“Yo nunca fui un poeta profesional sino un hombre como otro cualquiera que, de vez en vez, hacía versos para purgarse el espíritu y daba en ellos un poco o mucho de sí”, escribiría en 1951 el notable bardo, profesor, crítico y periodista cubano José Zacarías Tallet (1893-1989), reconocido en Cuba como una de las figuras más eminentes de la poesía contemporánea y uno de los precursores del tema negro y social en dicho género.
Nacido en Matanzas un 18 de octubre, hace 127 años, Zacarías Tallet procedía de una familia pequeño-burguesa. Su adolescencia y juventud transcurrieron entre los aires de provincia y el hallazgo de la literatura como esencia y forma de expresión más íntima. Fue entonces que viajó a Estados Unidos acompañando a su familia y empezó a estudiar Comercio, más urgido por el sentido práctico de sus ascendientes que por verdadera vocación. De vuelta a la Isla y con el decurso de los años, ejerció como cajero, secretario, mecanógrafo, contador, escribiente, bibliotecario y traductor.
A partir de la década de los años 20 del pasado siglo formó parte de la intelectualidad revolucionaria y se unió a la Protesta de los Trece, la Falange de Acción Cubana, el Movimiento de Veteranos y Patriotas y el Grupo Minorista.
Fue entrañable amigo y cuñado de Rubén Martínez Villena, además de colaborador entusiasta junto a Julio Antonio Mella cuando fundara y organizara la Universidad Popular José Martí; también participó en el congreso obrero de 1934 y en actividades conspirativas contra los gobiernos republicanos de turno.
Ocupó diversos cargos en importantes publicaciones de la mayor de las Antillas, entre las que vale destacar el periódico Ahora, las revistas Alma Mater, Social, Carteles, BOHEMIA; en esta última concibió la sección Gazapos para resguardar nuestro idioma, pues se definió profuso defensor del uso correcto de la lengua materna.
La semilla estéril, Curiosidades de la Historia y Evitemos gazapos y gazapitos son algunos de sus libros más conocidos. Acerca de su creación poética, traducida al inglés, alemán y rumano, el intelectual cubano Guillermo Rodríguez Rivera anotó en el prólogo del volumen José Zacarías Tallet. Poesía y prosa, publicado en 1979: “La crítica cubana más avisada, llena a la vez de admiración por la obra de Tallet, le ha atribuido invariablemente la condición de ‘prosaísta sentimental’ y el término se ha convertido en rótulo”.
Fundador de la primera Escuela Profesional de Periodismo en Cuba, junto a otros destacados intelectuales antillanos, Zacarías Tallet llegó a ser director de esa institución académica al triunfo de la Revolución. Por su sostenida y loable labor resultó acreedor de la máxima distinción que confiere la Organización Internacional de Periodistas.
Antes de su deceso en 1989, ya había sido investido con el Premio Nacional de Literatura (1984), el doctorado Honoris Causa, por la Universidad de La Habana; la Orden Félix Varela de primer grado y la Medalla Julius Fucik.
En el aniversario del natalicio de este ilustre de las letras cubanas merece recordar su agudeza e ingenio literarios con el poema 45 años después:
¡Qué triste es, en efecto, el arrabal de senectud, qué tétrico!/ Involución, retroceso, fuga de ensueños; discrematopsia de la psique, helor en el tuétano./ Todo eso es así, por supuesto./ Pero yo no me quejo./ Se me ha hecho la gracia de un consuelo o, más bien, de un portento:/ Puedo decir con el panfletario de Arezzo./ que en tanto son más níveos mis cabellos, / son más vernales y verdes mis pensamientos.
(Tomado de la revista Bohemia)