“Desde 1991 salen cada 28 de enero en el mejor de los homenajes a José Martí, y durante más de un mes recorren casi un centenar de comunidades diseminadas en alrededor de 300 kilómetros… El Consejo de las Artes Escénicas de Guantánamo considera a la Cruzada Teatral como su evento más importante, algo que trasciende al mundo de los buroes para instalarse en la emoción de los artistas… incluye, como cada año, al grupo Teatro Cimarrón. De las lomas los artistas bajan con sus mochilas más pesadas, cargadas de cuentos, leyendas y experiencias”.
Con estas palabras, el prestigioso colega y presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, Ricardo Ronquillo Bello, exaltó el quehacer de los teatristas de la tierra de El Guaso en un proyecto comunitario que en cada una de sus ediciones cuenta con la participación del grupo capitalino Teatro Cimarrón (TC), fundado hace 25 años (3 de agosto de 1995) por el destacado poeta, dramaturgo, narrador, ensayista y director artístico Alberto Curbelo Mezquida (Camagüey, 1957).
Enfrentar las dificultades con una visión diferente
Cuando ya era un experimentado dramaturgo y director artístico, con un vasto desempeño como asesor teatral y asistente de dirección en importantes colectivos escénicos —entre ellos Teatro Caribeño, fundado por el Premio Nacional de Teatro Eugenio Hernández Espinosa—, Alberto Curbelo decidió crear su propio grupo el 3 de agosto de 1995, tras haber causado conmoción con su laureada puesta de Patakín de una Muñeca Negra (1995, para niños), merecedora de diez premios en diversos festivales nacionales.
Esta compañía, surgida en una etapa signada por las limitaciones impuestas por el llamado Período Especial, se enfrentaría a las dificultades con una visión diferente a los enraizados convencionalismos y anclada, esencialmente, en el rescate y promoción de la memoria nacional, la identidad, la cultura y la historia, haciendo énfasis, asimismo, en la reconquista de las tradiciones populares de origen africano e hispano, y los problemas que atañen tanto a los cubanos como a los países vecinos de esta región del orbe, interés que a su director le ha hecho acreedor de la condición de ser el dramaturgo insular que más ha incursionado en las culturas y mitologías de los pueblos originarios del Caribe.
Manifiesto constitutivo de TC
Según el Manifiesto constitutivo de TC, entre otros de sus diez objetivos se propone “generar espectáculos interdisciplinarios que entrevean los aportes de los cimarrones, mambises y próceres negros a nuestra identidad histórica y cultural; y hallar y mostrar en la representación lo cotidiano, la subsistencia del hombre y la mujer “sin voz propia”, su pensamiento y conflictos ─generalmente excluido de las grandes historias─ a partir de la anagnórisis de los solares y barrios, de los bateyes y comunidades campesinas en las que gestan la historia”.
Para TC es prioridad la relación con el público, pero no solo del que ocupa una cómoda butaca en una sala, sino en particular de aquel que vive socialmente marginado, en las periferias, en zonas aisladas de las grandes urbes. Sus montajes escénicos buscan la simplicidad y a la vez la pluralidad del lenguaje, con un exiguo gasto en recursos de vestuarios, luces y escenografías, en una suerte de diseños minimals que reclaman del actor máxima entrega.
Sorprender a los espectadores en sus propios espacios
Para esto, Curbelo requiere, en la formación y ejercicio de sus artistas, amplios conocimientos y destrezas en diferentes expresiones teatrales, como la oralidad escénica, la danza, el clown, la manipulación de muñecos, la acrobacia, los zancos, la declamación de poesías, la magia… hábiles desempeños “especializados” en “sorprender a los espectadores en sus propios espacios”, como apuntó el reconocido crítico, ensayista y promotor cultural, doctor Eberto García Abreu, quien estuvo muchos años vinculado a esta compañía como asesor artístico.
Se trata de una táctica inteligente y provocativa que le ha permitido al grupo exponer, entre niños y adultos inexpertos en la erudición escénica —la mayoría de ellos nunca han visitado un coliseo—, experiencias teatrales que tienen que ver con su cosmos, sus asuntos, sus necesidades expresivas y, sobre todo, con su auto reconocimiento social y cultural.
“Esta relación se está conformando —apuntó García Abreu— como un eje fundamental del trabajo teatral en un sentido amplio, pues no implica la participación del público en los espectáculos, sino su inserción en los procesos internos del colectivo en lo que a la selección de los temas, textos, lenguajes y procedimientos artísticos se refiere”.
El mayor orgullo de Teatro Cimarrón
Grupo imprescindible dentro del panorama escénico nacional, aunque insuficientemente atendido por las instituciones que debían de apoyar más la inigualable labor que realiza en beneficio de la cultura popular —prácticamente no dispone de local de ensayo— TC incorpora su actividad creadora a la vida en las comunidades, mediante un proceso de retroalimentación que fusiona las vivencias de los hombres y mujeres que habitan en diferentes lugares —urbanos y rurales— a los que les entrega propuestas escénicas que tienen que ver con la cultura, la educación, la sociedad y las raíces afrocubanas.
“El mayor orgullo de Teatro Cimarrón no es precisamente el talento que poseen sus integrantes, como tampoco la gran cantidad de lauros conquistados por su excelente desempeño artístico, sino haber llevado el teatro de manera sistemática a las regiones más intrincadas del territorio nacional, patentizando así el nombre con que fue bautizada”, afirmó el destacado pensador revolucionario y acreedor de los premios nacionales de Ciencias Sociales y de Investigación Cultural, doctor en Derecho Fernando Ramón Martínez Heredia (Yaguajay, 1939-La Habana, 2017).
El también titular de la Academia de Ciencias de Cuba y de la Universidad de La Habana, resaltó que “Teatro Cimarrón tiene como objetivo esencial visualizar, desde las tablas, al afrodescendiente y a nuestros pueblos originarios, consciente de que la racialidad es un tema que nos ocupa y urge de los tiempos en que comenzaron a fundirse en nuestros cimientos los cantos de la nacionalidad cubana”.
La Bienal Internacional de Oralidad Escénica BarrioCuento, acreditada con ese nombre a partir del año 2000, derivó de los encuentros veraniegos que desde 1996 comenzó a realizar Alberto Curbelo, con su grupo Teatro Cimarrón (TC) en el capitalino municipio de La Habana Vieja, con la participación de reconocidos cuenteros, cubanos y extranjeros, experiencia que no solo llevó a diversas plazas, escuelas, bibliotecas y salas de diferentes sectores de la capital, incluyendo sus posteriores programaciones entre las ruinas del otrora cine Edison, su sede, situado en la Calzada del Cerro y Zaragoza.
La impronta de estos cimarrones, igualmente ha recibido palmas en otras regiones del país, entre las que se recuerda su larga temporada junto con los campesinos de tres bateyes en apartadas zonas de Majagua, en Ciego de Ávila, y los radicados en los lomeríos de Guantánamo y Baracoa en la célebre Cruzada Teatral, labor que, con similar fin igualmente han extendido a los habitantes de la Sierra Maestra con la Guerrilla de Teatreros; los del Escambray, con Teatro de los Elementos; y los de la Sierra de los Órganos y la Isla de la Juventud, donde también fundó el Festival de Oralidad Escénica IslaCuento; tarea agradecida por niños y adultos que nunca antes habían tenido este tipo de contacto con las artes escénicas.
Asimismo, en el año 2012 Curbelo impartió varios talleres para niños y a jóvenes en las islas de Guadalupe sobre la aplicación en el teatro del folklore caribeño, a partir de sus experiencias con Teatro Cimarrón y de sus investigaciones en torno al folklore de ese pequeño archipiélago de las Antillas.
Gracias al crítico y periodista Jorge Rivas Rodríguez, a Cubaperiodistas y a todos los que nos han acompañado en este cuarto de siglo de quehacer escénico para el espectardor más necesitado de atenciones cutlurales. GRACIAS!