“Ni excéntrico ni imperioso, abriendo y cerrando puertas en busca de lo que le pertenece, Jesús Lara Sotelo es un hito en la cultura cubana”, son palabras con las que la prestigiosa crítica, ensayista, e investigadora de figuras y temas literarios, Cira Romero, califica la obra de este destacado artífice que acaba de concluir su libro número 52, escrito en tiempo de pandemia y que ha titulado Persiguiendo libélulas rojas.
Según el connotado poeta y crítico Alberto Marrero este texto de Lara constituye “el grito desgarrador de una quimera que no debería morir”.
Enfatizó, además, que “otra vez este poeta y artista de la plástica nos pone en la disyuntiva de creer o no creer en sus obsesiones. Pero estos poemas, viñetas o prosas poéticas (las etiquetas solo les importan a algunos críticos) tienen la cualidad esencial de inquietar al lector. Nadie piense que encontrará en las páginas de su reciente libro Persiguiendo libélulas rojas textos ligeros, pletóricos de falsos optimismos, fáciles de comprender de una primera ojeada. Quizás lo más cautivante sea que están escritos con aparente y sutil claridad, cuando en realidad son contraseñas de mensajes ocultos”.
El quehacer artístico de Lara, tanto literario —poesía, narrativa, cuento— como visual —pintura, dibujo, cerámica, escultura, fotografía, grabado…—, se caracteriza por sus pluralidades estilísticas y de contenido, y en ellas la continuidad y los nexos visuales se identifican como patrones que dan fe de un lenguaje orgánico, intimista y equilibrado, que regresa sobre sus hallazgos expresivos para dinamitar cualquier vestigio de rutina reiterativa.
Sobre este nuevo proyecto, cuyo sugerente título atrae la atención del espectador, Marrero apuntó, además, que “con madurez y oficio, Lara mezcla la vida cotidiana con fantasías sexuales, resentimientos, culpas, conflictos, acosos, meditaciones de orden estético, social, filosófico y hasta político.
“Todo parece interesarle —agregó— y no pone fronteras entre ellos, consciente de que vivimos y pensamos inmersos en un caos lógico (el oxímoron no es gratuito), donde el sentido y el sinsentido, la experiencia y la figuración, la soledad, el desamparo, la historia, el tiempo pasado, el presente y el futuro, las negras oquedades de lo inicuo, la familia, el arte, cierta paranoia razonable y otra ilusoria, la pandemia del nuevo coronavirus, el fracaso de un mundo signado por el egoísmo, en una era de conexiones digitales que se imponen o desplazan las relaciones humanas, se yuxtaponen como capas en este nuevo cuaderno de un autor que, a no dudarlo, posee voz propia en el reino autóctono de la poesía”.
Sobre el quehacer de Lara Cira Romero, ha dicho, asimismo, que “sus entregas, sea en la literatura o en las artes visuales, son compensación duradera para los que creemos en la maestría de la creación, modo posible de iluminar lo que se espera… Si a veces el poeta se nos presenta al descubierto, otras cierto artificio lo invade, pero siempre constreñido a la razón de vida, que para él puede ser una especie de polvillo fabuloso desprendido de la nada”.
Por su parte, la poetisa, narradora, crítica literaria y editora, Marilyn Bobes, ha sentenciado que la obra de Lara parte de su condición visionaria, “de un agudo poder de observación que van desde lo que acontece en su entorno más inmediato hasta lo que ha vivido más allá de las fronteras de la Isla en sus numerosos viajes por el mundo. Su pesimismo ante la autodestrucción, de la cual es lúcido testimoniante, no es una pose literaria, es el convencimiento de que, de no poner fin a los muchísimos males que aquejan a los seres humanos a consecuencia de su falta de conciencia y solidaridad, hace que necesite “explicarme las cosas, avizoradas como señales de humo en las colinas de la ciudad”.