Por estos días, incluso desde antes, han sido muchas las lecturas que he hecho relacionadas con ese hombre extraordinario que recién lo hemos perdido físicamente.
Me refiero al doctor Eusebio Leal, de quien solo trataré de escribir unas líneas relacionadas con sus vínculos con el periodismo y la prensa.
Cuando hago esta crónica — 4 de agosto del 2020—, hace exactamente dos años que compartió una larga jornada con colegas de la Mesa Redonda y Cubadebate, nada menos que «enseñándonos y explicándonos» todo lo relacionado con el Capitolio Nacional, majestuoso edificio que unos meses después quedaría reinaugurado con motivo del 500 aniversario de La Habana, luego de una larga y extendida faena de varios años y muchos autores bajo la égida de Eusebio Leal. No podría ser de otra manera.
Lo recuerdo con su idolatría por cada detalle, por cada rincón de la edificación, por la cúpula en la que trabajaba en esos momentos un grupo de especialistas y restauradores rusos, quienes, con profesionalidad, amor y bajo los efectos del sol tropical habanero, cumplieron la encomienda.
Cuando alguno de los que estábamos allí —viajando en el tiempo y hasta recordando al maestro de nuestros años de estudiante— preguntábamos a Leal algún detalle, una fecha, una referencia a algunos de los tesoros que allí se guardan, él, o nos ponía la mano en el hombro o nos tomaba por un brazo y nos «acercaba» al momento histórico, al lugar, a las distintas épocas u usos que se le dieron a las instalaciones.
En Cubadebate, el 6 de agosto del 2018 y con el título de «El privilegio de recorrer el Capitolio guiados por Eusebio Leal», apareció una breve nota y la constancia gráfica de aquel encuentro.
Decía: «Cubadebate ha celebrado sus quince con una jornada llena de momentos simbólicos y estimulantes. De privilegio fue el sábado 4 de agosto, cuando Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, homenajeó a Cubadebate guiando a su equipo editorial, colaboradores y familiares en un fabuloso recorrido por la monumental obra de restauración que se ha hecho y continúa en el Capitolio Nacional.
Allí estaba también la Vicepresidenta de nuestro parlamento, Ana María Mari Machado, quien mostró los espacios de trabajo de la Asamblea Nacional del Poder Popular, que hoy tiene su sede en este majestuoso lugar».
Este mismo colectivo de periodistas, ahora fortalecido por jóvenes llegados a él en los últimos años, ha tenido el privilegio de coincidir con Leal en muchos momentos donde nos regaló parte del tesoro existente en la memoria de un ser excepcional.
Cada año, no recuerdo si fueron cinco o más veces, con motivo de aniversarios de la Mesa Redonda, nos invitó a «andar La Habana» y a mirarla y evaluarla «no por sus fachadas, sino por lo que cada edificación tiene en su interior», como nos dijo una mañana cuando junto a él entramos en dos lugares: uno ya restaurado y convertido en hogar para ancianos, y otro, una casa colonial a la que muchos hombres con cascos, se aferraban en devolverle sus encantos y ponerla al servicio del Patrimonio.
Con el grupo de periodistas, Leal, a ratos, se quitaba el traje de Historiador y se convertía en el avezado colega con anhelos de conocer —él también— cuál era nuestra forma de ver y e interiorizar lo que estábamos viendo.
Otra gran oportunidad, más reciente, es decir el 23 de julio del pasado año, Eusebio Leal llegó al periódico Granma.
Allí, en el salón donde una vez estuvo el taller de linotipos, los trabajadores del diario —todos— mostramos nuestra admiración por el visitante, quien «se metió de lleno» en el ambiente periodístico y hasta parecía compartir con los de más avanzada edad, el olor a tinta que tanto nos identificaba antes que llegaran las computadoras y las demás tecnologías.
De los muchos relatos de los que habló al colectivo, la colega Madelaine Sautié, escribió:« Cuesta creer que este hombre de ilustres esencias, capaz de estremecer con su palabra y su obra hasta al más impenitente, hubiera llegado en su juventud, tímido y en son de espera, a este sitio, a entregar sus «humildes crónicas», pulsadas desde las visiones de un niño que contempló el derrumbe de la vieja sociedad y advirtió la potencial emergencia de «la Revolución, con la figura hechizante de Fidel a la cabeza».
Leal confesó en ese encuentro que «Aquí supo de las jerarquías noticiosas, del valor del titulado, de la emoción de ver un pensamiento escrito con tinta de imprenta y de la sustancia de la noticia, del valor de la palabra escrita, de la angustiosa búsqueda de la verdad, tan esencial en la profesión del reportero».
Es posible que no muchas personas conozcan de la incursión de Eusebio Leal en el periodismo. Pero lo hizo y supo valorar la importancia extraordinaria de esta profesión siempre y cuando sea para decir la verdad, para fustigar lo mal hecho, para enaltecer la obra gigante que condujo Fidel.
Leal, el doctor, el historiador, el académico, el restaurador, el constructor, fue, además, Leal el periodista. Fue y es el colega excepcional que tantas enseñanzas nos ha dejado.