El conocimiento empírico demuestra que los virus, después de atacar con fuerza a un nuevo hospedero, se tornan menos agresivos con el paso del tiempo, lo cual es esperable que ocurra con esta pandemia (y de hecho algunos países europeos han reportado la detección, a nivel molecular y clínico, de un patógeno menos agresivo entre los últimos pacientes infectados). Pero esta evolución viral, igualmente puede tardar en suceder, e incluso no ocurrir nunca, publica TICbeat.
Detrás de esta reflexión, que caracteriza una de las aparentes contradicciones del conocimiento científico, está una de las grandes verdades de la ciencia: todo descubrimiento puede ser reemplazado por otro que desbanque al anterior. Y esta máxima, aplicada a la evolución de la pandemia de la COVID-19, deja a la luz las incertidumbres que, a toda prisa, los investigadores tratan de superar.
La sociedad —ávida de una solución que le regrese a la rutina pre-COVID, y ya familiarizada con términos como PCR, inmunidad innata, vacunas específicas, SARS-CoV-2, coronavirus, virulencia, seroprevalencia, entre muchos otros—, demanda respuestas científicas. Pero la emergencia con que se investiga sobre este virus y el poco conocimiento que se tiene sobre su “conducta” hace que unos y otros resultados se contrapongan casi al unísono.
La mayoría de los científicos han reconocido cómo la COVID-19 ha cambiado la práctica de la investigación. Sobre los probables cambios en la sociedad se ha especulado bastante. El periodismo, por su parte, se ha visto precisado a acercarse mucho más al mundo de las ciencias biológicas. TICbeat, por ejemplo, toma de The Conversation este desafío: “¿Ha perdido agresividad el SARS-CoV-2? Cuidado con las ilusiones víricas engañosas”.
Las distintas etapas por las que está pasando esta crisis —dice el reporte— siguen despertando nuevas preguntas para los expertos, cuyas respuestas, después, la población comenta o discute con visible interés. “Superamos hace semanas el momento de comprender la tasa reproductiva, la seroprevalencia o la diferencia entre un PCR que detecta la infección y un test inmunológico que detecta si hemos superado la COVID-19. La gran preocupación del momento actual es si el virus se ha vuelto menos virulento”.
La nota detalla que al hablar de virulencia nos referimos a cientos o miles de partículas virales (o viriones). Al infectarnos —añade— estas repiten incansablemente el mismo proceso: una o varias entran en una célula y producen cientos o miles de nuevas partículas virales.
“Así que, si el actual coronavirus se dispone a perder virulencia, es necesario que la pierda miles de millones de viriones que infectan a los millones de individuos de nuestra especie. Y claro, eso no ocurre de la noche a la mañana. Se trata de que una determinada partícula viral decida moderar su actitud, como si fuese una persona que siente dolor de cabeza y se propone dejar de salir de juerga entre semana”.
Asimismo, el texto detalla que para que un virus pierda agresividad “se tienen que ir acumulando mutaciones en el material genético (ARN) de los nuevos viriones que vayan surgiendo”.
Esas mutaciones —explica— son modificaciones moleculares que ocurren al azar en ese manual de instrucciones de cada partícula viral que es su ARN. “Estos cambios pueden producir nuevos viriones que lleven un ARN que los haga menos agresivos. Aunque al ser aleatorias, las mutaciones pueden generar con la misma facilidad viriones más virulentos o no tener efecto”.
Ciertamente, la versión que consiga propagarse mejor irá dejando más copias de sí misma. Este es un fenómeno evolutivo bien conocido: la selección natural.
“Si unos novedosos viriones menos agresivos ingresan en un individuo y le dejan hacer vida normal con mayor comodidad que si le hubiesen invadido otros más virulentos, serán más fácilmente transmitidos por este portador».
“Porque un infectado por estos mutantes más ´soportables´ hará una vida más contagiosa que si estuviese postrado, febril, en cama o aislado en un pabellón de un hospital. El virus más moderado va imponiéndose en la población con una estrategia infalible: dejar a su portador ir a fiestas o congresos”.
Así, poco a poco, se van volviendo más frecuentes las partículas virales menos agresivas, que se adaptan a la convivencia con su hábitat: nosotros, agrega el reporte. “Cuando un virus llega por primera vez a una especie puede mostrar distintos grados de virulencia hacia su hospedero, pero si consigue perpetuarse es porque acaba mostrando una tendencia a alcanzar un equilibrio de convivencia. Si el virus se adapta a nuestra vida, será un mejor superviviente que si nos elimina”.
“¿Podemos decir entonces que el SARS-CoV2 ya es menos agresivo? Seguramente que no, sino que estamos más atentos.Y tenemos que ser cautos y pacientes para evitar caer en ilusiones víricas”, concluye el reporte. (Tomado de Cuba en Resumen).