Hasta 1959 las empresas ESSO, Texaco y Shell, asumían en Cuba la importación, refinación y suministro de combustible. Al triunfo de la Revolución Cubana, el gobierno de los Estados Unidos ordenó a estas compañías que limitaran la importación y refinación a la isla para provocar una escasez artificial en el país. Cuba decidió adquirir petróleo en Venezuela pero esas empresas se negaron a alquilar sus supertanqueros.
A su vez, el gobierno de Estados Unidos promulgó la Ley Puñal, en la que redujeron la cuota azucarera cubana en el mercado norteamericano, que más tarde sería suprimida totalmente. El 5 de julio de 1960, Cuba replicó mediante la Ley Escudo, que facultaba al presidente y primer ministro de la República, a nacionalizar empresas y bienes extranjeros por la vía de la expropiación forzosa, garantizando su correspondiente indemnización.
En esas circunstancias, la entonces Unión Soviética anunció que su país estaba dispuesto a comprar todo el azúcar cubano que Estados Unidos no comprara. Y paralelamente, se establece el primer convenio comercial con la URSS, en que ese país se comprometía a vender petróleo a Cuba, a precios justos y a transportarlo. Entonces las trasnacionales estadounidenses se negaron a refinarlo, y comenzaron a su vez las amenazas de Estados Unidos de reducir o eliminar la cuota azucarera cubana en el mercado norteamericano. Las tensiones crecieron y el 28 de junio de 1960, Cuba puso en vigor la Resolución 166 en que se intervino la planta de Texaco en Santiago de Cuba. Tres días después la Revolución intervino en La Habana, las instalaciones de la ESSO y de la angloholandesa Shell.
Acorralada ya desde sus inicios, la Revolución Cubana comenzó la etapa de las nacionalizaciones en 1960. En la clausura del I Congreso Latinoamericano de Juventudes, el sábado 6 de agosto, Fidel Castro anunció la nacionalización de 26 compañías estadounidenses que poseían tres refinerías de petróleo, los monopolios de la electricidad y del teléfono, y 36 de los mejores centrales azucareros del país.
Ya el 17 de agosto de 1960, una multitud comenzó a concentrarse ante el edificio de la Cuban Telephone Company, en la capital. Han trascendido las imágenes de obreros retirando el letrero alusivo a la transnacional y en las calles, el pueblo festejaba lo que sería un gran acto de dignidad y de soberanía del país; una utopía largamente postergada y que se cumplía por primera vez.
Al mismo tiempo, en el edificio principal de la Cuba Electric Company (Cubaneleco), se hacía efectiva la nacionalización. Por las calles de La Habana, trabajadores llevaban en andas ataúdes que representaban a los monopolios expropiados. Ya en el antiguo Palacio Presidencial de Cuba, una multitud se congregaba y se decían los nombres de cada una de las compañías expropiadas; ESSO, United Fruit Company, Texaco y Manatí Sugar Company entre otras, y un coro replicaba al unísono: “Se llamaba”.
Estas nacionalizaciones significaron de manera clara el rumbo soberano y antimperialista de la naciente Revolución Cubana. Y también definieron las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en que la soberanía sería el pilar para los vínculos con el exterior. Visto como una afrenta y al ver perjudicados sus intereses en lo hasta el triunfo de la Revolución habían sido “relaciones incondicionales”, el gobierno de Estados Unidos decretó formalmente en 1962 el bloqueo a Cuba que por 60 años ha intentado asfixiar su economía y la vida de su pueblo.
Como lo ha reflejado el título de un análisis en Sun Sentinel, el principal periódico que circula en los condados del sur de la Florida en Estados Unidos, para el gobernante Donal Trump, las familias cubanas son el daño colateral de su política. Cuba ha vivido una larga historia de agresiones y de acoso, pero aquellas nacionalizaciones que definieron su soberanía, fueron el comienzo también de una larga etapa de resistencia y de dignidad. Más del 75 por ciento de las cubanas y cubanos, nacieron en una Cuba bloqueada, la misma que hoy ofrece solidaridad al mundo con su ejército de batas blancas. (Tomada de Cuba en Resumen).