La pandemia no impedirá que esta semana sean recordados dos hechos de gran trascendencia en la historia de Nuestra América: la aprobación el dos de septiembre de 1960 de la Primera Declaración de La Habana, y diez años después, el cuatro de septiembre de 1970, el triunfo en Chile de la Unidad Popular con el presidente Salvador Allende.
Son dos hechos trascendentales y que dejan muchas enseñanzas a todas las naciones de América Latina y el Caribe.
La Primera Declaración de La Habana, aprobada en Asamblea General Nacional por más de un millón de cubanos y leída por el Comandante Fidel Castro, fue la digna y viril respuesta de Cuba a la llamada Declaración de San José de Costa Rica, emitida por la tristemente célebre Organización de Estados Americanos, al término de la VII Reunión de Cancilleres de ese órgano tutelado por Washington, que sesionó del 22 al 29 de agosto de 1960, y que a instancias del gobierno de Estados Unidos aprobó la expulsión de Cuba de la OEA.
Fue brillante la intervención en esa reunión del Canciller de Cuba, Raúl Roa García, y muy destacada la actitud del ministro venezolano de Relaciones Exteriores, Ignacio Luis Cartaya, quien se negó a firmar la resolución contra Cuba.
Quienes en la década de los años sesenta del pasado siglo tuvimos el honor de cumplir misiones diplomáticas en representación de Cuba en naciones de Nuestra América, y yo lo hice en Ecuador y Chile, conocemos muy bien las acciones realizadas por el imperialismo yanqui y su Agencia Central de Inteligencia para lograr la ruptura de relaciones con Cuba.
El último grupo de países latinoamericanos que mantenían sus relaciones diplomáticas con Cuba fueron México, Brasil, Uruguay, Bolivia y Chile. El imperio alentó el golpe de estado de militares brasileños contra el presidente Joao Goulart el 31 de marzo de 1964. Inmediatamente los militares golpistas cortaron las relaciones de Brasil con Cuba, y de nuevo la OEA, el ministerio yanqui de colonias, se reunió a finales del mes de julio de ese año, en su sede de Washington, para lograr que los gobiernos de Bolivia, Chile y Uruguay rompieran sus relaciones con Cuba.
En América Latina solamente México mantuvo sus relaciones con Cuba, algo que reconoce la historia de la diplomacia mundial, y también en el Continente americano nunca rompieron sus vínculos diplomáticos con Cuba los gobiernos de Canadá.
De ahí la importancia para Nuestra América y para Cuba del triunfo de la Unidad Popular en Chile, el 4 de septiembre de 1970, porque el gobierno constitucional del presidente Salvador Allende decidió restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba.
Son hechos que no se olvidan y que en estos días de pandemia recordamos para contribuir a que no se pierda la memoria histórica, en un año clave en que Nuestra América, que padece la injerencia y el bloqueo imperialistas, se una para impedir que avance el neoliberalismo y los yanquis logren imponer la Doctrina Monroe.
La Habana, 31 de agosto de 2020.