Más de dos siglos han transcurrido desde el nacimiento de esta destacada poetisa, el 21 de octubre de 1832, en la hacienda Guajacabito, próxima a la ciudad e Bayamo, propiedad de los padres Manuel Céspedes y Bárbara Orellana. La gran distancia que nos separa físicamente de ella, no debe contribuir para que su fecunda obra caiga en el olvido.
Toda su infancia y juventud la pasó rodeada del paisaje cubano: palmas, arroyos, árboles frutales y caña de azúcar. Y, precisamente este entorno influyó en su musa poética. En el propio hogar cursó sus estudios primarios e idioma francés, además de recibir clases de artes manuales y música. La guitarra fue su instrumento favorito, cuyas cuerdas gustaba rasgar en medio de un bosque, donde solía hallar la inspiración poética.
A los trece años, 1845, reveló su lira impregnada de melancolía a través de A la luna, A Jesús Crucificado y A la muerte, poemas que constituyen su primer tributo a las letras, publicados en Semanario Cubano, 1855, y El Redactor de Santiago de Cuba. Úrsula se casó en 1857 con el maestro y periodista habanero Ginés Escanaverino, de quien toma su apellido, siguiendo la costumbre de la época.
Su pasión por las letras la llevó a colaborar en diversas publicaciones de la Isla y España, como en La Regeneración (Bayamo), La Antorcha (Manzanillo), La Alborada, Eco de Villaclara (Villa Clara), El Fomento, Hoja Económica de Cienfuegos (Cienfuegos), Correo, La Abeja (Trinidad), La Prensa, El Kaleidoscopio, La Idea, Cuba; Literaria (La Habana), y La Moda Elegante (España). Póstumamente, el libro Cantos Postreros fue publicado por su esposo en reducida edición privada.
Bayamo fue una de las ciudades más cultas de la Isla, donde vivían ilustres figuras como Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria, a quien Úrsula estuvo unida por cercanos vínculos familiares, pues ambos descendían, por vía paterna y respectiva, del mismo árbol genealógico. El primer libro que ella editó, con 118 páginas, (1861), Ecos de la Selva, apareció con prólogo de Carlos Manuel de Céspedes, quién enfatizó:
“Por eso sus versos a pesar de los defectos de que adolece, arrebatan y seducen; ella pinta lo que siente; pero lo hace con tanta verdad de colorido, que su sentimiento se trasmite como el fluido magnético al corazón de los que oyen sus acentos inspirados”. Ese mismo año fue incluida una selección de poesías suyas en la antología Cuba poética, ordenada por José Fornaris y Joaquín Lorenzo Luaces. De los tres seudónimos usado por Úrsula en ese período, Carlos Enrique Alba, Candelaria y La Serrana, los últimos fueron sugeridos por el Padre de la Patria.
Entre otras influencias literarias, se le concede gran importancia a la amistad que sostuvo Úrsula desde niña con la insigne poetisa Luisa Pérez de Zambrana, y con el Cucalambé, a quien le dedicó una poesía, así como al cuidado y apoyo material ofrecidos para su formación educacional y cultural por su hermano mayor, José María, abogado de renombre y propulsor de la cultura criolla en el siglo XIX.
Úrsula tuvo también otra vocación, el magisterio al que llegó con la ayuda personal del esposo. Un año después de la boda, ellos fundaron en Bayamo la Academia de Santa Úrsula, para la enseñanza femenina, donde se desempeñó con el título de Maestra de Instrucción Primaria. Desde los inicios en esta profesión se destacó por sus innovaciones en los métodos pedagógicos. Entre 1863 y 1885, el matrimonio se instaló en La Habana y posteriormente se mudó para Pinar del Río, provincia donde Ginés obtuvo por oposición el cargo de director de la Escuela Superior para varones, en San Cristóbal. En la misma localidad, Úrsula impartió clases en un plantel para niñas.
Muertos cuatro de los hermanos y preso el padre durante la guerra de 1868, la persecución desatada contra el resto de la familia, y el hogar en Bayamo reducido a cenizas, a Úrsula no le quedó otro remedio que irse a vivir con la madre a Cienfuegos, acompañada por el esposo y los tres hijos: Luisa, Andrés y Pablo.
Falleció a los 42 años de edad, el 2 de noviembre de 1874, en San José de las Lajas. Dejó el recuerdo de haber sido una mujer sencilla, educada, culta, destacada en las letras y por el amor a la patria donde nació.