Por Laura Seco Pacheco
Para hablar de locución en Villa Clara, hay que mencionar a Samuel Urquía. No es por desestimar el trabajo de tantos y tantos locutores que ha dado esta tierra bendita, pero para las generaciones más jóvenes, su voz nos resulta demasiado familiar.
Luego de 33 años al aire desde las cabinas de La Reina Radial del Centro, resulta difícil mencionar un espacio radiofónico que no haya contado con su servicio. Un pacto tácito, que por fortuna para los oyentes, no pretende terminar por lo pronto.
—Samuel, cuéntenos de sus inicios en la radio.
—La primera vez que pisé la W fue el 3 de noviembre de 1983 luego de una prueba de aptitud que se hizo en Camajuaní, mi municipio natal. Los que aprobamos, vinimos a un segundo examen aquí con los locutores más destacados de aquella época. Todavía recuerdo el olor de la emisora en ese momento y el alfombrado de los estudios.
«Estuve luego trabajando en la naciente emisora de Caibarién durante dos años y en agosto de 1987 comencé oficialmente en la CMHW».
—¿Por qué la locución?
—Yo aprendí a leer, no excelentemente, pero sí muy bien desde primer grado. Incluso de joven, los muchachos de la cuadra me decían que tenía muy buena voz y jugábamos a ser locutores. Creo que desde entonces empecé a creérmelo. Teníamos una grabadora y yo me grababa, me oía y lo disfrutaba.
«La mamá de uno de mis amigos fue quien me dijo de la prueba de aptitud para el curso de locución. Era en el gobierno de Camajuaní. Fui en mi bicicleta y al llegar vi tantos candidatos que me asusté y seguí de largo. Cuando me iba alejando cambié de idea y regresé. Fue como si me tiraran un lazo que me ató de por vida a la radio.
«Mi abuelo era maestro y me inculcó el hábito de estar informado y quizás eso me ayudó. Yo veía a locutores de Camajuaní y para mí no eran personas normales, me parecían de otra dimensión. Yo era fiel oyente de la W y otras emisoras, me encantaba la radio, participaba en los concursos».
—En 33 años como locutor ha pasado por todos o casi todos los programas de la emisora, ¿algún favorito?
—Yo disfruto todo lo que hago. A mí me gusta incursionar en todos los géneros de la locución, lo cual no quiere decir que todos los haga bien porque creo que ese locutor integral no existe, nos equivocamos diariamente. Nunca he hecho un programa que no me guste. ¿Mis preferencias? Los informativos, los dramatizados y las transmisiones en programaciones especiales.
—Como profesor de varias generaciones, ¿qué características considera debe tener un buen locutor?
—Tú vas a un curso de locución y te dicen que son 16 condiciones que debe tener: la voz, la dicción, la entonación, la fluidez, la personalidad, la correcta respiración, la correcta impostación, la cultura general integral…Yo digo que la voz no es lo más importante. Las voces siempre que no sean desagradables son bienvenidas. Lo mejor sería combinar todas esas aptitudes, pero no creo que sea posible tenerlas todas al 100%.
—¿Cree que el futuro de la locución en Villa Clara está garantizado?
—Creo que hemos pasado por mejores momentos, pero estamos trabajando para formar la generación de locutores que nos sucederán en el trabajo diario. ¿Cuesta trabajo encontrar buenos locutores? Es cierto, pero ahora mismo, por ejemplo, estamos inmersos en un curso con 40 muchachos. Ellos se graduarán, pero creo que un locutor alcanza la madure cuando lleva más de 15 años de ejercicio. Yo sigo aprendiendo. Es una carrera de resistencia no de velocidad.
—¿Si no fuera locutor qué sería Samuel Urquía?
—Ferroviario. Me encantan los trenes. Yo me crie cerca de una estación y disfrutaba y, aun disfruto, el paso de esa mole de hierro, de ese sonido ensordecedor que se escucha a kilómetros, de esa vibración que me estremece. Pero entre ambas profesiones, por supuesto prefiero la locución, cien veces.