“Wall Street causó revuelo la semana pasada con el lanzamiento de los primeros derivados del futuro del agua. Cotizarán junto con los del petróleo, oro y materias primas como la soja”.
13 de diciembre de 2020
Federico Kucher. Página 12
Imagina por un segundo que se agotan en tu país las reservas de agua. Encara la posibilidad, nada remota, de que sea comercializada bajo el tamiz de progresivos precios, sujetos a la voluntad de los mercados, la bolsa de valores y los decretos de gobiernos que la asumen como un recurso con el que se puede especular, sin que importen los nefastos efectos que producirían estas políticas en el bienestar humano.
Las documentadas disminuciones de los caudales hídricos de valor humano provocadas por el declive de precipitaciones asociadas al cambio climático, los usos del agua con fines industriales o agrícolas, cuyos efectos colaterales se “expresan” desde la fotografía de un agrietado planeta, las largas extensiones de tierras corroídas en zonas desérticas, convertidas hoy en iconos estremecedores de una verdad planetaria, son parte de esa contribución al conocimiento cristalizadas en terminologías y en signos.
Ante esta manta desgarradora —por momentos lapidaria— no faltan las campañas que logran con mayor o menor acierto, “hacer conciencia” sobre la gravedad de un asunto que nos parece distante. Un peligro que le tocará sufrir a “otras generaciones” y, sin embargo, es cada vez más visible en nuestro plural presente.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que para el 2025 la demanda del agua se incrementará en un 56%, cifra que supera las capacidades reales de las que dispone el planeta para satisfacer a una población creciente. Pero el tema tiene otras aristas, rutas que debemos leer con mirada sustantiva para percibir la corporeidad de sus raíces o sus vertientes, que no se calculan en metros cúbicos.
El documental Sed, invasión gota a gota, de la cineasta argentina Mausi Martínez, estimula a transitar por otros derroteros entre los que podemos intuir verdades posibles o rumbos ya transitados por la geopolítica.
Tan solo nos vale —en principio— leer la historia de ese tiempo fraguado por pretéritas guerras de conquistas donde el petróleo y el gas han sido, y siguen siendo, pretexto de campañas desestabilizadoras, de lobby de opinión, de inútiles reuniones de diplomáticos que responden a los mandatos de las multinacionales.
Este filme de acento retórico y fuerza argumental construye un texto tomando como puesta en escena al acuífero Guaraní. Una zona compartida por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay que supera el millón novecientos mil en kilómetros cuadrados de superficie y alberga hoy una de las mayores reservas de agua de valor humano en nuestro acuchillado planeta.
No es casual esa mirada fílmica y ese escenario como espacio simbólico para desglosar una batería de pretextos. Un “tablado” en el que urge poner nuestras miradas para entender la complejidad del asunto y su evolución. Y es que la historia de la conquista por el petróleo y el gas en el Medio Oriente sirve de paralelismo para prever que, en los próximos años, o en tan solo una década, las guerras serán también por el agua.
El documental no trata sobre lo medular que resulta tener una actitud práctica y responsable con el consumo del agua. No es un filme al uso sobre lo urgente que resulta cambiar nuestra relación en torno a los recursos asociados a este capital elemento de nuestro planeta.
Sed, invasión gota a gota, teje de manera “subterránea” otras claves que debemos entender y que superan lo obvio de términos como medio ambiente, cambio climático, energías renovables y otras afines, que conforman ese telar de ideas y claros significados de diálogos cotidianos.
Esta no ficción descansa su puesta en la palabra como eje discursivo ante la casi ausencia de grafismo, de resortes estéticos agregados que en ocasiones visten de riqueza a una obra de marcado acento de denuncia, de alerta previsora.
Sed, invasión gota a gota seduce con ese vestir de palabras que como abanico de lecturas invita a reflexionar sobre las claves que pululan en las diversas capas que distinguen a un esqueleto, que amerita ser vestido con todo su ropaje.
Toma del periodismo —en particular la entrevista— para ser parte de ese dialogo enriquecedor y cautivo. Y no jerarquiza los personajes que confluyen en la obra. Pone de relieve las tesis o pruebas de cada interlocutor, montados sobre una lógica que apunta hacia las fases en las que se mueven los acusados intereses espurios, en una era de construidas acciones desestabilizadoras, gestadas con muchas dianas contra los gobiernos que defienden los intereses de sus naciones.
Cabe significar las aristas presentes en este filme. Entre ellas, el agua como recurso estratégico, las corporaciones que “vuelan” como aves de carroña sobre la superficie de este esencial bien humano, los pretextos de la geopolítica para predecibles acciones guerreristas y el rol de los de siempre, de los grandes medios de comunicación como instrumentos y parte esencial de los protagonistas de este entramado:
El FMI y el Banco Mundial que no dejan de aparecer en cuanto pastel “toca repartir” por el mundo, la ofensiva mediática contra gobiernos legítimos que defienden sus recursos naturales de las fauces de los que se sienten “con derecho” a tomar lo de otros, el adelgazamiento de los gobiernos y el descafeinado de las leyes que protegen sus recursos naturales. Sin olvidar a las organizaciones no gubernamentales, que sirven de avanzadilla o punto de fragmentación para subvertir o deslegitimar las políticas que salvaguardan la soberanía de las naciones.
Todas estas baldas argumentales son parte del tejido de este filme documental, que su creadora ubica o jerarquiza durante el desarrollo del texto fílmico. Una pieza de claros aciertos que debemos leer con acentos y ubicarla en contexto, en tiempos, en escenarios posibles, ante esa virtud del género que nos permite leer un todo razonado. Como ese imprescindible ensayo cinematográfico donde el punto de vista del autor está escrito en toda la pantalla.
Son significativos los sujetos textuales de esta obra fílmica: periodistas, diplomáticos, científicos, líderes sociales y de opinión, políticos o empresarios que confluyen en ese todo de Sed,… para conjugar sus partes de verdad y puntos de vista.
La realizadora los lleva al dialogo cercano, renovador, desprovisto de hojarascas mediocres. Sostenido por una fotografía que no se regodea en encuadres de rebuscada intencionalidad y vanguardismos pretensiosos, la sobriedad y el acento llano es lo que prima en este texto bajo esa necesaria idea de potenciar lo testimonial sobre lo que se dibuja como forma al uso.
Los protagonistas de este filme asisten invitados por la realizadora y, ante un supuesto caos de sustantivos o verbos, incluso adjetivos, transitan por períodos o hechos donde se revelan términos tan peligrosos como “células dormidas”, “guerras preventivas”, “objeto del deseo”.
Una suma de metáforas o palabras que sirven para intuir o acertar por dónde van los cauces de una historia “dormida” y que la autora se ha empeñado en despertar por esa ganada virtud del género documental de compartir ideas, multiplicar el conocimiento, revolucionar los argumentos por encima de lo trivial, lo intrascendente y hacerlo como obra de arte.
En esta pieza de “palabras al vuelo” cada interlocutor de opinión es un denotado músico de una gran orquesta, cuyas notas una vez interpretadas se visten de virtuosismo o relevancia. Sus testimonios responden a la intencionalidad de la cineasta documental, la de significar o denunciar los peligros que arrecian a la humanidad ante la creciente escases de un bien esencial para la vida.
Ficha técnica
Título original: Sed, invasión gota a gota
Año: 2005
Duración: 70 min
País: Argentina
Dirección: Mausi Martínez
Guion: Mausi Martínez
Música: Nico Posse
Fotografía: Mausi Martínez, Vanina Waksman
Productora: Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA)
Género: Documental
Sed, invasión gota a gota (Argentina, 2005) de Mausi Martínez. Documental completo
(Tomado de Cine reverso)