Sin aspirar a una perfección absoluta que no existe, puede afirmarse sin dudas que la juventud cubana no solo ha alcanzado reconocidos niveles educacionales y laborales, sino que es una juventud visiblemente alejada de los vicios, las drogas y cualquier otra forma de comportamiento aberrante o corrupto.
No es casual que los enemigos de la Revolución dediquen sistemáticamente su tiempo y cuantiosos recursos a intentar penetrar con planteamientos retorcidos, afanes comunistas sin sentido y confusión de ideas a sectores de la juventud en vana pretensión por desviarlos del camino de la Patria, la honradez y la decencia.
En Cuba llevamos a cabo un diálogo de generaciones que siempre ha sido un ejercicio de la dirección revolucionaria, pero se hace indispensable en estos momentos cruciales de aplicación de los Lineamientos de la Política Económica y Social de la Revolución, la actualización del modelo económico socialista cubano y otras disposiciones encaminadas a acompañar esta etapa histórica en que las nuevas generaciones pasan a jugar un papel más relevante y ocupar más importantes responsabilidades.
No olvidemos que, además, en nuestro entorno más cercano –América Latina y el Caribe— tiene lugar un cambio de época, viviéndose diversos procesos nacionales de transformación socioeconómica y política y un gran proceso de unión e integración, no sin lucha frontal contra el imperialismo norteamericano y las oligarquías locales asociadas, que tratan de frústralos a toda costa. Son numerosos los contingentes juveniles que están incorporados a los procesos y que requieren también beber de las experiencias anteriores para enfrentar los combates presentes.
Aprovecho la oportunidad para exponer algunas de las ideas acerca del diálogo que venimos sosteniendo con las jóvenes generaciones, y las incertidumbres y certezas referidas a la eficacia de esta iniciativa y de cómo logramos involucrar a los más jóvenes en la tarea clave de que asuman los retos que colocan ante nosotros los tiempos venideros en que vivirán nuestros hijos y sus descendientes hasta bien entrado el siglo XXI.
Ahora es necesario trabajar por que las nuevas generaciones se incorporen al diálogo. Estamos particularmente interesados en ello debido a que la generación a la cual pertenezco cuenta con un caudal de experiencias acumulado durante la centuria que finalizó. En mi caso, como fundamento de ese trabajo, dispongo de una documentación que he ido conservando celosamente sobre la Revolución de Fidel, así como numerosos trabajos, artículos y conferencias en los que abordo la necesidad de ese diálogo de generaciones con los que llegaron después de nosotros y aun con los que vendrán en un futuro más lejano. A todos debemos y queremos trasladarles las experiencias de la Revolución del Moncada y el Granma que se inscriben en lo que he llamado “cultura de hacer política“, a lo largo de más de medio siglo y explicar mucho de lo ocurrido durante esta etapa, ayudando a repetir aciertos y a evitar errores.
El diálogo de generaciones favorece la convivencia cotidiana, constructiva y responsable, necesarias para el proyecto de nación al que aspiramos y por el cual son ya varias las generaciones de cubanos que han consagrado su sacrificio sin límites y su esfuerzo heroico en los más diversos planos y aún en las más difíciles circunstancias.
Rescatar, ante todo, la memoria histórica para analizarla a la luz de las realidades presentes y extraer las conclusiones más adecuadas al momento actual del país y del mundo. Fusionarlas de este modo y articular los imprescindibles vasos comunicantes intergeneracionales que han caracterizado a la historia de Cuba desde los mismos instantes forjadores de la nacionalidad.
Enfrentada siempre a los grandes poderes coloniales o neocoloniales que intentaban que cuajara nuestra identidad nacional, pocas veces un país pequeño luchó tanto por salvar ese tronco, sin dejar de tener en cuenta las raíces.
Publicado en revista Bohemia, 21 de agosto de 2015
Recuadro
Su primer acercamiento a la obra de Martí ocurrió durante su infancia, desde entonces aprendió a amarlo y admirarlo. Luego el doctor Armando Hart resultó un estudioso del pensamiento y el quehacer del Apóstol. Fue junto al Comandante en Jefe creador del Centro de Estudios Martianos en 1977, y a través de las páginas de la revista Bohemia, en su columna Honda Martiana, se tornó el periodista que abordó más profundamente, desde 2006 hasta su deceso en 2017, cada arista de la obra del Maestro.