Rumbo: ¡al Golfo…!
Mil 970 fue el año número once de la Revolución en el poder. En la Casa Blanca residía el 37mo. presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, quien se vio obligado a renunciar en 1974 como resultado del Escándalo Watergate.
Como todos sus antecesores, Nixon tenía a Cuba en su agenda y 1970 fue un año de intensa actividad subversiva, auspiciada por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la lucrativa industria anticastrista, -con su centro en Miami-, para obstaculizar el proceso revolucionario, aislarnos internacionalmente y destruir nuestra economía.
Mil 970 fue el “Año de los Diez Millones…” que no se lograron. Para producir 8 millones 800 mil toneladas de azúcar hubo que dedicar todo recurso y esfuerzo a la zafra. Era un año propicio para las actividades enemigas y nuestra industria pesquera no era una excepción en la larga lista de objetivos de la CIA.
Y sucedió. Un día de verano, -no recuerdo exactamente la fecha-, amanecimos con la noticia de que los cinco tripulantes del pesquero Lambda 107 de la Flota del Golfo habían sido apresados por una unidad del servicio de Guardacostas de Estados Unidos y retenidos en Cayo Hueso porque, -según los “americanos”-, el barco andaba metido en aguas territoriales yanquis. Todo sucedió cerca del faro de Dry Tortugas, el último de la cayería sur de la Florida.
Se formó la que se tenía que formar. Había que demostrarles a los yanquis que no nos atemorizaban sus acciones contra nuestros pescadores indefensos. Había que hacerse presentes en el Golfo de México con todos los barcos de la Flota… y uno lleno de periodistas, fotógrafos y camarógrafos… ¡a ver qué pasaba…!
Cuando le dije a “Tula”, mi esposa, de qué se trataba, me advirtió: “¡¡Si los americanos te cogen preso a ti también, agarro a Kenya y a Ketty y te voy a buscar a donde esté la tortuga esa…!!” No está de más aclarar que Kenya tenía tres años y Ketty dos. Hay que ver las ocurrencias que generan el amor y la indignación.
Para empezar, me trasladé esa noche, junto a “Viñitas”, camarógrafo del NTV, a la base de la Flota del Golfo en la Bahía de La Habana, donde encontré colegas de otros medios, incluido el Noticiero ICAIC Latinoamericano, encabezado por su director, Santiago Álvarez. Lo acompañaba Raulito, camarógrafo al que llamábamos cariñosamente “Revolvito”. Integraban el grupo Félix Pita Astudillo, de Granma, y Marcos Alfonso, de Juventud Rebelde.
Imagínense un grupo de prensa integrado por una decena de reporteros, camarógrafos y fotógrafos, más 5 tripulantes de la Flota, compartiendo el poco espacio del Sondero 30, de unos 12 m de eslora por 6 m de manga. Los pescadores tenían sus estrechas literas detrás de la cabina del barco, pero los demás teníamos que tender nuestras colchonetas peladas en la cubierta y rogarle al cielo que no lloviera.
Los tripulantes del Sondero 30
Era de suponer que nuestra misión se extendiera o se complicara. No sabíamos qué rumbo iban a tomar los acontecimientos. Nuestro grupo de prensa se compenetró desde el primer momento con aquel pintoresco colectivo de pescadores integrado por “Candela”, el patrón del barco, de carácter afable y siempre dispuesto a cooperar; “Candito”, el cocinero, un personaje imprescindible en aquellas circunstancias, siempre brindando café mientras aderezaba el plato fuerte del día, que podía ser lengua estofada, o patas a la andaluza, o hígado a la italiana, o ruedas de cherna fritas…, en fin, si algo bueno tenía el Sondero 30 era la gastronomía, con una gambuza bien abastecida y
“Candito” en el fogón.
Otro personaje, -protagónico en esta historia-, lo fue “Taganana”, un hombre bastante entrado en años, de origen canario, introvertido, que pilotaba el Sondero 30 de madrugada y aseguraba ser un sobreviviente del naufragio del vapor español Valbanera*.
Salimos por la Boca del Morro ya bien entrada la tarde. Así comenzaba la primera jornada de navegación hacia la zona de pesca del Lambda 107, en aguas internacionales del Golfo de México. Yo había estado antes en alta mar en barcos mercantes de 10 mil toneladas, pero por primera vez navegaba mar afuera en un pesquero tan pequeño. Cuando el horizonte se une con el cielo en los 360º a la redonda, es impresionante desde cualquier embarcación, pero desde un cascarón como el Sondero 30 la impresión es diez veces mayor.
El pájaro del faro avisa…
Así se cerró la noche y llegó la madrugada. Cada miembro de aquella improvisada expedición acomodó sus petates como pudo sobre la cubierta. Era hora de dormir, pero una inusual excitación me mantenía despierto aun cuando, antes de embarcar, me había tomado una pastilla de Gravinol para evitar el mareo. Tendido sobre mi colchoneta frente a la cabina del Sondero y tratando de adivinar los planes de los “americanos” con aquella provocación, la frialdad de la noche y una fina llovizna que amenazaba con arreciar me hicieron levantarme.
Saludé a “Taganana”, -el piloto de turno-, y seguí rumbo a popa para desbeber hacia el mar y a favor del aire. El Sondero iba a toda máquina. Los demás tripulantes y mis colegas dormían. Era yo solo el que merodeaba por cubierta a las 3 de la mañana.
Ya de regreso me detuve junto a la puerta de la cabina. “Taganana” parecía estar dormido de pie, aferrado a la rueda del timón. “¿Estamos cerca de Dry Tortugas…?”, le pregunté, para romper el hielo. Con la cabeza enfundada en su inseparable y estropeado sombrero, “Taganana” se separó brevemente el mocho de tabaco de la boca y con voz cascada contestó: “Andamos cerca…, por ahí pasó el pájaro del faro”.
Yo no quería creer lo que acababa de oír, dicho por el viejo “Taganana”, veterano pescador de la Flota del Golfo, piloto del Sondero 30 y sobreviviente del Valbanera. “El pájaro del faro” había pasado volando y eso indicaba la posición del Sondero 30 con relación a Dry Tortugas, sin ayuda de brújula, ni sextante, ni mucho menos un sistema de geoposicionamiento global por satélite (GPS), inexistente en aquella época.
Me fui a la parte de atrás de la cabina, donde “Candito” dejaba el jarro del café, pensando: así que “el pájaro del
faro” había pasado, dándonos la certeza de que estábamos cerca de Dry Tortugas… o tal vez metidos sin saberlo en aguas estadounidenses. Allí caí en cuenta de que en aquel barco se navegaba de oído; sin carta de navegación ni nada parecido, aguardando a que apareciera “el pájaro del faro”.
Esperé a que amaneciera y “Candito” hiciera la primera colada. Por fin vi a Santiago Álvarez incorporarse y, -en medio de los “buenos días” y el café-, le conté mi breve conversación con “Taganana”. Se sorprendió tanto como yo por la preocupante respuesta, pero no me comentó más nada.
Pescadores en asamblea
Nuestro centro de atención durante aquellos días eran los barcos Lambda, de la Flota del Golfo, que continuaban sus faenas propias de la campaña en la zona de pesca donde fueron capturados los muchachos del Lambda 107, y esperar alguna nueva provocación de nuestros vecinos del norte. Me resultó muy interesante ver y filmar cómo se recogían
los palangres, -al parecer interminables-, que podían venir bien cargados de chernas y otras especies… o podían venir vacíos.
Una mañana nos sobrevoló a baja altura un hidroavión del servicio de guardacostas yanqui. Nos cansamos de filmarlo, pero se alejó y no hubo más incidentes. Para mantener contacto con nuestros respectivos centros de prensa y nuestras propias familias, utilizábamos el canal de radio de la CLT Habana, pero con racionalidad y discreción.
Pasaron los días. El apresamiento arbitrario de nuestros pescadores se prolongaba. Surgió la idea de concentrar todos los pesqueros de la Flota una mañana y meterles un mitin a los “americanos” en sus narices. Así se celebró la Asamblea del Golfo, para reiterarles a los yanquis que allí estaban los hombres de la Flota, dedicados a sus labores de pesca sin abrigar temores, a los que esta vez nos sumábamos como representantes de la prensa nacional.
La lectura de un comunicado condenando el secuestro en nombre de los pescadores de la Flota, estuvo a cargo del colega Félix Pita Astudillo. La presencia del hidroavión del servicio de guardacostas de los Estados Unidos hubiera acentuado la dramaturgia del momento, pero desafortunadamente no apareció por ningún lado.
Una enviada trasladó a La Habana el material fílmico y fotográfico. La información la transmitimos por el canal de la CLT para la radio, el NTV y los periódicos. Se dio amplia divulgación a la Asamblea del Golfo por nuestros medios. Los “americanos” sabían de sobra que estábamos allí.
El relevo tarda…, pero llega.
A las dos semanas nos moríamos de aburrimiento en aquel Sondero 30 donde bañarse a manguerazos con un jabón japonés, que hacía espuma en el agua salada, era una de las pocas diversiones. La otra era que a “Cheo”, el jefe de la flotilla del Lambda 110, le diera por aproximar su barco y pasar un rato con nosotros después de la faena, lo que
implicaba descorchar una botella de Ronda, especular sobre qué iba a pasar… y terminar haciendo cuentos de Pepito. Sería prolijo narrar aquí todo lo sucedido en aquel episodio de la larga lista de inusuales coberturas que me asignaba mi jefe de Información. Merecen un espacio aparte, por lo anecdótico. No dejen de leer la historia que titulé
“Peripecias en el Golfo”, pues forma parte de esta.
Una madrugada, con buen tiempo, mar serena y el Sondero “al pairo”, nos despertó un repentino oleaje que puso a zarandear el barco. Casi nos pasa por encima un supertanquero que llevaba rumbo al sur de los Estados Unidos. El zarandeo se debió a la enorme estela que iba dejando a su paso.
Como a los 20 días me relevó el colega Félix Morejón y regresé a La Habana, acompañado esta vez por el fraterno colega Freddy Moros que, -en uso de sus facultades como jefe de Información-, decidió darse una vuelta para observar los acontecimientos sobre el terreno, o mejor aún…, sobre el agua.
Hacia el Golfo en el Lambda 110.
Ya en La Habana, días después, andaba conduciendo un programa de panel en vivo a propósito del Congreso de Educación que por esos días se celebraba, cuando llegó la noticia de que los pescadores del Lambda 107 serían liberados. De nuevo a la mar, pero esta vez con “Cheo”, el jefe de la flotilla, en el Lambda 110. La entrega de los pescadores se iba a hacer de noche, en aguas internacionales, en un punto previamente fijado…, desde un barco guardacostas yanqui. ¡Máxima alerta…!
La marejada zarandeaba el Lambda que iba a toda máquina. El agua entraba por la proa y barría la cubierta, anegando la cabina y arrastrando todo lo que no estuviera bien sujeto. Las circunstancias y la inclemencia del mar obligaban a estar bien despiertos y atentos a la radio.
Había un canal de comunicación por radiofonía con el guardacostas yanqui, pero los muy (……) se referían al pesquero de “Cheo” como el “barco patrullero cubano Lambda 110…”, en un chapurreado español. Al fin avistamos el guardacostas, pero la aproximación del Lambda a la escala real de aquella mole pintada de blanco, implicaba el riesgo de estrellarnos contra él.
La solución dada por los yanquis fue bajar una enorme balsa de goma y trasladar a los pescadores hasta la banda de estribor del Lambda, lo que se logró, no sin las dificultades propias del mar picado. Al fin los pescadores estaban de vuelta en su Flota. Después de los abrazos con su jefe de flotilla y sus compañeros, sus primeras impresiones y un elemental chequeo médico, “Cheo” fijó el rumbo. Entre saltos y zarandeos, el Lambda 110 puso proa a La Habana.
“¡¡Pirolo pa´la Habanecue…!!”
Así gritó alguien regocijado en medio de la oscuridad. Una enorme ola levantó el Lambda de proa y lo dejó caer. Rodaron por el suelo las tapas de los calderos, -por suerte estaban fijos a las hornillas-, y una lluvia de sopa cayó sobre el cocinero, que trataba de dormir acostado en el piso frente al fogón. “¡¡Ya se cayó la (…..) sopa…!! ¡¡Qué ganas tengo de llegar a la (.….) Habana…!!, maldijo mientras se quitaba los resbalosos fideos de encima.
No recuerdo que pasó con el Lambda 107, pero los pescadores habían sido liberados y ahora sólo faltaba llegar a La Habana lo más pronto posible. Allí, ya de día, los esperaba un mar de pueblo concentrado en la Avenida del Puerto. Allí estaba Fidel, esperando a los muchachos, con quienes dialogó largo rato, sobre todo con uno muy jovencito, Lino
Matos, que expresó ante las cámaras: “Nos pidieron que nos quedáramos… y los mandamos para el c… de su madre…”
Todo quedó registrado para la historia por las cámaras del Noticero ICAIC, del NTV y los reportajes de nuestros diarios nacionales. Todo menos el origen del título que le puso Santiago al documental que montó con todo el rico material filmado durante aquellos días por “Revolvito” e Iván Nápoles, junto a los pescadores de la Flota del Golfo, y tras la devolución de los muchachos secuestrados por los yanquis. Desde 1970, “El Pájaro del Faro” se sumó a la amplia filmografía que nos legara Santiago Álvarez.
No averigüé más nada sobre el desconocido método de ubicar la posición relativa del barco por el vuelo ocasional de un pájaro, pero tampoco olvidé al viejo “Taganana”, piloto del Sondero 30, por aquella ocurrencia de decir para la historia, sin proponérselo, que “…por ahí pasó el pájaro del faro”.
Han pasado 50 años desde aquellos hechos. Muchos de los que participaron en ellos ya no están entre nosotros. Y disfrutando por televisión la amplia muestra de materiales fílmicos magistralmente realizados por Santiago Álvarez, rememoré aquellas anécdotas y quise traérselas… antes que se me olvide.
*El Valbanera: vapor trasatlántico español hundido durante un huracán el 10 de septiembre de 1919 en un lugar de la cayería de La Florida, después de hacer escala en Santiago de Cuba, donde desembarcaron 742 pasajeros, entre ellos “Taganana”. En el naufragio perecieron 488 personas entre pasajeros y tripulantes. El alias de “Taganana” tenía su origen en el nombre del pueblecito canario de donde era oriundo el viejo piloto del Sondero 30.
La Habana del Este, 23 de abril de 2019.
Genial está anécdota. Siempre supe del magnífico escritor que tenías dentro. Espero por más y que vayas por lo grande. Tu puedes….🤩🤩🤩
Sí que es una buena historia y excelentemente contada!! ❤❤