rompe de un manotazo el pensamiento, por suerte la idea se ha ido y ahora solo le afecta una tubería que derrama la tan necesaria agua; el niño descalzo, falta del control y afecto paternos; el derroche de electricidad; la guerra, la economía, el mundo de cabeza…
Imagen destacada: Voces (acrílico sobre lienzo), de la artista de la plástica, Isis de Lázaro.