La Habana despierta un poco menos despoblada de olvidos. Un suave aroma de salitre y antigüedad asalta sus rincones a la espera de algún incauto que caiga por las grietas de los adoquines hasta empaparse de sus tejidos más sensibles. Una vez allí, en los recodos profundos, la ciudad se transforma en un credo de claridades y sombras bien provistas para aquellos que practican la devoción por lo sublime. Quien conoce a fondo sus ritos y conjuros corre el riesgo de fundirse con ella y no abandonarla nunca.
Esa es tu verdad: Eusebio. La modestia te hizo enamorarte de vidas pasadas para no escatimar esfuerzos en todo lo que podías hacer en esta ¿Acaso te hubieses entregado a la quietud y la indiferencia si pudieras escuchar la versión de estas calles que se aprendieron tus pasos? Sabías bien que la ciudad que se apoderó de tus pasiones jamás te lo perdonaría y con tal de corresponder su amor te uniste a ella.
Ni el papel ni la roca pueden jactarse de contener los vestigios inanimados de la obra que trasciende las fronteras de lo atemporal para dejar tras de sí un legado de memorias que reverdecen junto al paso de las estaciones. Cuando la sequía arrecia, el recuerdo, la palabra y la acción son los manantiales a los que puedes acudir en ese incansable afán de descubrir lo eterno. No solo se reduce a la resignación de ver a los hombres pasar constantemente de un estado a otro de la existencia sino de estampar con el espíritu un sello donde el nombre se convierte en sinónimo de algo más grande que la propia vida.
No se trata de la vanidad que ciega el alma y los sentidos, ni el homenaje por llenar plantillas. Cuando un gigante parte a un sitio más allá de nuestro entendimiento también se yergue a modo de faro moral para indicar caminos a quienes le sucederán luego en la herencia de sembrar maravillas. El mejor tributo lo brinda el agradecimiento y la inspiración que nos conduce a recoger el guante caído y reproducirlo en el mañana. Entonces no hace falta aspirar a estatuas ni mármoles pues el monumento nutrirá sus cimientos constantemente del hombre de carne y hueso que continúa irradiando luz a pesar de la incredulidad de la muerte.
Reconocerás también que no todo fue idilio. Como buen Prometeo que trae en sus manos la llama creadora, recibiste el castigo equivalente a tu osadía. Sin embargo nunca rendiste tus pies llagados para que fueran liberados del sufrimiento, al contrario. Te autonombraste loco y en tu furia por alcanzar lo bello que se te escapaba decidiste que solo había una venganza posible. Adoptaste a esta Habana con sus penurias, sus limitaciones y grandezas para que fuera el escenario donde pudieras soñar despierto a tu imagen y semejanzas. No faltó quien te llamara Judas o falso profeta, pero tu ilusión nunca fue alcanzada por algo que no fuera la suma y reflejo de esa porción de la humanidad que ama y crea.
Si la Habana se siente incompleta ahora es porque supiste llenarla con la cadencia del verbo o la clarividencia de tus visiones. Como todo ha de regresar ahora mismo la habitas en otros cuerpos, otros nombres, otras dimensiones. Reposa en paz por ahora pero ten presente que el tiempo no se detiene y la historia debe continuar.