A pesar de las adversidades impuestas en el sector de la cultura por la pandemia de la Covid-19, debido a la cual las instituciones de este sector se vieron precisadas a cerrar sus puertas para evitar la propagación del temible virus, en el Museo Casa Hermanos Troncoso, en el municipio pinareño de Los Palacios, la vieja casona donde se encuentra ubicado no dejó de recibir el calor de sus trabajadores, los que se organizaron para cada día revisar y mantener limpios los bienes que allí se atesoran.
Ante la nueva normalidad orientada por las autoridades sanitarias, a principios de agosto el centro reabrió para volver a recibir a los visitantes, entre ellos a los numerosos niños de las diferentes escuelas de ese territorio, quienes han hecho suyo este lugar donde están en contacto con la historia y la cultura local y nacional.
Allí se desempeñan siete mujeres que han convertido a la institución en uno de los principales proyectos de la cultura en ese municipio con una población ascendente a unos 39 mil habitantes distribuidos en 26 asentamientos, de los cuales cuatro son urbanos: Paso Real de San Diego, Paso Quemado, San Diego de los Baños y la ciudad cabecera. En el Plan Turquino están localizados los poblados de Las Yeguas y La Güira.
“Nuestra labor se extiende a todos esos lugares de nuestra accidentada geografía, en los que hay 32 escuelas de la enseñanza primaria y secundaria en las que hacemos visitas dirigidas con piezas que atesoramos aquí, además de conversatorios sobre la historia nacional y local, entre ellos los relacionados con los mártires que rememora esta edificación construida en 1830, la cual tuvo varios usos, entre ellos, cuartel de la guardia civil española, antes de ser morada de Enrique —que nació aquí el 30 de agosto de 1938— y Adrián Troncoso, venido con anterioridad al mundo en otro barrio de Los Palacios, el 31 de agosto de 1930”, dijo Ana Gloria Crespo, licenciada en educación y directora de la entidad desde hace unos diez años.
Ambos fueron asesinados por los esbirros de Batista hace 62 años. Adrián, el mayor, fue ultimado el 4 de abril de 1958 durante los preparativos de la Huelga de Abril en Santiago de Cuba; y una semana después, en las minas de Moa, Enrique fue vilmente liquidado.
Sin embargo, en este museo que perpetúa sus memorias existen escasas pertenencias de ellos —una mesa, un reloj y una manilla de Enrique, así como unas pocas fotos de la familia—, “ya que sus padres donaron casi todo su patrimonio a los centros de trabajo y escuelas que llevaban el nombre de estos heroicos jóvenes”, explicó Ana Gloria.
Sería bueno solicitar esos objetos entre las empresas que los atesoran, con el fin de enriquecer la colección de este emblemático sitio de la Calle 21, entre 28 y 30, número 2802, donado al Estado cubano en el año 1980 por Sol Ángel —veladora—, hermana de Enrique y Adrián, cuando en todos los municipios se crearon las diez instituciones básicas de la cultura.
Las cuatro técnicos: Gloria Miranda (investigadora); Beatriz Argos (inventario); Tatiana Contreras (animación socio cultural); Yoslaidy Camargo (registro y atención a monumentos), todas graduadas en alguna licenciatura afín; más la otra veladora, María Julia Zayas, y la auxiliar general, Dulce María Iglesias, cuidan con esmero —con el apoyo de dos custodios— los bienes que se conservan en este museo inaugurado el 30 de diciembre de 1980. A pesar de las dificultades y las carencias —sobre todo de una computadora que les facilite su mejor desempeño—, ellas realizan numerosas actividades, entre ellas las relacionadas con la atención al adulto mayor; la educación estética; el conocimiento de la vida y la obra de José Martí; la realización de un club de tejedoras y la celebración de importantes efemérides.
La instalación cuenta con cuatro salas: época de la colonia; las luchas por la independencia nacional desde 1868 hasta 1959; economía y sociedad; y la transitoria, las cuales son visitadas por unas 500 personas —en su mayoría estudiantes— todos los meses. En esta última se exhiben diferentes obras de creadores locales, en su mayoría aficionados de las artes visuales y la artesanía artística,
“Nuestro colectivo es un ente vivo de la comunidad, por tal motivo le adjudicamos especial atención a las actividades de extensión y animación en los barrios, poblados y caseríos, sobre todo a aquellos integrados al programa especial del Plan Turquino”, dijo Ana Gloria, quien precisó que entre los objetos extraños poseen una pieza única, inexistente en otros museos, consistente en una desnatadora sueca para hacer mantequilla de inicios del Siglo XX.
Entre los objetivos del museo se encuentran, además, investigar, difundir y exponer los testimonios materiales del hombre y su entorno para la educación y el entretenimiento del público.
Este centro, como todos los de su tipo en Cuba, está al servicio de la sociedad. Actualmente, y con el fin de evitar rebotes del nuevo Coronavirus, algunos de sus especialistas laboran mediante el sistema de “empleo a distancia”, mientras que han organizado un plan de trabajo que alterna su presencia en el centro para evitar la reunión de todo el grupo, en tanto las visitas se mantienen con sostenido celo en la higienización de las manos, la distancia entre personas y el uso del nasobuco de los que allí arriban.