Durante la evolución de nuestra especie, los adultos humanos con cerebros grandes empezaban la vida como bebés con cerebro grande. Por otro lado, las homínidas tenían que mantener una pelvis estrecha con un canal del parto restringido para poder andar eficientemente sobre dos piernas de forma permanente (un nuevo carácter adquirido para sobrevivir en las sabanas donde entonces moraban nuestros antepasados). De manera que, al mismo tiempo que los fetos tenían cabezas más grandes, cada vez se amoldaban peor a las pelvis más estrechas.
El nacimiento se convirtió así en un proceso doloroso y potencialmente letal, y sigue siéndolo todavía. La Organización Mundial de la Salud estima que cerca de 830 mujeres mueren cada día por complicaciones durante el embarazo y el nacimiento, y este dato es un 44 por ciento menor que en 1990.
El tamaño del encéfalo humano que contiene al cerebro al nacer, es la tercera parte del que tendrá cuando alcance su máximo desarrollo. Eso significa que en el momento del nacimiento nos encontramos muy lejos de disponer de plenas facultades neurológicas y cognitivas, condición que nos hace una especie altricial.
Esta condición altricial es considerada un rasgo muy característico de los seres humanos, ya que la gran vulnerabilidad de los bebés ha determinado aspectos muy importantes de nuestra biología, como el lento desarrollo y la gran duración del periodo de cría, asociados al emparejamiento estable, la supervivencia prolongada de las abuelas, y el cuidado aloparental (a cargo de otros miembros del grupo) de las crías. Ningún primate actual (el grupo zoológico al que pertenecemos) nace con un encéfalo tan poco desarrollado como el nuestro.
Hasta ahora, la hipótesis que más consenso ha recibido para explicar esa condición altricial es la que se relaciona con el denominado “dilema obstétrico”. Ese dilema sería el resultado de dos presiones selectivas contrapuestas antes mencionadas, la tendencia al aumento del tamaño encefálico en la evolución de nuestro linaje y la tendencia a configurar una pelvis estrecha, idónea para la locomoción bípeda, pero difícil de atravesar durante el parto.
La pelvis materna impone así severos límites al tamaño de la cabeza del recién nacido, lo que complica de manera notable el parto. De hecho, entre todos los primates, el canal del parto de las mujeres es el más estrecho en proporción al tamaño de la cabeza del recién nacido.
Por esas razones, se ha considerado que la gestación humana es una gestación truncada, que llega a término mucho antes de lo que requeriría un desarrollo encefálico equivalente al de los otros primates, y la explicación de ello sería la imposibilidad de dar a luz a bebés con cabezas de gran tamaño.
Pero hay autores que consideran que estas limitaciones anatómicas no son la verdadera causa del tamaño encefálico de los neonatos humanos, sino otras de índole metabólica.
En este sentido, demanda energética de feto en desarrollo es muy alta. Necesita los materiales estructurales para construir su organismo y su tasa metabólica es intensa, como corresponde a unos tejidos muy activos que se encuentran en pleno crecimiento. Por ello, las madres humanas invierten más en el desarrollo fetal que el resto de las madres primates.
Además, el encéfalo del recién nacido humano es mayor que el de cualquier otro primate neonato, tanto en términos absolutos como en relación con el tamaño de la madre. Y lo mismo cabe decir del tamaño corporal.
Se suma que el encéfalo del bebé humano es un 50 por ciento mayor que el de los gorilas, y su cuerpo es el doble de grande. Si se relacionan ambas características con el tamaño de los adultos, los bebés humanos superan al resto de los primates con gran diferencia.
De aquí se deduce que las gestantes humanas dedican a sus fetos un esfuerzo metabólico que no admite comparación con ningún otro mamífero o cualquier otro primate.
Según esta hipótesis, los condicionantes principales de la duración de la gestación y del crecimiento fetal en mamíferos son las limitaciones o restricciones energéticas, tanto de la madre como del feto.
Tales limitaciones operan igualmente en la especie humana, por lo que no cabría atribuir al dilema obstétrico su efecto sobre la gestación humana, sino a esas limitaciones energéticas.
El parto entonces se produce cuando las demandas metabólicas del desarrollo fetal sobrepasan la capacidad de la madre para adquirir los recursos energéticos necesarios para poderlas satisfacer.
En individuos de nuestra especie lo normal es que la tasa metabólica máxima que se puede mantener a lo largo del tiempo sea del orden de entre 2 y 2’5 veces la tasa metabólica basal. En el noveno mes se alcanza una tasa metabólica que es 2’1 veces la basal, y la prolongación del embarazo requeriría un esfuerzo metabólico que no está al alcance de la madre.
Una pelvis grande requiere un tamaño corporal grande. La presión selectiva contra el tamaño corporal grande conllevaría a su vez una presión paralela contra una pelvis más grande.
Una segunda posibilidad es que ese agrandamiento de la pelvis suponga contrapartidas en términos de eficiencia locomotora por lo que el dilema obstétrico no debe descartarse como determinante de la duración del embarazo y del momento del parto.
Una tercera posibilidad es que las dificultades para el parto sean un fenómeno relativamente reciente, ocasionado por un nivel de consumo energético materno más alto que el que se producía en el pasado.
De acuerdo con esta posibilidad, cambios recientes en la dieta han podido elevar la disponibilidad de recursos durante la gestación, con lo que los neonatos han adquirido un tamaño mayor que el que tenían en el pasado, pero no habría habido tiempo suficiente para que ese cambio haya venido acompañado del consiguiente aumento en la anchura de la pelvis.
Y la cuarta y última posible explicación es que el desarrollo encefálico del neonato y el momento del nacimiento quizás se hayan seleccionado por resultar óptimos desde el punto de vista del posterior desarrollo cognitivo y neuromotor.
Todos los planteamientos anteriores nos enseñan que en la valoración de hipótesis alternativas para explicar las presiones selectivas que determinan la aparición o existencia de un rasgo o conjunto de rasgos, no debe excluirse la posibilidad de que tales rasgos sean, de hecho, una solución de compromiso consecuencia de la actuación simultánea de diferentes presiones selectivas. Este del parto humano parece ser uno de esos casos.
Interesante. Seguimos estudiando. Nuestros resultados han sido buenos con los programas que se han implementado. Me encanta la obstétrica clásica con el método clínico.