Un famoso periodista y escritor cubano del siglo XIX, Alejo Carpentier, dio varios calificativos muy acertados, al considerar al periodista, un cronista de su tiempo y un escritor en caliente…Pero hay más, le llamó también, una forma de historiador y sobre todo, el que cuenta la lucha heroica de cada día de su pueblo.
Gracias Carpentier…Sirvan sus palabras para amasar un poco la obra pintada en letras, acciones, imágenes, palabras y sentimientos cotidianos la batalla de todos los periodistas cubanos, en sus diversas modalidades de los medios, ante el tradicional vecino hostil y el nuevo coronavirus Covid19.
Toda experiencia parece poca a los más avezados en el ejercicio de los años contra diversas enfermedades, provocadas por agresiones de diferentes tipos, armadas o plagas para tratar de aniquilar los sueños del pueblo cubano. Sabemos muy bien de donde han venido, vienen y deben seguir viniendo los peligros, por las medidas y amenazas más recientes. Hemos aprendido a batirnos entre riesgos, peligros, amenazas.
Tenemos la responsabilidad de continuar con la precisión de un reloj, minuto a minuto, contando la gran historia de la pandemia del 2019. Cuando los años pasen y sumemos nuevas victorias podremos valorar cuántas cosas descubrimos y aprendimos en esta historia los periodistas cubanos y los trabajadores de la prensa… Hemos conocido tanto de la profesión como de la vida en sí misma para ser mejores profesionales y personas.
Me permitiré compartir una mínima reflexión…Cuando cada día una joven periodista toma de la mano a su pequeña hija, en cualquier lugar de Cuba, le mira las estrellas brillantes de sus ojitos y le hace recomendaciones de protección para cuidarse de la terrible enfermedad de la Covid 19…Luego se recriminaría por no encontrar nunca las palabras adecuadas…
La niña le responde siempre, sí mami, sí, yo sé, pero le parecían insuficientes para calmar su preocupación. Todo se tornaba entonces gris a pesar del día claro, con un cielo azul transparente y el sol radiante del verano cubano del año 2020…Se alejaba rápidamente sin mirar hacia atrás…Si no se apuraba perdería el transporte, incumpliría el compromiso con su centro de trabajo y perdería la posibilidad de participar en un hecho histórico: el comienzo del ensayo de una vacuna contra la terrible pandemia.
Desde el comienzo de la enfermedad en Cuba, el 11 de marzo 2020, había visitado centros de aislamiento y hospitales; compartido la angustia de enfermos, familiares, las preguntas de los vecinos y las preocupaciones del personal de la salud por sus pacientes de todas las edades…Habían transcurrido varios meses…Se había familiarizado con el lenguaje de los especialistas y pensaba en cómo hacer en cada ocasión un trabajo profundo, capaz de llegar a la comprensión y sensibilidad de todo un pueblo, frente a un enemigo invisible, fuerte, criminal, acechando un descuido, una ocasión para el ataque.
Como expresa el diccionario de la palabra PROEZA, hay que tener valor para dejar una pequeña al cuidado de otros, valentía para compartir la zona de peligro donde están los enfermos y después reflejar de una manera inteligente, científica y humana la hazaña de médicos y todo un pueblo.
Tú, PERIODISTA, desde la Punta de Maisí al cabo San Antonio, seguirás pensando en cómo hacer de la obra cotidiana un hecho extraordinario, con las manos unidas con los que hacen posible un periodismo de verdad para tu pueblo. Sin pensar si hiciste o no una PROEZA LABORAL.
Me he sentido bien identificada con esta historia. Gracias profesora Irma, por todas las enseñanzas. Lo que aprendí, lo que descubrí y lo que luego incorporé en los años posteriores a mi graduación, tienen un origen, una cuna: aquella pequeña escuela llamada Noticiero Juvenil que usted conducía. La admiramos siempre.
Gracias, Gisela