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El des-acuerdo del siglo

Con el inicio de julio ingresa a las calamidades mundiales el tema de Palestina, asunto nunca resuelto y tan suciamente manipulado que causa vergüenza. La anexión de buena parte de Cisjordania es el ¿nuevo? capítulo de una historia sin final a la vista. Al cabo de 53 años de ocupación israelí, los habitantes de esa zona están a merced de perder los pocos derechos que les quedan y obligados a sufrir la tiranía sionista. El término no es exagerado, está correctamente atribuido, y quien tenga duda que revise el cúmulo de vilezas y los injustificables límites impuestos a los palestinos.

El propósito de hacerse de estas tierras está en la agenda desarrollada por Israel incluso antes de la guerra de los 6 días en 1967, mediante la cual –se recordará- expropiaron los Altos del Golán, pertenecientes a Siria, el Sinaí egipcio y la Franja de Gaza, más la propia Cisjordania con Jerusalén Oriental, cercenadas al territorio jordano.

Ariel Sharon pone en práctica en el 2004 una retirada unilateral de la Franja de Gaza. Su propósito era calmar los reclamos palestinos dándoles un insuficiente pedazo de tierra (desde entonces se considera como una inmensa cárcel a cielo abierto, encerrado y con costa pero sin derecho a usarla) y, de paso, buscando mermar las críticas internacionales por el dilatado conflicto provocado por el despojo del pueblo que dio nombre a ese antiguo espacio geográfico cultural.

Entre los cálculos de Sharon, estaba aumentar los asentamientos judíos cisjordanos para justificar el empalme posterior de ese enclave con el territorio dado a Israel en 1947 y aumentando con ello, la conquista por la fuerza de las porciones vecinas. El ex premier, que antes fuera un alto oficial del ejército y a quien se responsabiliza por la matanza de Sabra y Chatila, entre sus crímenes, no pudo finiquitar su proyecto pues sufrió un infarto cerebral que lo mantuvo en coma hasta su muerte años después.

El objetivo actual está basado en similar matemática y lo sustenta el Acuerdo del Siglo, presentado por la administración Trump a inicios de este año, tras una intensa campaña para hacerlo creíble, pero obviamente ilegal y polarizado en favor de Tel Aviv.

Dando cuenta de la implicación norteamericana en ese designio, amanece el 1ro. de julio con declaraciones de Benjamín Netanyahu diciendo que seguirá contando con Washington para instrumentar por completo la nueva usurpación que haría imposible la existencia de un estado palestino, según lo previsto por la ONU y, en general, aceptado por la mayoría de las naciones.

El área ambicionada tiene muy importante superficie en el Valle del Jordán (2.400 km2), donde habitan unos 60 mil palestinos, 20 mil de ellos en Jericó y sus inmediaciones, donde también se asientan temporal o permanentemente comunidades beduinas. Es, por demás, alrededor del 30% de los 5860 km² de extensión que tiene la Cisjordania ocupada.

El Valle, considerado área estratégica, tiene ya más de la mitad de su extensión sometida militarmente por Israel que, por tanto, impide el acceso a los palestinos originarios a quienes les robaron estas tierras para darle sitio a 10 mil de los 400 mil colonos establecidos en la comarca.

“La anexión de las tierras fértiles del valle de Jordán en particular, el granero de Cisjordania, haría el funcionamiento del Estado palestino imposible; privándole de la tierra y los recursos naturales necesarios para mantenerse”, estimó sobre este extremo Shane Stevenson, responsable de Oxfam para la zona en su rechazo a la nueva usurpación israelí.

De acuerdo con lo establecido por Naciones Unidas, bajo amparo del derecho internacional, esta repoblación forzada, es ilícita, pero Donald Trump asegura que las colonias ya instauradas o por crearse, son legítimas. Ese fue el paso previo a la presentación del que mejor debería llamarse Desacuerdo del siglo.

El rechazo del mundo ha sido superior a lo esperado y puede ilustrarse con lo ocurrido en el parlamento belga, donde son difíciles los consensos entre valones y flamencos, pero de forma unánime, decretaron un total repudio y la consecuente denuncia al pretendido sionista-norteamericano.

Fuera de las numerosas recriminaciones y censura, en curso, (Rusia, Japón, China, Finlandia, Países Bajos, etc.) dentro de Israel surgieron ciertas cabriolas, entre ellos lo dejado entrever por Benny Gantz, alterno de Netanyahu para ocupar la jefatura de gobierno, dentro de un semestre. Si bien el ex militar concuerda con la usurpación, afirma que ahora es prematuro y debe atenderse primero el problema de la Covid-19 y la recuperación económica del país.

Tiene pinta de cautela para impedir un rechazo dilatado de su futura administración o conciencia de lo inoportuno de emprender esa agresión cuando tan importantes problemas internos existen, aparte de los citados, las frenadas acusaciones judiciales contra Netanyahu.

Para el todavía premier, sin embargo, todo se reduce a que Washington le dé el pistoletazo de salida. De ahí sus encuentros con el embajador norteamericano y el virtual pedido a Trump para que haga otro pronunciamiento y calzar con eso su indecorosa empresa.

La Autoridad Palestina reiteró en tanto, su posición de rechazo a cualquier fórmula que les prive de más suelo y, según los pretendidos del plan estadounidense, también les impidan tener un estado propio. Como es de imaginar, la paz entre palestinos e israelitas y para la región, se aleja infortunadamente, dejando en vilo décadas de conflicto y abuso amparado por EE.UU.

Como unas cuantas cosas hoy emperradas, este devenir en el Medio Oriente dependerá del resultado electoral de noviembre en USA y, por supuesto, no solo de esa esperada carambola.

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