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¡Apremiado por el cierre!

La colega Juana Carrasco recordó que hoy Juan Marrero cumpliría 85 años. A este hombre de cumpleaños cespediano, periodista e historiador de la prensa cubana, dediqué una semblanza en sus 71.

A los 71 años asume sin arrepentimientos fortalezas y carencias. De las primeras no gusta hablar y deja a los amigos las enumeraciones, aunque precisa que en la profesión ha dado todo cuanto su capacidad le ha permitido, de manera que cada entrega fuera buena y útil para el pueblo, destinatario de privilegio de los periodistas. De las segundas, confiesa que la mayor es no haber elogiado suficientemente el trabajo de sus subordinados: “Cargo, aún hoy, con ese defecto”.

En pocas líneas puede ser esta una presentación de Juan Marrero González, vicepresidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). La bienvenida a un hombre que nació un día cespediano y que durante 48 años no ha dejado de pensar en clave de periodismo para buscar, entender y transmitir la noticia.

No importa que haya dejado de ser un comentarista en la línea de fuego del periódico Granma, para él siempre habrá una trinchera desde donde ejercer el oficio de la palabra precisa, orientadora y parcializada con su causa. “El periodista busca el equilibrio para ser objetivo, no imparcial. No se puede ser imparcial entre el bien y el mal, entre lo noble e innoble, entre lo justo y lo injusto, entre el opresor y el explotado”.
Es la huella que le dejó un grande, Jorge Ricardo Massetti, fundador de Prensa Latina y con quien trabajó desde la arrancada de la agencia en 1959: “Con él aprendí lo que es hacer un periodismo revolucionario, de compromiso”.

También suma entre sus maestros a Blas Roca, director del periódico Hoy, por su capacidad organizativa. Otros dos impostergables son José Martí y Fidel Castro, cuyas maneras particulares de hacer periodismo ha estudiado acuciosamente. “De todos ellos hay una dosis en mí, y me han orientado hacia dónde dirigirme y cómo hacerlo”.

Es un hombre que confiesa haber estado en el lugar justo y el momento oportuno en algunas ocasiones. Así, a Granma se integró desde las jornadas iniciales de 1965 y solo dejó parcialmente el rigor estresante de un diario en 1994, cuando fue electo Vicepresidente de la UPEC. No obstante, al periódico continúa tributando sus escritos: “Ser fundador marca. Prensa Latina y Granma están en mi corazón”.

Marrero es un profesional de modestia visceral. Casi hay que obligarlo a hablar de sí ahora que está en los 71 años de edad y es, sin duda, una referencia obligada para sus contemporáneos y para las más jóvenes hornadas de periodistas. En síntesis apretada: más de 50 coberturas de trabajo en el exterior, muchas de ellas acompañando al Comandante en Jefe, “fueron días muy tensos, tanto por la responsabilidad de reportar las actividades de nuestro máximo líder, como por las dificultades técnicas en no pocos países desde donde transmitir hacia La Habana no era fácil, y pasaba horas buscando un télex o un teléfono, apremiado, además, por el cierre del periódico”.

Ahí están sus crónicas puertorriqueñas, cuando en 1966 la delegación deportiva cubana en el barco Cerro Pelado reclamó el derecho a participar en los Juegos Centroamericanos y logró desfilar en la inauguración del evento pese a las agresiones contrarrevolucionarias manipuladas desde Estados Unidos; dos viajes a Viet Nam en guerra; el ascenso y descenso de Arnaldo Tamayo, el primer cosmonauta de Cuba y Latinoamérica; y el recorrido de Fidel por África en 1977. En la Isla, dos acontecimientos indelebles: la muerte del brigadista Manuel Ascunce Domenech, noticia que transmitió en los días que reportaba la lucha contra bandidos en el Escambray; y el ciclón Flora, jornadas de profunda trascendencia humana y solidaria para los cubanos.

En Granma todavía se habla de “la escuelita de Marrero”, una manera muy particular de dirigir cuando se desempeñaba como jefe de la página de Internacionales. “En ‘mi escuelita’ se sabía el horario de entrada, pero no el de salida, y el método consistía en exigir por la calidad del trabajo. Yo he sido un jefe exigente y no me duele decirlo porque creo que eso constituye una virtud. En eso me educó Massetti. A esa exigencia se unió que nunca maltraté ni impuse criterios, prefería discutir y hablar con mis subordinados acerca de sus errores, aunque debí elogiar más sus éxitos”.

Ángela Oramas es su compañera en la vida y periodista que comprende las entregas de una profesión en la que no hay paradas. Es, además, una especie de secretaria que le insta a hablar del magisterio ejercido en las aulas de Granma, la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, y en los diplomados de la UPEC; de todo su saber recogido en varios libros y de su hacer en la Comisión Electoral Nacional.

Milita desde hace 41 años en las filas del Partido, ha recibido la Medalla de la Amistad de Viet Nam, las distinciones Félix Elmuza y Por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Periodismo José Martí por la obra de la vida. Si en una situación límite tuviera que salvar algunos de sus cientos de ejemplares trabajos, ¿podría hacerlo con brevedad?
No duda sobre la urgencia de rescatar tres crónicas: El gordo de Caguas, sobre un puertorriqueño que defendió a la delegación en las jornadas del Cerro Pelado; Diálogo entre Allende y Portocarrero, una conversación entre el líder chileno y el pintor cubano, y La niña Hang, historia de una pequeña vietnamita sobreviviente de la barbarie norteamericana.

Juan Marrero es de los que profesan la máxima de que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.

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Iraida Calzadilla Rodriguez
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Profesora Titular del Departamento de Periodismo de la Universidad de La Habana. Su campo de estudio abarca la periodística, la pedagogía y las relaciones entre la historia y la prensa. Editora del blog docente Isla al Sur.

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