La COVID-19 ha transitado en cinco ejes comunicacionales desde que se posicionó como titular arrollador en toda la geografía de nuestro planeta. En primer lugar, el destape del virus en la ciudad de Wuhan. Las noticias llegadas desde esta provincia de China desataron las alarmas en todo el planeta.
Como era de esperar, emergió una ofensiva mediática desde la Casa Blanca contra el gobierno de esa nación asiática. Donald Trump lanzó armas en envolturas de fake news, bulos y otras acciones propagandísticas pensadas para construir un amplio espectro de matrices de opinión, adversas al “régimen comunista chino”, trilogía de palabras habitual de los personeros de la sede del gobierno trumpista”.
El presidente de los Estados Unidos ha liderado esta ofensiva empeñado en desacreditar la gestión de Xi Jinping. No han faltado duras acusaciones venidas desde la cartera que atiende la política exterior en la nación norteña. El titular que confirma esta idea es bien contundente, Pompeo: “…hay ‘evidencias enormes’ de que el coronavirus se inició en laboratorio chino”, sentenció en Washington el Secretario de Estado de los EE.UU.
En una segunda fase comunicacional sobre el nuevo coronavirus, se posicionaron otros dos hechos bien relevantes, que tuvieron su tránsito. Primero, la declaración de la Organización Mundial de la Salud (Oms) al señalar a Europa como epicentro de la enfermedad. Las cifras en esta región se dispararon, se avistaron repuntes en varias naciones, en particular en España e Italia. Ese núcleo de convergencias del SARS-CoV-2, se desplazó, meses más tarde, al continente americano.
Varios países de estas dos regiones geográficas reportaron en las últimas semanas estadísticas escalofriantes. Estados Unidos sigue a la cabeza mundial de contagiados y fallecidos.
En Europa y en América se han evidenciado insuficiencias en la gestión de la COVID-19 y exacerbado las contradicciones internas y los enfoques para enfrentar este virus. Los resonados rebrotes que “saltan por estos días”, confirman las limitadas prácticas de los gobiernos de las naciones de estos dos continentes para enfrentar los retos de una enfermedad que aun avanza incontenible. La verticalidad de un sistema de salud predominantemente privado, es el signo que converge en buena parte de estos países euroamericanos. Estas asentadas políticas atentan contra una mayor eficacia para enfrentar los retos del virus.
Un titular demoledor, de este 16 de septiembre, emerge contundente como una verdad lapidaria. La fuente, la web de Radio y Televisión Española. “Radiografía del coronavirus en residencias de ancianos: más de 20.000 muertos con COVID-19 o síntomas compatibles”.
En un tercer momento ocupó titulares la declaración del virus como una pandemia letal. Este demoledor sustantivo fue desatado por la Oms, sentencia que compulsó en algunos gobiernos el desarrollo de otras estrategias, de acciones que trascendieron necesariamente el ámbito de los sistemas de salud, de enconadas respuestas diseñadas para truncar las rutas de la enfermedad.
Los anuncios escalonados por parte varios países empeñados en desarrollar candidatos vacunales, resultó el quinto eje mediático de la COVID-19. Naciones como Reino Unido, Estados Unidos, Francia, India, Alemania, China, Rusia y Cuba lideran este objetivo internacional, todos, empeñados en detener la pujanza del virus. Un titular redondea esta información: “…172 países y múltiples vacunas candidatas forman parte del Mecanismo de Acceso Mundial a las Vacunas contra la COVID 19”.
II
La condición insular de nuestro país no se traduce en una suerte de “urna de cristal” frente a los embates del virus. El regular flujo de turistas que tradicionalmente visitan a Cuba y el ascenso gradual de compatriotas que viajan a otras naciones, según datos de los últimos años, contribuyó, obviamente, a la entrada y despunte de la enfermedad. La respuesta del gobierno cubano frente a los desafíos de este virus fue contundente.
Fue activada toda la infraestructura epidemiológica del sistema de salud nacional. Se reforzaron los recursos materiales y financieros en las áreas de atención primaria, así como los protocolos diseñados para los policlínicos, institución que juega un rol protagónico en la comunidad.
En la red de hospitales e institutos se refinó la dinámica de las áreas de terapia intensiva e intermedia ancladas para enfrentar los casos críticos y graves. Y algo muy importante, también revolucionario, la apertura de nuevos centros para la atención y el aislamiento de personas contagiadas y sospechosos que requieren de una vigilancia especializada.
El inicio e incremento diario de las pesquisas para detectar la COVID-19 en la población, y especialmente la localización y aislamiento de contactos de quienes han resultado positivos al coronavirus, es también parte de los distingos que caracterizan la estrategia del sistema de salud cubano en el enfrentamiento a la pandemia.
La alternancia de la aplicación del PCR (reacción en cadena de la polimerasa) y de los test rápidos en determinados grupos poblacionales, como parte del plan de prevención y control del SARS-CoV-2, han sido, y son, esenciales prácticas de una eficaz respuesta.
El gobierno cubano no ha escatimado recursos para enfrentar los retos que el coronavirus impone. Esta voluntad política, de la que el pueblo es parte protagónica, es una de las esencias que transversalizan a la nación cubana. Los montos que reservó el estado para este 2020, para los apartados de salud pública y la seguridad social son de: 12 740 200 000 pesos.
Esta voluntad gubernamental tiene otra mirada cotidiana, sin dudas ejemplar. Cada día sesiona el Grupo Temporal de Trabajo del Gobierno para el control de la COVID-19, que encabeza el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Estas sesiones de alto nivel tienen su réplica en cada provincia y municipio del país, como escenarios de articulación que gestionan y materializan las acciones para enfrentar los retos que cataliza la COVID-19.
III
¿Qué acciones comunicacionales han caracterizado la labor de nuestros medios en estos meses de ardua contienda? ¿Qué otros desafíos se vislumbran en el horizonte cercano y que han de ser asumidos por esta esencial materia?
La transparencia de la información y el dialogo con la población son dos acciones vitales pensadas para articular comportamientos sociales.
Cada mañana se ha hecho cotidiana, también esperada, las conferencias de prensa que protagoniza el Dr. Francisco Duran García, director nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública (Minsap). En este espacio el galeno aporta datos sobre la evolución de la enfermedad por provincias y municipios, y los que engloban el país. También aporta el de otras zonas geográficas del mundo y las que se dibujan a nivel global. Sustantivas aristas del tema complementan su labor titánica como comunicador institucional, que forma parte de la lógica aritmética de este excepcional contexto.
Este es un privilegiado escenario. El Dr. Duran aporta información científica, evalúa públicamente los datos acopiados y sugiere, sistemáticamente, normas de comportamiento sociales ante la permanencia de la COVID-19 en el país.
El directivo del Minsap se ha ganado la empatía de la población y eso es muy importante de cara a las practicas sociales incívicas que persisten en algunas zonas de la geografía nacional. Cabe apuntar, en términos de emisor receptor, que este escenario vital evoluciona solo desde el enunciado.
¿Pero, toda la población cubana ve, cada día, este espacio televisivo? ¿Es suficiente, de cara a la sociedad, la labor comunicacional que realiza el directivo del Minsap? Volveré sobre esto en una cuarta parte.
Toda la ingeniería comunicacional del país, frente a esta avalancha epidémica, se ha volcado en “modelar” ciudadanos informados, responsables, colaboradores y solidarios. La unidad ha sido, y es, fundamental en esta contienda, que es responsabilidad de todos y a todos nos afecta por igual.
¿Cuáles son las líneas de mensajes que han despuntado en estos meses de labor contra la COVID-19? Las desarrollaré en un orden “horizontal”, sin jerarquías o relevancias. Todas son importantes, pues son parte de una articulación vital para enfrentar esta impostergable batalla por la salud humana:
El Partido (Pcc) y el gobierno están el centro del enfrentamiento a la COVID-19; la vida humana es la prioridad frente a los muchos otros desafíos económicos y sociales que implican esta pandemia; la solidaridad es una premisa fundamental para enfrentar la evolución de esta enfermedad; nuestros médicos, científicos, enfermeras y personal paramédico, han dado, y siguen dando, hermosas pruebas de altruismo y entrega; el sistema de salud cubano cuenta con el personal calificado para enfrentar este mortífero virus; la solidaridad internacional de nuestro personal de salud ha estado, y estará presente, en cada nación donde sean requerido.
Además, el estado dispone, y dispondrá, de todos los recursos materiales y financieros necesarios para solventar las demandas de esta emergencia de salud; el uso del nasobuco, la distancia física y el aislamiento social, son los tres comportamientos básicos para enfrentar este virus y la protección individual es la más eficaz de todas las prácticas cotidianas, mientras no exista una vacuna que nos proteja de esta enfermedad.
Estos nueve apartados comunicacionales, o líneas de mensajes, han sido sistematizados. Esto no se traduce en que hayan tenido una receptividad en toda la sociedad.
El elemento contrastante de la idea anterior es que han persistido, entre no pocos ciudadanos de la isla, comportamientos individuales y grupales sobre el uso incorrecto del nasobuco, el no cumplimiento responsable de la distancia física y la aglomeración en espacios cerrados.
Otra de las líneas de mensajes que se ha “catapultado” apunta a construir una “percepción de riesgo” de la enfermedad. Pero esta última merece un punto y aparte.
Estos capítulos comunicacionales han sido resueltos con toda una batería de herramientas propias del periodismo y la comunicación social. Reportajes, entrevistas, crónicas y artículos de corte científico popular han sido las cuartetas cotidianas de esta ofensiva. El uso de las estadísticas como material complementario cierra la idea de lo genuinamente informativo.
Las aportaciones del psicólogo y profesor Manuel Calviño en su semanal espacio Vale la pena, quién comunica con singular cercanía, es parte de los resortes protagónicos de este telar de muchas piezas.
Recuerdo sus palabras cuando azotó, en enero de 2019, el tornado en La Habana. Sus comentarios, en estas circunstancias, constituyen una aportación venida de la televisión cubana, protagónico medio de comunicación por su alcance e inmediatez.
La rigurosa labor de la periodista Diana Rosa Schlachter, en su Observatorio científico, “ventana” que forma parte del Sistema informativo de la Televisión Cubana, es otra de las piezas de todo un requerido engranaje, siempre insuficiente.
En otro apartado comunicacional se han materializado mensajes de bien público o series de unos pocos minutos que apuntan a la exposición de la experiencia individual frente a la pandemia. Pero no han resultado eficaces y creativas ante las urgencias de incidir en el cambio de comportamientos sociales. Rostros en la pandemia, del realizador Arturo Santana, son delgadas historias de vida montadas, para un escenario postcovid.
Subrayo entonces otros dos recursos materializados. Por una parte, se convocó a un grupo de artistas e intelectuales, sin dudas de arraigo popular en Cuba, para “dictar” maneras de comportarse frente a la COVID-19, pero desde la espontaneidad como premisa narrativa, sus parlamentos no calan en los múltiples destinatarios socioculturales que habitan en nuestra isla. La manera en han sido resueltas estas disertaciones denota simpleza creativa.
Un factor más atentó, atenta, contra dichas alocuciones. Fueron repetidos en bloques con muchas otras voces. Con este reciclado solo se ha conseguido el efecto contrario: la incomunicación.
La reiteración de un mensaje ya conocido, genera en el lector audiovisual un rechazo frente a lo visto. Esta idea es válida para todo tipo de recurso comunicacional. La clave es la renovación desde otras estéticas, de nuevas maneras de narrar buscando el mismo objetivo.
Otro bloque de animaciones de pobre factura de realización fueron también parte de lo aportado a esta contingencia en materia comunicacional. La urgencia por enfrentar la contienda no se puede traducir en la obviedad del mensaje. La sociedad, y los jóvenes en particular, están edificados con otros lenguajes, permeados de otros resortes. ¿No son acaso estas edades entre las que más debemos incidir para mostrar los vericuetos del coronavirus?
IV
Antes de entrar en el horizonte futuro de este esencial tema, hago un “paréntesis” para comentar sobre otro, que no es ajeno al que me ocupa.
Celebro, aplaudo, levanto mis dos manos, por la concreción de ejemplares multas para los que incumplen los más elementales modos de comportamiento cívico en estas circunstancias excepcionales.
Desde mi punto de vista, debieron aplicarse muchas semanas antes de su anuncio enfático. Agrego algo más. Esta herramienta coercitiva se ha de generalizar y sistematizar también, una vez que superemos los efectos de este virus, para otras contravenciones que son recurrentes en nuestro país:
Tirar papeles y muchos otros objetos en la vía pública; colocar desechos sólidos (materiales de construcción, madera, metales) al lado de los contenedores; protagonizar los cada vez más multiplicados ruidos en las urbanizaciones, que resultan un atentado a la tranquilidad familiar y social, más otro largo etcétera de otras indisciplinas sociales que trunco, pues harían bien abultado este párrafo.
¿Cuáles dos desafíos comunicacionales se avizoran entonces en el horizonte inmediato? ¿Qué nuevas ideas podemos instrumentar para reconducir este apartado estratégico?
La mira de la vacuna preventiva que está en ensayo clínico en nuestro país se avizora para finales del segundo mes del 2021. Una nota del periódico Granma sobre la Soberana 01 lo desarrolla con estos datos: “La fase dos se ha previsto a partir del 30 de octubre, hasta completar la muestra con un total de 676 voluntarios en el rango etario de 19-80 años. Los ensayos clínicos deben concluir a principios de 2021 y en el segundo mes del año serán publicados sus resultados”.
Tengo plena confianza en el talento de nuestros científicos. Nos queda unos 5 meses de comportamientos excepcionales, incluso más, si la vacuna resulta protectora. Entonces, esta deberá pasar nuevamente por el escrutinio del Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed) para su aplicación masiva. Toca después producirla y distribuirla en todo el país.
En los últimos doce días, la evolución de la COVID-19 en Cuba ha experimentado repuntes. La Habana protagoniza este indicador. ¿Cuándo volveremos a los números mínimos? Esa es la gran pregunta de estas semanas. Mi madre, que con 91 años aflora con vitales comportamientos de lucidez, no deja de preguntármelo.
Se impone, por tanto, adelantarse en materia de comunicación en tres líneas de mensajes: la cimentación social sobre el uso prologando del nasobuco en todos los escenarios ya bien explicados; mantener las prácticas domesticas en estas otras “nuevas circunstancias”. Y en otro peldaño bien importante, construir con acertada escritura comunicacional el enunciado “percepción de riesgo”, sobre todo, en las zonas donde aún no hay comprensión cabal del tema.
Es todavía indeterminado el tiempo de “batallar” contra la COVID-19. Mientras, el calor arrecia y la empeñada humedad de nuestro clima complejiza la relación con este “nuevo” artefacto llamado: nasobuco o mascarilla . Es importante subrayar, desde un amplio espectro comunicacional, el asumirlo como parte de nuestra cotidianeidad.
Ciertamente se ha notado que, cada vez menos, las personas andan sin el nasobuco, o lo llevan puestos inadecuadamente, pero se lo atribuyo a la aplicación rigurosa de multas a los que resultan incumplidores. Aunque retirarlo al entrar a sitios cerrados —incluso públicos—, o bajarlo al hablar, continúan siendo prácticas cotidianas.
Por otra parte, el comportamiento doméstico no ha sido eficazmente jerarquizado en la comunicación de nuestros medios. No se trata solo de lavarse las manos o de aplicar el hipoclorito a las superficies, como parte de nuestras prácticas de vida. El lavar la ropa inmediatamente, el hacer una responsable ducha, el redoblar la limpieza del hogar, el tomar las medidas en cada familia para cortar los contagios, ha faltado en las líneas de mensajes.
Sin embargo, en las colas, obviamente inevitables, aún se percibe un no cumplimiento de la distancia física recomendada por las autoridades de salud, al menos en la capital. Y este es un indicador de lo ineficaz que ha sido, el concepto “percepción de riesgo”.
¿Cómo construir la llamada percepción de riesgo? ¿Qué debemos articular para resolver este desafío social donde la comunicación es protagónica?
En el capítulo III de este artículo apunté sobre los aciertos e insuficiencias de la comunicación institucional en nuestro país. Desde mi punto de vista, no se han usado todas las herramientas posibles.
Haciendo un corte en esta batalla que se avizora dilatada, afirmaría que no se ha articulado de manera eficiente el uso de mensajes de bien público, tanto audiovisuales como gráficos.
Existe, es bien conocido, una cultura del video clip en nuestro país impulsada por el proyecto Lucas. Los cultivadores de esta herramienta promocional tienen la práctica de construir mensajes que se distinguen por la síntesis. Seguramente harían piezas de pocos segundos que contribuirían a modular el comportamiento social de este asunto que resulta urgente. Los realizados, que han sido muy poco y reiterados, revelan una precaria solución en los estamentos de sus lenguajes y en la factura de su narrativa.
Los artistas gráficos de nuestra nación se han distinguido por estar en las más importantes contiendas de nuestro país. Son necesarios constructores de un capital simbólico oportunos para solventar los desafíos que le impone, por estos tiempos, a la sociedad.
He visto en algunas publicaciones digitales, puntuales aportes de Ares y Adán, pero no son suficientes. Otros como Laz, Alex Falco, Brady Morales Izquierdo o Moro, entre muchos otros, enriquecerían el espectro de miradas y mensajes para reconducir el comportamiento social.
El Ministerio de Cultura y sus instituciones tienen una probada tradición en la construcción de mensajes que secundan la promoción de artistas, eventos o fechas de relevancia cultural. También otros temas que trascienden la creación artística y literaria.
Las prácticas que distinguen el sistema de instituciones culturales, no solo están sustentadas por la aritmética que comprende el spot o los ya citados video clip. El tráiler o los making-off, son también rutinas de esta escudería de comunicación institucional. Los carteles, cada vez más digitales, engrosan las filas de otras respuestas culturales.
Un novedoso elemento gráfico, también eficaz, se ha sumado en los últimos años a la ofensiva cultural: el banner. Su economía de realización y su capacidad de llegar con eficacia al lector digital, lo ha convertido en una herramienta recurrente de nuestra instituciones artísticas y literarias. Un texto breve y una imagen asociada al tema a desarrollar son los elementos claves de esta herramienta comunicacional.
Publicaciones como La Jiribilla y Cubarte, acompañado por el Ministerio de Cultura, son de los más destacados en esta manera de socializar cultura. Nuestra Cancillería también explota esta herramienta contemporánea. No solo para servir de portada a las declaraciones del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, también para jerarquizar las ideas medulares de nuestros diplomáticos, sus más importantes líneas de mensajes. Su “simpleza comunicacional” facilita su rápida multiplicación en todos los escenarios digitales donde las redes sociales son estratégicas. Más de 3 millones de cubanos están conectados a internet a través de los móviles.
Desde mi perspectiva, la comunicación de bien público, no es exclusiva de la televisión y las publicaciones culturales. Otras de corte generalistas deberían de incorporarlas a su practicas comunicacionales y el banner resulta una herramienta que contribuye a formar públicos a través de mensajes de probada factura.
Quiero cerrar, por tanto, con el más importante de los temas que engrosan la batalla contra la COVID-19 desde la comunicación, el ya citado concepto: “percepción de riesgo”. Esta noción se ha articulado en todos estos meses desde el enunciado, solo desde el enunciado. La COVID-19 es un peligro para el ser humano. Esa es la premisa comunicacional jerarquizada.
Introduzco otra idea que podría ser polémica. La percepción de riesgo en nuestro país se achica por la propia seguridad que nos ofrece el sistema de salud cubano. El ciudadano piensa que si enferma o lo “agarra” la COVID-19, lo salvarán nuestros empeñados médicos. Y un elemento más, el Estado cuenta con todos los recursos necesarios para enfrentar este embate.
En nuestra psicología construimos el que no me “tocará” el coronavirus. Esta enfermedad no “es para mí” porque yo soy una persona saludable, no tengo un cuadro clínico que le permita la entrada al SARS-CoV-2.
Esta respuesta de “defensa” muestra el desconocimiento que aun predomina frente a la amenaza real del nuevo coronavirus. Y, a la vez, es el más complejo desafío frente a la decisoria encomienda de lograr lo que ya he reiterado en alguna parte de esta suma de palabras, la modulación social del público desde los medios frente a los derroteros de la COVID-19.
La periodista Diana Rosa Schlachter, en sus salidas en pantalla ha aportado algunos elementos sobre los efectos o secuelas del coronavirus, así como de sus mecanismos de acción, pero en verdad es insuficiente que prácticamente lo haga solo ella.
También en La Mesa Redonda la participación de científicos y médicos cubanos ha aportado información sobre algunas de las consecuencias del nuevo coronavirus en la salud, incluso en pacientes asintomáticos. Sin embargo, es preciso trascender el escenario del entrevistado y adentrarse en otros recursos comunicativos que pueden ser más efectivos.
¿Observatorio Científico es un espacio de gran audiencia entre los lectores televisivos? ¿El público medio ve, de manera regular, esta sección del Noticiero Nacional de Televisión?
Les aporto un compendio de notas que revelan las secuelas o efectos secundarios que deja la COVID-19 en pacientes recuperados, tras una larga estadía hospitalaria. Tan solo destaco fragmentos de algunos artículos que construyen un collage del escenario poscovid-19.
Esta suma de saberes, de investigaciones urgentes, no han estado, con la jerarquía que merece, en nuestros escenarios informativos. No se trata de generar con estas contundentes informaciones una paranoia colectiva o desatar una sicología social que apunte al miedo. No es posible construir en la sociedad cubana una actitud responsable, sin el debido conocimiento del tema.
Todas las herramientas usadas por nuestros medios y las que he sugerido incorporar a esta batalla comunicacional contra la COVID-19, deben de articularse de manera orgánica en función de esa deseada “percepción de riesgo”. ¿La manera de construir cada “texto”, ha de ser calibrado? Si. Sin dejar de compartir estos y otros datos fruto de la investigación científica.
Los eventos y los comportamientos individuales irresponsables, que aún se producen en nuestro país, cuyo contrapeso son las multas frente a las contravenciones, y las colas protagonizadas por personas que no respetan la distancia física, son meridianos signos de la ausencia de una dimensión cabal del desafío que aún nos queda por enfrentar en los próximos meses de este año y en las postrimerías del 2021, con buen tiempo.