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Lecturas en pandemia

¿Qué ha sucedido con la lectura en Cuba y el mundo durante los periodos de aislamiento social impuestos por la pandemia de Covid-19 desde marzo y hasta la actualidad?

Algunas encuestas internacionales e investigaciones realizadas por medios de prensa han destacado que el número de lectores frecuentes se ha incrementado durante el encierro vivido. Incluso hay quienes plantean que esto pudiera tener un efecto positivo a largo plazo.

El blog Global web index lanzó esta pregunta: ¿Qué hace la gente en sus casas como consecuencia de la COVID-19? La lectura de libros o audiolibros ocupó el tercer lugar con un 34 por ciento de los encuestados, después del uso de las aplicaciones de mensajería y el visionaje de series y películas.

En Cuba  el  Director del Observatorio nacional del libro y la lectura,  Enrique Pérez Díaz, ha dado seguimiento al tema. Pérez es un  escritor de literatura infantil y juvenil y se formó como periodista en la Universidad de La Habana. Aunque la entidad no ha llevado a cabo aun un estudio in situ y con un público en específico, exploraciones preliminares le permiten afirmar que se aprecia un evidente interés y aumento en los índices de lectores, en correspondencia con lo experimentado en Cuba en las últimas décadas.

Los tiempos de COVID 19 —opina Enrique Pérez— nos han hecho reformular muchos conceptos en torno a la vida, al trabajo, a la lectura y en especial en este tema que ha sido tan debatido, de si se lee más o si se lee menos, si se lee de una mejor manera, si se lee de una forma distinta.

“Yo creo que, como en muchos países del mundo, en Cuba ha habido un incremento de los índices de lectura.  Es evidente que la preocupación por la lectura  se hace cada vez más asidua, más frecuente en las redes sociales, sobre todo Facebook, Twitter, Instagram, donde muchas personas están compartiendo conocimientos, habilidades, saberes, técnicas  sobre los modos de leer y libros en concreto.

“El tener que haber emigrado desde las plataformas reales  de la promoción de la lectura  hacia los espacios virtuales obviamente nos conecta de alguna manera  con las nuevas generaciones que ya venían gestionándose por sí mismas esta serie de contenidos.”

El debate en torno al tema ha dejado atrás lo que ya hoy parece una simple polémica, es decir, si la lectura se realiza sobre formato impreso o digital. La mayor preocupación podría estar ahora en si los lectores tienen o no una postura crítica ante lo que consumen o suficiente formación para saber elegir qué leer o discernir sobre el valor de lo que leen. El catedrático español Gonzalo Ordóñez, uno de los invitados a Ulibro 2020, planteó hace poco que “la generación actual prefiere un estilo más visual, menos trascendente y casi que presidido por la inmediatez de las redes sociales”.

Enrique Pérez hace tiempo tomó partido por el libro digital: “Soy un hombre de sesenta y pico de años con espíritu de milenial. Pero, creo que lo importante es qué se lee, cómo se lee, con qué frecuencia  se está leyendo y qué se busca leer.”

“Creo que en eso se ha ganado mucho en los últimos tiempos. Las personas pueden ver o leer millones de cosas  pero hay que tomar en cuenta que no sólo la lectura es la lectura literaria. La lectura es todo. Cuando estás leyendo un póster, un subtítulo, un cartel, una valla, estás leyendo, te estás informando. Hay muchos tipos de lecturas. Claro  tradicionalmente por el concepto un poco  burgués que se tenía de la lectura, que era prioridad para personas con un nivel  y con un nivel también adquisitivo, se confiaba más en la lectura en los libros de bellas letras. Pero ahora no, ese concepto se ha revolucionado.”

Según Pérez, el Centro Regional para el Fomento  del Libro y la Lectura en América Latina y el Caribe ha corroborado a través de sus investigaciones que los jóvenes sí están leyendo. Al también editor cubano le preocupa más si las personas de la tercera edad, que  tuvieron una formación diferente, están leyendo menos.

“Creo  que la lectura digital supone también una manera diferente  de leer por todas las posibilidades que da. Todos los jóvenes que en Cuba hemos entrevistado durante la Feria Internacional del Libro, manifiestan que leen en las dos maneras y que, por supuesto, leen en el formato digital  por todas las alternativas que el mismo les permite, porque acceden a bibliotecas que de otra manera no tendrían por  el tema del derecho de autor, de la difusión literaria, de los circuitos de la distribución de la literatura, en los cuales no siempre Cuba está insertada.”

En La Habana el Centro cultural Dulce María Loynaz, que en 2020 cumplió 15 años, ha realizado una sistemática labor en la promoción de la literatura propiciando espacios de reflexión y debate en torno a estos temas, pero vale preguntarse en qué medida sus esfuerzos impactan en el estímulo a la lectura.

El joven escritor Josué Pérez, actual director del Loynaz,  afirma que es muy difícil  medir el trabajo cultural en una institución como esa: “en los espacios  habituales que conforman la programación mensual  de nuestra institución, sí nosotros podemos medirlo, con encuestas, y los hemos hecho  con  el público asistente, con los propios coordinadores  y por ahí nosotros logramos saber  cuándo un espacio se está agotando, cuándo debemos nosotros cambiar hacia otro nivel  o recesarlo por un tiempo  y comenzar más adelante con otras intenciones.

“Ya en otro tipo de trabajo donde nuestra institución tiene un alcance mucho mayor en el tiempo, nos es más difícil. Los procesos culturales, como sabemos, cuando se estancan  solo pueden verse en el tiempo  y también cuando son exitosos tienen resultados a largo plazo. Premios como Pinos Nuevos o como las Becas de Creación Dador, tienen un resultado tangible, donde sí podemos tener al alcance de la mano su  impacto porque vemos la calidad de esos libros.

“Aprovechando este impás que nos ha dado la COVID, estamos trabajando en un reanálisis del sistema de premios nacionales,  en los últimos años hay una tendencia a modificar las bases, etc. Tenemos una referencia bastante acertada en cuanto al trabajo metodológico, pero nos sigue siendo muy difícil poder medirlo todo.

“Por ejemplo,  en el caso de la crítica, nosotros tratamos de acercarnos con una visión más lograda  de la crítica en nuestro país, en los eventos que hacemos sobre crítica, con los principales críticos del país, con escritores. El año pasado hicimos Punto de Partida y generó una serie de debates intencionados por nosotros”

Hace 100 años con los índices de analfabetismo que existían en el mundo, la lectura era muchas veces considerada una actividad elitista. Sin salirnos del espacio cubano, bastaría mencionar el irrisorio  acceso a la literatura como bien cultural en Cuba hace 60 años, antes de la Campaña de Alfabetización, cuando la edición y publicación de literatura cubana o universal eran marcadamente escasas.

Muchos críticos acérrimos de internet y las redes sociales, plantean que en la actualidad la lectura  de libros, como placer o superación personal, vuelve a ser una actividad elitista, limitada al ámbito de los propios autores o especialistas en literatura, ahora debido a que ha sido desplazada por otros medios.

El escritor y editor Josué Pérez considera que en el mundo una gran parte de la literatura sigue siendo elitista y eso tiene que ver con el mercado del libro, con los precios de un libro que siguen siendo altos. Y añade: “Nosotros miramos por ejemplo las  ferias internacionales y vemos que muy pocas son ferias populares  donde asiste una gran cantidad de pueblo. No es el caso de la Feria de La Habana  que es una feria altamente popular. Tiene que ver conque el libro en Cuba es muy subsidiado, el precio de un libro no tiene nada que ver con el precio de su producción y es la política de más de 60 años.

“El primer acto cultural más grande  de la Revolución cubana fue la Campaña de Alfabetización y posteriormente siguieron una serie de inversiones y de políticas que iban al fomento de la lectura: la creación de la Imprenta nacional de Cuba, el Instituto Cubano del Libro, las editoriales nacionales y del sistema editorial cubano que incluye ediciones territoriales que este año están cumpliendo 20 años.

“En este sentido es muy favorecida la lectura en Cuba. Existen otros problemas que tienen que ver con los niveles de lectura a nivel mundial, son problemas que están en todos los países. Es indiscutible que ha habido una disminución de los niveles de lectura como tradicionalmente lo veíamos. En ese sentido en Cuba existen sus particularidades y nosotros las estamos asumiendo, estamos tratando de identificarlas todas pero no tienen nada que ver conque exista una tendencia elitista hacia la lectura.

“Nos toca seguir defendiendo,  y estoy seguro que la Revolución lo hará, la lectura como un derecho de todos.”

Galardonado en 2020 con el Premio Internacional de cuento Julio Cortázar, el escritor cubano Rogelio Riverón  se llevó el codiciado lauro con el texto Polvo Gris sobre los Párpados,  un cuento  acerca del miedo y también de la percepción de la realidad. Forma parte de un libro en preparación y podrá ser leído en la revista literaria La Letra del Escriba.

Riverón reside a una cuadra de la casa-museo José Lezama Lima, sin embargo le sobrecoge la idea de entrar en lo que considera casi un templo de la literatura cubana. El sitio fue visitado por el autor argentino Julio Cortázar quien profesaba gran admiración por el autor de Paradiso, un sentimiento que fue recíproco hasta la muerte de ambos.

Precisamente sobre la incertidumbre ante los lectores reflexionó el argentino en sus Clases de literatura, en Bekerley, 1980. Dijo que “al principio escribía para el tipo de persona que a su vez escribía para gente como yo…Durante años escribí sabiendo que seria leído. Esperaba que se me leyera, pero ¿quién me iba a leer? No tenía una idea precisa y sigo sin tenerla. Creo que si un escritor apunta a un sector determinado de lectores está quitando fuerza a su trabajo, lo está condicionando, llenando de determinadas exigencias…”

Al respecto apunta Riverón que “todos somos capaces de coincidir en la desventaja actual de la lectura  en relación con el audiovisual, incluso desde hace tiempo en nuestros propios medios se repite una frase muy infeliz  que afirma que una imagen vale más que mil palabras. En todo caso habría que precisar ¿en el periodismo de guerra? Puede ser. Cuando se reporta un hecho  dramático, es posible.

“Pero me gustaría preguntar cuál es la imagen que vale más que las mil palabras en los Diarios de José Martí o cuál es la imagen que vale más de mil palabras de la Elegía a Jesús Menéndez, de Nicolás Guillén o en los Sonetos a Cristo, de Dulce María Loynaz. De modo que la lectura nunca ha sido un fenómeno de masas por demasiado tiempo pero tiene su ritmo, tiene su propio modo de ser llevada a cabo y aporta unos valores espirituales que difícilmente se encuentren en otro tipo de  arte.

“Yo como escritor nunca he escogido a ningún tipo de lector. No margino a mis lectores posibles, pero tampoco me preparo para ellos, debe de ser mi desventaja. Trato de que me lean pero bajo mis propias condiciones, de modo que no llevo a cabo estrategias para ser leído y muy pocas estrategias promocionales porque no me siento un virtuoso de mi propia condición.”

En estos tiempos de pandemia y haciendo uso de las redes sociales para promover la labor del Centro Cultural Dulce María Loynaz, su director Josué Pérez compartió una cita de Virginia Woolf: “Estoy leyendo seis libros a la vez, la única manera de leer, ya que estarás de acuerdo conmigo en que un solo libro es como una única y solitaria nota musical y para tener la melodía completa se necesitan diez notas que suenen al mismo tiempo.”  Como era de esperar tanto él como Riverón y Enrique Pérez, ya sea en libro impreso o en formato digital, están llevando varias lecturas a la par y sugieren a quienes se asomen a este diálogo, entre otros volúmenes, el Diario de Campaña de José Martí, El Hombre sin Atributos, de Robert Musil y Caballería Roja, de Isaak Babél.

Por su parte, desde el Observatorio de libro y a lectura, Enrique Pérez afirma que “en general se debería tratar de que a todo el que se le quiera contaminar el hábito de la lectura se le muestre como un placer, como algo que le va a abrir un mundo, un universo espiritual increíble, la posibilidad de viajar a sitios donde antes no pudo hacerlo por sus propios pies porque eso nos permite la lectura: viajar en las épocas, romper la frontera, cruzar la geografía, desarrollar la imaginación, la fantasía.

“Creo que me falta, como a tantos, mucho por leer, porque la literatura cubana es muy rica y lo digo en sentido general. Se están produciendo muchas corrientes, muchas temáticas, en todos los narradores, en los poetas, en los dramaturgos. Uno nunca encuentra el tiempo suficiente para leer y ese es el dilema de todos los lectores, el tiempo es infinito pero a la vez se nos agota.”

(Versión escrita del programa de TV Entrevista, de Cubavisión Internacional).

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