Por Jorge Luis Urra Maqueira
Los públicos cubanos siempre han agradecido la presencia de espacios cinematográficos en la pequeña pantalla. Y es que el cine es una industria de sueños que signa nuestras avideces, la urgencia del conocimiento y la catarsis de las emociones. Igual, un acto creativo que acelera nuestras pulsaciones estéticas y nos enseña a preciar la existencia desde el encomio de la belleza, particularmente el que califica como arte.
No es fortuito que en la década de los 80 uno de los tres espacios con mayor rating en la Isla fuese 24 x segundo, conducido por Enrique Colina, que con su mordaz sonrisa y dones comunicativos, logra desmontar el lenguaje de los filmes para hacernos comprender su carácter manipulador (no tengamos prejuicios con el término, el arte es siempre manipulador) y creatividad narrativa. Historia del cine, por su parte, que ofrece una visión historiográfica y crítica del legado cinematográfico, es uno de los proyectos más longevos de la televisión nacional.
Sin dudas, el cine sugestiona y deviene como una suerte de memoria sempiterna de nuestra época. Por esta razón, los cinéfilos de Cienfuegos agradecen que la televisora local apueste por el espacio Tiempo de Cine y la vieja voluntad de enseñar a ver y distinguir los mejores textos audiovisuales y sus cultores (este también era el propósito de su antecesor Ojo crítico, 2010-2015).
En este caso, su guionista, el agudo crítico de cine Julio Martínez Molina, miembro de la Asociación de la Crítica Cinematográfica de Cuba y de la Fipresci, y autor de varios libros sobre la materia, ha optado por una hilación monotemática en sus relatos exegéticos de cinematografías y directores, combinando los elementos históricos con las regularidades de los cineastas, lo cual resulta todo un reto, pues se trata de un espacio de larga duración (30 minutos).
Haciendo uso de un lenguaje comunicacional efectivo, pese a su elaboración lingüística y grado de especialidad, Martínez Molina profundiza en zonas que no suelen tenerse en cuenta en los programas de las televisoras cubanas, dominadas por el deseo de ser entretenidas y la cultura frívola del séptimo arte.
El espacio de Perlavisión explora lo ignoto, cinematografías “antihollywoodenses”, alternativas o periféricas o realizadores cuyas obras quiebran tabúes, experimentan o sencillamente no son populares.
Las indagaciones en la obra de significativos (y semi olvidados) realizadores europeos, asiáticos y americanos acaso trasluce esa voluntad de compartir los valores de un cine de esencias, marcado por el estilo de sus creadores.
Igual, pudiera mencionarse el afán por visibilizar diversas cinematografías poco abordadas en los espacios fílmicos cubanos, como la coreana, la tailandesa, la noruega o la rusa contemporánea, por citar algunas. Baza añadida son los sistemáticos acercamientos del programa a distintos géneros como el terror, la ciencia-ficción, el western, el musical u otros, desde una perspectiva crítica que además, dimensiona sus aportes históricos. En elementos como los anteriores se ubican las principales aportaciones de Tiempo de Cine, emitido todos los lunes a las 12:00 del día, por Perlavisión.
Para ejecutar el proyecto no podía escogerse a otra creadora que Rita Arbolay Abdo (además coguionista), una de las realizadoras más versátiles del telecentro perlasureño, la artífice de Campanita musical, Música es, o del espacio dedicado a los campesinos, quien se ha mantenido por casi 20 años consumando textos televisivos.
Arbolay acude a una puesta simbólica para encauzar las valoraciones del crítico, utilizando el recortador o la pantalla verde en pos de ambientar el set. Los componentes tecnológicos que tiene de fondo la conductora refieren el género de programa, aunque su movimiento suele disgregar la atención sobre su figura y enunciado.
Por cierto, una buena elección de la actriz Jessica Capote Cordero para expresar los parlamentos. La joven subraya bien, articula mejor y tiene personalidad para convencer a los públicos de que ha interiorizado cuanto dice, lo cual presupone procesos de lectura y memorización de los párrafos especializados de Martínez Molina, algo no sencillo para una joven, pero que en ella queda natural y fluido.
Solo una recomendación le haría este autor al espacio: comprimir el tiempo de los fragmentos fílmicos e intencionar mejor los vínculos entre estos y los componentes de análisis en algunos programas.
Tiempo de cine constituye un buen agasajo para los seguidores del arte cinematográfico, particularmente para quienes deseen crecer como auditorios críticos, una dona para estos tiempos pos-COVID-19.
(Tomado del 5 de Septiembre)