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 “Soñé con hacer un periodismo humano y creo que lo hice”

Estas fueron las respuestas de Elio Menéndez durante una entrevista realizada en junio de 2019, con el propósito de filmar el capítulo dedicado a él en la serie Glorias del Periodismo Cubano, producida por la Unión de Periodistas de Cuba. Publicamos el texto, mínimamente editado, para que el lector pueda “escuchar” la voz de este grande de la prensa, más allá de lo que puede abarcarse en un audiovisual de pocos minutos, realizado por Roberto Chile.

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“Yo nací en el Vedado, en La Habana, el primero de marzo de 1930. Mi padre era asturiano, panadero. Vino a Cuba y puso una panadería. Luego se asoció con otros españoles que estaban aquí. Llegó a ser dueño de la panadería y de una bodega, y fabricó una casa frente al cine Maxim, en la calle Bruzón. Como hizo algún dinero, fue a España de visita con mi mamá y allí nació uno de mis hermanos, el segundo. Regresaron a Cuba y continuó en sus negocios de hacer y vender. Fue presidente del Club de Asociados Panaderos; se dio buena vida, le gustaba el juego y así disipó parte del capital que había reunido. A la vez, tuvieron un hijo tras otro. Yo fui el segundo de los últimos.

A mis siete u ocho años de edad, nos fuimos a vivir para el reparto Juanelo. Papá había mandado a construir una casa en ese lugar con vistas al futuro, para que sus hijos tuvieran donde vivir. Era una casucha mal hecha, la compró muy barata. Pero cuando toda la familia tuvo que ir para allí, la mejoró.

En mi adolescencia, yo pescaba gusarapos en la zanja que pasaba frente a la casa. Y por la noche iba con los muchachos del barrio a tirarle piedras al tejado de zinc de la casa de una señora mayor que vendía carbón y estaba loca.

La primaria la había hecho en una escuela pública hasta que cumplí los catorce o quince años, y me presenté en la escuela 76, en el horario nocturno. Después aspiré a ingresar en el Instituto del Vedado, pero mi padre no me pudo pagar la matrícula. Y me dijo: “Vete a trabajar y búscate cinco pesos, porque no los tengo”.

Tuve que empezar a trabajar como panadero. Me hice operario panadero, por ahí tengo mi carnet. Años después fui peón de albañil en la construcción. También vendí dulces y galletas en las escuelas y hasta billetes de lotería en la esquina de Galiano y San Rafael, en la tienda La Época.

Hasta que un día me encuentro con Bobby Salamanca, que había sido mi amigo del barrio, de la escuela. Él ve que estoy en la calle vendiendo recortes de galletas, y me dice: “Coño, chico, ¿qué tú haces vendiendo en la calle?”, “¿Qué yo hago? Buscarme la vida”, “Pero esa no es forma, ¿tú ganas mucho?”, “No, yo trabajo de eventual de la construcción, cuando no hay trabajo me voy para casa”, “Pero así no puedes ¿Por qué no te vas conmigo para el periódico Hoy?”, “Coño, eso sería lo mejor para mí”. “Yo estoy en Hoy, bastante bien considerado”. Ve por Hoy que voy a presentarte al director”.

Así me llevó al periódico Hoy. Me recomendó mucho. Por suerte yo había aprendido a escribir a máquina con la de un amigo de ambos. Mi ortografía era buena, también mis conocimientos para un muchacho de esa edad y en esas condiciones. Entonces el director de Hoy me dijo: “Mira, yo no te voy a pagar un sueldo porque yo no tengo plaza. Con esos antecedentes que ha dado Bobby sobre ti, si quieres vienes, trabajas por la noche, estás hasta que cierre el periódico para que aprendas lo que es un periódico”.

El trabajo que yo hacía allí era lleva o trae esto, mira aquello… Pero hubo un viejo que me cogió afecto, José González Barros, Pepe. Y Pepe se empeñó en ayudarme, me ayudó mucho. Empezaron a darme coberturas, y ahí empecé a escribir.

Después del triunfo de la Revolución, un día José Llanusa, el director del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), recién nombrado, fue al periódico Hoy porque buscaba a quien llevarse para el INDER. Él había asumido el cargo en sustitución del Capitán Guerra Matos. Y los pocos periodistas que tenía simpatizaban con la sociedad que se había ido, y él quería periodistas jóvenes que trabajaran por y para la Revolución.

Recuerdo que la primera cobertura que hice para el INDER fue de un juego en el municipio Regla. Manolo Hurtado picheó muy bien, era muy buen pitcher. Y al día siguiente salgo yo, que escribía ya sobre pelota de manera regular, y escribo: “Hurtado picheó como los ángeles y Regla venció”. Entonces, González Barros me llamó y me hizo romper la plana. “¿Por qué?”. “Porque los ángeles no pichean, viejo ¿tú has visto algún ángel alguna vez? Quita eso; no te vayas por esa corriente”.

Más adelante, en Granma, también tuve la suerte inmensa de encontrarme con muy buenos compañeros, como los encontré después en Juventud Rebelde. Y ahí es donde verdaderamente comienza mi carrera profesional. Granma y Juventud Rebelde ha sido mi gran familia. También trabajé en El Mundo, en emisoras de radio, estuve en Radio Rebelde, en Progreso y en COCO.

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Yo vi cómo crecieron y cómo se hicieron figuras en el deporte gente de pueblo, muy pobres. Ahora hablamos de las glorias deportivas, las glorias deportivas de hoy tienen al Estado, que con todo lo que digan algunos, ahí tienen el terreno… No, antes no había terreno ninguno, antes no había nada, antes estaba La Tropical, hasta que hicieron el estadio.

Los muchachos jugaban en la calle con un guante. Donde hubiera un muchacho con un guante había un juego de pelota. Y crecieron, y algunos se sacrificaron para llegar.

A mí me gustaba el béisbol y el boxeo desde niño. Mi padre tuvo la bodega en la esquina donde estaba el primitivo Almendares Park, por Almendares y Bruzón, por allá por donde está la Terminal de Ómnibus. Y a esa bodega iban todos los peloteros esos, allí tomaban. Papá los conoció allí, y se enamoró de la pelota. Él veía primero la pelota que el futbol; a papá también le gustaba el boxeo y las carreras de caballos. Iba al boxeo y nos llevaba a los más chiquitos por no dejarnos con mamá en la casa; ella tenía mucho trajín, y él arrancaba conmigo y con mi hermano Mario, que murió. Yo vi a Chocolate en el ocaso de su carrera, lo conocí. Eso me inclinó a la crónica, el haber estado “tocado” por él.

Y todavía hoy me pongo a pensar en las cosas de antes, las cosas buenas de antes, porque antes hubo cosas malas, muy malas, y hubo cosas muy buenas, hubo resultados muy buenos en este sector del periodismo.

Yo hice originalmente el libro sobre Chocolate, era una deuda que tenía con Chocolate, y en realidad el libro satisfizo tanto que hubo que hacer otra edición bastante copiosa. Después hice uno que se llama Swignes a la nostalgia, donde reuní muchas de estas anécdotas que publiqué en Juventud Rebelde y otras inéditas.

Para mí el periodismo ha sido todo. Empecé siendo un veinteañero, conocí gente muy buena que fueron mis amigos, hoy no todos son mis amigos, pero hubo quienes me ayudaron muchísimo, como el gallego Ricardo Sáenz, en Granma. También le debo mucho a Guillermo Lagarde. Y en Rebelde, a su entonces director Jorge López Pimentel. Además, agradezco a la UPEC en sus distintos períodos.

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Creo que el periodismo deportivo cubano está falto, más que de halagos de críticas en varios aspectos. No podemos ser triunfalistas siempre. Un periodista, como un atleta y como cualquier profesional en la vida, tiene que madurar. Tiene que cuidar su vocabulario deportivo, buscar frases deportivas, no irse por las frases amañadas. Nosotros en el periodismo deportivo utilizamos muchas frases amañadas y nos repetimos, entonces pienso que hay que ser un poco más creativos, más imaginativos, y profundizar más en lo que cada cual sabe.

El periodismo es profundizar, ahondar, educar; es también tratar de tocar esas aristas sentimentales del deporte, que a veces las pasamos por alto.

Primero que todo conocer, conocer de lo que escribes, ser honesto, entregarse, no darse por satisfecho nunca, leer y releerse de nuevo. Cuando yo escribía algo que consideraba que me gustaba, me levantaba a primera hora del día y antes de hacer lo habitual, abría el periódico y leía si me habían publicado la entrevista tal y como la había mandado.

El periodista debe ser honrado con lo que dice, con los criterios que da; debe ser trabajador, tener olfato y deberse a informar. Y no solo debe leer las páginas de los periódicos de hoy, debe leer a los periodistas de antes, que fueron muy buenos periodistas y que escribieron muy bien. El periodista debe beber de esas fuentes, debe ser creativo, pero debe leer, porque leyendo se aprende.

Yo les diría a los jóvenes periodistas dedicados al deporte —y a los no tan jóvenes— que observen lo que sucede sobre el terreno de juego analíticamente, que no se cieguen, que lean sobre el béisbol de ayer.

Además, no me gustan los periodistas que dirigen los juegos de pelota, que en el comentario se meten con los managers, yo creo que eso no ayuda, yo creo que hay cosas que ayudan más.

¿Momentos grandes del deporte cubano? Hay muchos. Pero si tuviera que escoger, mencionaría los nockouts de Stevenson, que me estremecían como si estuviera viendo mi primera pelea de boxeo, y ya yo llevaba años viendo boxeo. En especial me conmovió su victoria en Reno en 1986, que le dio su tercer campeonato del mundo cuando ya lo daban por acabado.

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Mi gran sueño en cuanto entré al periodismo fue dedicarme a la crónica. Yo, tal vez no lo parezca, para quienes no me han tratado o me han tratado poco, pero soy un tipo muy sentimental, tanguero, me gusta el tango, me gustan las cosas sentimentales. La crónica me encantaba. Y me gustaba como la hacía Eladio Secades. Era muy pintoresco, hacía un periodismo que era un híbrido, era un Onelio Jorge Cardoso ligado con grandes del periodismo diario deportivo.

Y bueno, después del triunfo de la Revolución fui yo quien comenzó a hacer en Cuba crónicas sobre las glorias pasadas, en contra de la voluntad de muchos compañeros. Escribí sobre gente del deporte cubano que apenas se conocían, sobre hechos del deporte cubano que no se conocían hasta ese momento. Sobre el Caballero Alejandro Oms, Martin Dihigo; qué sé yo…, una pléyade de ellos, y escribí sobre Gavilán, sobre Chocolate. Luego, tuve bastante aceptación y en las Crónicas de mi barrio, Lo que sucedió en mi barrio. Contaba muchas de las anécdotas de los muchachos pobres, cómo se hacían figuras a base de sacrificio, porque no tenían ni cómo comprarse un guante.

El periodismo deportivo informativo es tan complicado como la crónica, de acuerdo con el carácter, la personalidad de quien lo ejerce. El cronista debe especializarse, no tanto en penetrar en el interior de las cosas, sino en narrar lo que conmueve, lo que llega al lector.

Yo sabía lo que yo daba y yo no me quise tirar contra nadie, me tiré contra mí mismo; busqué, seguí ese cauce y me pidieron que hiciera esas crónicas. A ellas me dediqué, y si volviera a hacer periodismo algún día (no lo veo posible) volvería a la crónica. Te dije al principio que era un empedernido sentimental, y me gusta la crónica, me llega.

El periodismo significa muchísimo para mí. Significó pagar un alquiler cuando yo no podía pagarlo. Significó alimentar a mis dos hijas cuando no tenía cómo. Pero, el periodismo ha sido también mi gran pasión, mi gran placer. Ha sido triunfar en la vida en algo que yo realmente no consideraba cuando muchacho.

De joven soñé con ser maestro y terminé de periodista por las vueltas que da la vida. Pero, como periodista, me siento muy satisfecho conmigo mismo. Y lo que quisiera es que los lectores cuando oigan o lean este comentario, se acuerden de este hombre que soñó con complacerlos, que soñó con hacer un periodismo humano y que cree que lo hizo. Y doy las gracias a oyentes y lectores, por todas las atenciones que recibí en mi paso por la prensa.

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Flor de Paz
Periodista y Editora.

2 thoughts on “ “Soñé con hacer un periodismo humano y creo que lo hice”

  1. Entrevista que condujo Flor de Paz, cuya colaboración fue esencial en esta serie de breves audiovisuales dedicados a colegas laureados con el Premio Nacional de Periodismo “José Martí”, entre los que figuró el cronista deportivo Elio Menéndez, a quien ahora despedimos con los honores que merece y a quien jamás olvidaremos.

  2. !Elio Menéndez! resume la vida de un periodista honesto. Maestro de maestros en nuestra profesión. Coincidimos en coberturas de buenos eventos de boxeo. Tuve el privilegio de conocerle. Su disposición de ayudar, estuvo al alcance de todos, con humildad y modestia, impresionantes. Defensor de la justicia, en el más abarcador sentido de esta palabra. Pasó por la Vida y nos legó una conducta, un trayecto a seguir. Fue un hombre feliz, logró lo que se propuso y sobre el reto a sí mismo. Sus crónicas de época, contribuyeron a mantener viva la esencia de nuestro origen como pueblo. !Gracias, Maestro!

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