“Cuando el cielo en verano se tornasola / y ni una nube vaga de cruel blancura, / y el hastío te invade como una impura / serpiente que te aprieta y asfixia y viola, / búscate una muchacha que toque viola (…) y quémala tú mismo con amapola”. (1) Se lo escuché cantar al Orfeón Santiago. Muchacha, hastío, quemadura, amapola. Pregunté enseguida de quién era aquello. Casi no hay que apuntarlo, de Nicolás Guillén.
¡Qué manera de decirlo todo con tan suprema elegancia!
Un siglo y dieciocho años han pasado desde que vio la luz el autor, un 10 de julio de 1902, y el corazón de su poesía ―lírica, íntima, profética―, sigue en sus latidos, sin que el tiempo pueda sofocarla. Sus versos adelantaron el hallazgo de los restos del Che. La poesía siempre ve más: “Y no porque te quemen, / porque te disimulen bajo tierra, / porque te escondan / en cementerios, bosques, páramos, / van a impedir que te encontremos…” (2)
En su creación más recia, Guillén se interroga y nos interroga sobre las cosas esenciales de este mundo, la materialidad circundante, aquello que no tiene precio alguno. Es la suya una metáfora de estos tiempos, de todos los tiempos: “¿Puedes venderme el aire que pasa entre tus dedos / y te golpea la cara y te despeina? / ¿Puedes venderme un dólar de agua / de manantial, una nube preñada, / crespa y suave como una cordera”. (3)
Quiero recordar a Nicolás Guillén, sin embargo, más allá del verso. Quiero hacerlo en dos anécdotas que lo coronan en el reino inasible del humor, que lo develan en toda su cubanía, que lo relacionan de manera singular con los medios. Tales exquisiteces aparecen registradas en su libro Páginas vueltas, en el que cronista y poeta se entrelazan, pues no hay que olvidar la labor periodística guilleniana.
La galleta académica
La Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE) del Uruguay ―país que Guillén conoce de punta a cabo en su recorrido sudamericano en la medianía del pasado siglo―, decide despedir al cubano. Una despedida como para no olvidar. Sus amigos, el escritor Alfredo Mario Ferreiro y el caricaturista Julio Suárez, director del semanario Pelo Duro, lo organizan todo.
De tal manera, con un poco de guasa y mucho de cariño, deciden otorgarle la condecoración conocida como la galleta académica, la cual consistía en “un pequeño círculo de cartón donde figuraba el nombre del neófito, ítem más: discurso de parte y parte, todo ello rociado con harto vino (…) Pero yo no pronuncié un discurso en aquella ocasión, sino que llevé escritas unas décimas a la manera de las que Cervantes pone en boca de Sancho Panza, llamadas de cabo suelto”. (4) Así, el camagüeyano devolvía la galleta con esta forma estrófica que obvia la última sílaba, que juega con ella:
“Muy querido Pelo Du- / y Alfredo Mario Ferré-: / gracias por esta gallé- / que alumbra mi vida oscú-. / Al dejar el Urugú- / lloro con desesperá-; / detesto mi suerte escá- / y con acento rabió- / grito a los ojos de to- / ¡Pucha, que soy desdichá-¡ // ¡Adiós, amigos cordiá-, / compañeros de .garú- / Siempre me he acordado mú- / de esta tierra tan simpá-”. (4)
Aún más hilarante resulta un acontecimiento que tiene lugar en Sao Paulo, la urbe brasileña a la que Guillén se refiera varias veces por el castellano San Pablo. En uno de sus viajes, lo invitan a una lectura de poemas ante el micrófono. Allí asistiremos también, rasgando el tiempo:
“Era una transmisión que tenía lugar a mediodía (…) El locutor que tenía a su cargo la presentación del programa era un hombre (…) que conocía perfectamente el español y se vanagloriaba de ello. Fue entonces cuando se produjo esta escena…
“–Y ahora, señoras y señores, tendré el gusto de presentar ante ustedes al ilustre poeta cubano (aquí demorando y arrastrando la voz) como es de rigor A-rís-ti-des Gui-llén, etc. Una evidente agitación se produjo en la sala de la emisora, que creció de punto cuando el locutor se volvió hacia mí para preguntarme:
“– ¿No es cierto, poeta, que Guillén se pronuncia así, Guillén?
“Yo, tan sorprendido como el resto de la audiencia, me limité a contestar:
“– Sí, Guillén se pronuncia Guillén, pero Arístides se pronuncia Nicolás”. (5)
NOTAS:
- Nicolás Guillén: “Ejercicio de piano con amapola de siete a nueve de la mañana”. Fragmentos.
- Nicolás Guillén: “Che Comandante”. Fragmentos.
- Nicolás Guillén: “¿Puedes?”. Fragmentos.
- Nicolás Guillén: Páginas vueltas, Ediciones Unión, La Habana, 1982, pp. 162-163.
- Nicolás Guillén: Ibíd.
- Nicolás Guillén: Páginas vueltas, p. 205.