Para decirlo con los miembros del jurado del Primer Festival Nacional Virtual de la Prensa en Cuba, los proyectos presentados por el colectivo del semanario Escambray, logran una transformación integral de las rutinas productivas, con una destacada incorporación de la agenda pública a la agenda mediática.
Sin embargo, ¿acaso no son esos los elementos que deben primar en cualquier publicación periódica?
La respuesta es obvia. Por eso, quizás, aunque la periodista espirituana, Dayamis Sotolongo, también pensó en la posibilidad de que Escambray obtuviera el premio, luego creyó que no eran merecedores del reconocimiento.
El argumento está en estas palabras: “El Festival demostró que el ecosistema de medios públicos de la Isla no es estático, sino que se está innovando y pensando la comunicación desde la articulación de las agendas mediáticas con las públicas. Escambray transita también por ese camino, sin que nos embargue la conformidad de creernos unos consagrados”.
Nos queda un buen trecho por recorrer —escribe Dayamis. Y en ese recorrido —como apuntaron los miembros del jurado— ya destacan el surgimiento de nuevas secciones y productos “que dan cuerpo a la integración multimedial y la incorporación colectiva a la producción periodística para los diferentes formatos de salida del medio”.
Como proyecto matriz —precisa Enrique Ojito, Premio Nacional de Periodismo José Martí 2020— Escambray concibió el nuevo modelo de gestión editorial, respuesta concreta a los pronunciamientos del X Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) y a la exhortación que formulara el entonces vicepresidente Miguel Díaz-Canel en visita a la Redacción en enero de 2016.
¿Dónde está la novedad?, pregunta Ojito, ante lo cual aduce que no cree abunden las organizaciones mediáticas cubanas que gestionen su producción editorial en la práctica a partir de un modelo proyectivo, sustentado teóricamente, como ocurre en Escambray.
“Impacto de la implementación del modelo de gestión editorial del periódico Escambray” se apoya en una sólida base metodológica que consigue apropiarse de la producción científica de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
Particularmente —detalla Ojito— la tesis doctoral “Bases teóricas, metodológicas y prácticas para una gestión editorial en organizaciones mediáticas cubanas de prensa impresa”, de Yoelvis Lázaro Moreno, nos abrió los caminos como Elegguá.
Y es cierto. Escambray fue parte del estudio de casos múltiples al que apeló Moreno para la constatación práctica del objeto de análisis, sobre el cual “propuso una novedosa integración conceptual y operativa para el estudio de la gestión editorial, resultando muy valiosa en la concepción del necesario modelo”.
En la conformación de ese proyecto intervinieron también otras tesis de maestría y de doctorado, cuyos anclajes teóricos y evidencias empíricas —como precisa el documento enviado para la evaluación del jurado— posibilitaron, primero, determinar el modelo actuante y, después, elaborar un modelo proyectivo, con fundamentos comunicológicos y deontológicos, implementado a partir de 2018 y aplicable a otros medios dada su flexibilidad.
Los resultados son medibles a partir de la habilitación de acciones diagnósticas, de planificación, a favor de la elaboración de productos comunicativos y evaluativas, las cuales han permitido, por ejemplo, el análisis de la agenda mediática, el reordenamiento de las temáticas para la cobertura habitual por periodista, la proyección editorial a corto, mediano y largo plazos y la creación de equipos multidisciplinarios que asumen distintos proyectos editoriales.
“Escambray: del linotipo a la comunicación transmedia” y “Corrupción administrativa y delitos económicos: de los vacíos informativos a la respuesta editorial” son los otros dos proyectos presentados, que también —recuerda Dayamis Sotolongo— tienen como punto de partida las propias rutinas productivas de la organización periodística y el modo en que se trabaja día a día.
Ojito ilustra esa idea cuando responde que era imprescindible determinar el impacto del nuevo modelo de gestión editorial, “‘Escambray: Del linotipo a la comunicación transmedia’, de las periodistas Lianny Pérez González y Mirelys Rodríguez Hernández, surgió de la necesidad de mejorar el posicionamiento de la marca Escambray en la era de la convergencia”.
Por primera vez en el semanario, fue desterrado el empirismo para la gestión de contenidos en diferentes espacios y se utilizaron herramientas transmedia para la producción y socialización de contenidos.
Uno de los principales resultados ha sido la creación del noticiero VisionEs, pensado originalmente para YouTube, pero accesible en el sitio web y demás redes sociales institucionales.
Visiones está estructurado en dos bloques informativos y posee secciones como “De buena tinta”, dedicada a promocionar los mejores materiales previstos para su publicación en la edición impresa.
También se ha fomentado la relación directa entre el semanario y sus públicos con la distribución de contenidos en diferentes formatos (encuesta semanal, entrevista online, sección La columna del navegante, La esquina de Escambray en video y podcasts para el tratamiento de asuntos socioculturales).
Con el tercer proyecto que partió de una tesis de maestría, cuyo autor fue Enrique Ojito, el propósito estaba en implementar una propuesta para la construcción de la agenda de Escambray acerca de la corrupción administrativa y los delitos contra la economía, desde la actuación de los emisores: periodistas y ejecutivos del semanario.
Una vez diseñado y presentado al equipo del medio, comenzó a aplicarse desde el 2014 hasta la fecha y actualmente cuenta con la publicación de 38 productos comunicativos.
Aunque Liannys, Mirelys, Enrique, Dayamis, y Juan Antonio Borregos, quien es el director del semanario, hayan sido los representantes de los proyectos, Escambray es una creación colectiva.
Así también lo cree Dayamis Sotolongo al asegurar: “los resultados que hoy puede exhibir el periódico no llevan el nombre de una sola persona sino de un equipo que se desvela por mejorar cotidianamente su gestión editorial”.
Y así mismo opina la subdirectora editorial, Giselle Morales Rodríguez, cuando confirma que una idea puede surgir del análisis sosegado e íntimo de un reportero, de la Jefatura de Información o de los diferentes espacios de socialización existentes en el medio, pero se va enriqueciendo con los puntos de vista de diseñadores, editores y creadores audiovisuales.
Al final todos coinciden en una idea que Dayamis resume: “El Escambray de este 2020 difiere del de los años precedentes. Este es un medio mucho más transmedial, que si bien no desestima su obra anterior se reconfigura y se modela a tono con el entorno mediático actual. Es un medio más interactivo, participativo, dialogante que sigue apostando por tener en el centro de toda su producción, sea en el canal que sea, a quienes nos leen y también, desde hace meses, nos ven”.