Los estadounidenses irán el próximo martes a las urnas a elegir al presidente y vicepresidente de la nación, a los representanes del Congreso y a un tercio del Senado, así como a otros cargos públicos. Pareciera una obviedad pero demócratas y republicanos no son los únicos que postulan candidatos; sin embargo, una interrogante nos queda: ¿existe posibilidad real de que otro candidato diferente a Donald Trump o Joe Biden de una sorpresa en las urnas?
Entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos podemos encontrar desde un reguetonero, un luchador sindicalista, un comunista y otras personalidades estadounidenses. A no pocos le sorprenderá esto, y de antemano aseguramos que no es una noticia falsa o una broma. Junto a Donald Trump y Joe Biden, una veintena de personas, son –ahora mismo– candidatos a la presidencia de Estados Unidos y participarán en los sufragios.
No se sobresalte por el desconocimiento: desde 1852, todos los presidentes norteamericanos han pertenecido a solo dos partidos: el republicano o el demócrata; aunque existen otros, los conocidos como terceros, que también nominan candidatos presidenciales con regularidad.
El Partido Libertario obtuvo cuatro millones y medio de votos en las presidenciales de 2016. El Partido Verde se hizo con un millón 457 mil sufragios ese propio año. Otros ocho millones de votantes se decantaron por organizaciones políticas diferentes a las anteriores; pero lo cierto es que NO son muy conocidos, porque el foco mediático está en la maquinaria republicana y la demócrata que este año gastarán en la campaña alrededor de 11 mil millones de dólares, un gran negocio para los dueños de medios de comunicación y de publicidad.
Para los partidos pequeños gastos de ese tipo: publicidad electoral, televisión o propaganda en Internet son una quimera. Votar por esas organizaciones es visto como una mera acción de protesta porque de antemano se sabe que NO ganarán.
El autoproclamado país de la democracia, en realidad, solo deja espacio para demócratas o republicanos, y ya sabemos que se diferencian poco. La capacidad de que terceros partidos lleguen a puestos decisorios en los cargos electivos, sobre todo a nivel federal, se limita prácticamente al bipartidismo tradicional.
Para hacer carrera política los candidatos independientes muchas veces tienen que hacer concesiones y afiliarse a plataformas con las que tienen profundas diferencias de criterios. Uno de esos casos es el senador Bernie Sanders, quien se considera independiente, pero tuvo que registrarse como demócrata para poder aspirar a la presidencia de EE.UU. La representante por Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, y una de las más célebres integrantes del ala progresista del Partido Demócrata, ha declarado que en cualquier otro país del mundo ella y Joe Biden estarían en organizaciones diferentes.
Otro factor que contribuye al bipartidismo es el hecho de que cada Estado tiene sus propias reglas para inscribir candidatos, por lo que hay una amplia gama de leyes que privilegian –¿adivinen?– a demócratas y republicanos. El sistema político estadounidense está diseñado para ser dirimido entre liberales y conservadores, y sin espacio para más.
Para las presidenciales, en 48 de los 50 estados, el candidato ganador –por mayoría simple– obtiene todos los votos del Colegio Electoral en ese territorio. Por eso desde el 2000, en dos ocasiones el presidente ha ganado el Colegio Electoral y ha perdido el voto popular nacional. Recordarán que Hillary Clinton obtuvo casi tres millones de votos populares más que Trump, pero el ganador fue el actual mandatario, y todo gracias al diabólico mecanismo del Colegio Electoral…
Se les hace creer a los ciudadanos estadounidenses que eligen al Presidente, cuando en realidad no es así, sino que votan por los miembros del Colegio Electoral y se llega a la Casa Blanca con 270 de los 538 delegados del Colegio.
En 1992 el candidato Ross Perot se postuló de forma independiente a la presidencia y recibió el 19 por ciento del total de los sufragios del país, pero no ganó un solo voto electoral.
Gane quien gane el martes, no habrá cambios en el sistema político estadounidense, anquilosado, pero funcional a los intereses del poder…