Fotos: Jorge Alfonso Pita
Intenso, más de cinco minutos duró el primer aplauso. En la calle de adoquines de madera del Centro Histórico habanero los trabajadores de la Oficina del Historiador de la Ciudad y los estudiantes del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana se congregaron de forma espontánea para rendirle tributo a Eusebio Leal Spengler, el historiador de la capital cubana, que este 31 de julio partió hacia la eternidad.
La misma calle que salvara a finales de los años 70 cuando, ante la visita de la ministra de Cultura de la antigua Unión Soviética, a un funcionario se le ocurrió asfaltarla y a la llegada de las palas mecánicas y camiones Leal se acostara sobre la calle, esgrimiendo un «¡Sobre mi cadáver!».
Un minuto de silencio y otro gran aplauso interminable, esta vez dentro del Palacio de los Capitanes Generales —el Museo de la Ciudad—, continuaron el homenaje al «novio de La Habana». Un aplauso que cuando parecía morir revivía de nuevo, al calor del ritmo desaforado de alguno de los presentes.
«He vuelto a sentir el sabor amargo de la orfandad, de la tristeza sin fin, de esa sensación difícil de expresar con palabras pero que se aproxima bastante al momento sublime y trágico en que la nave pierde su capitán», expresó profundamente emocionado el periodista e investigador Mario Cremata Ferrán, director de Ediciones Boloña.
El joven intelectual señaló que, aunque queden la ternura y la cercanía que irradiaba Leal, el vacío que deja su ausencia física estará presente en los continuadores de su obra, y entre los habaneros y cubanos en general: «Hoy se me ocurre que estos adoquines en silencio y esas sábanas blancas colgadas en los balcones de tu Habana constituyen la más hermosa metáfora del dolor que embarga a este pueblo, incluso más contundente que el repique de campanas que tanto te gustaba».
Una flor blanca que acompaña un «Hasta siempre Leal» escrito en tiza sobre los adoquines de jiquí de la Plaza de Armas; la estatua del Caballero de París presta a salir a mostrar sus condolencias; y los estudiantes del Colegio Universitario San Gerónimo haciendo guardia de honor en la puerta de El Templete, son algunas de las postales de este día de pérdida irreparable.
Los mismos muchachos y muchachas que minutos antes, en un abrazo gigante, rostros contra hombros y a lágrima viva, entre incertidumbres y certezas se preguntaban que ante la ausencia de su eterno enamorado ¿ahora qué va a ser de La Habana?
Tomado de Alma Mater
Agradecido eternamente por este reportaje, Yoandry, que refleja el cariño que supo engendrar el Maestro Mayor en todos y cada uno de los habitantes de La Habana y en los estudiantes de su Colegio. En lo adelante tenemos que que estar a su altura; no podmeos dejar caer las banderas de la preservación del patrimonio ni de la ciudad.