Daniela, Laura y Mónica, nuestras estudiantes que laboran como voluntarias en centros de aislamiento para sospechosos de la COVID-19 nos regalan historias de esperanza y resiliencia. Han intentado mirar todo lo que las rodea con ojos de periodista, y encontrar lo extraordinario que se esconde en lo cotidiano. En estos días, irremediablemente, han amado a este país como a ellas mismas.
Asimismo, dos de ellas cumplieron años de vida en medio del voluntariado: Daniela llegó a los 21, en la Universidad de Matanzas, y Laura a sus 19, en Alamar 6. Conozca cómo celebraron sus onomásticos en la Zona Roja, a través de estas misivas publicadas en la sección “Destinatario Zona Roja”, de la revista Alma Mater.
VII
Queridas colegas de alma y vocación:
Gracias por sus felicitaciones digitales. Ni se imaginan mi sorpresa cuando vi en las redes sociales todas las cosas bellas que me desearon ustedes y tantas personas más. Ayer fue una jornada distinta, para mí el 1ro de junio es mucho más que el Día Internacional de la Infancia y el comienzo de la Temporada Ciclónica en Cuba.
Este fue el primer cumpleaños lejos de mi hogar y del abrazo de mis padres, pero, ¿saben qué?: ni el coronavirus ni el aislamiento, mucho menos la soga que me separa del mundo exterior, impidieron que llegar a mis 21 años fuera inolvidable.
En todo el día no pararon las publicaciones en Facebook, los SMS, las enhorabuenas por WhatsApp y las llamadas telefónicas. Familiares, amigos y profesores se encargaron de los aseguramientos culinarios, ahora tenemos el refrigerador cargado de delicias; y todos mis compañeros de campaña pusieron su esfuerzo para que no me faltara la sonrisa.
Antes, cuando pensaba en un centro de aislamiento para sospechosos de la COVID-19, imaginaba un cuadro lúgubre y sin alegría. Ahora puedo asegurar que la Zona Roja es el lugar más verde donde he vivido. Aquí el césped refleja esperanza, las flores perfuman las tristezas y los animales hacen y deshacen a su antojo; incluso, hice un pacto con la ranita de mi cuarto, yo no la saco a la intemperie y ella no invade mi espacio personal.
¿Cómo pueden llamar Zona Roja al territorio donde se lucha tanto por la felicidad? Es cierto, hay momentos grises, instantes en que la emergencia y el caos inundan el área, y es necesario apretar el alma y despejar la mente; sin embargo, ahí están nuestros superhéroes, uniformados de verde: corren y hasta vuelan por los pasillos cuando la vida pide refuerzos.
¿Cómo se puede temer a un lugar donde los niños sonríen y, sin miedo alguno, juegan a cazar los grillos y escarabajos que se cuelan por las ventanas?: donde madres como Magalys, la enfermera principal del centro, protege a los hijos de muchas mujeres a pesar de la nostalgia por los suyos; donde Ana y Leiner, jóvenes recién graduados de Medicina, dedican sus primeros años de matrimonio a preservar el futuro de su generación; y Yoan, un chiquillo de 26 años, dejó el barrio que lo vio crecer para fumigar con cloro cada superficie en que pudiera alojarse el “coronabicho”.
Un lugar donde estudiantes, licenciados, másteres y hasta doctores en ciencias, sin vínculo ninguno con la medicina, se quitan el traje de la docencia e investigación para satisfacer las necesidades sanitarias, alimenticias y emocionales de trabajadores y pacientes.
Al menos, para mí, la Zona Roja aclara diariamente cubierta por destellos esmeraldas. Hay días más verdes que otros, pero la lluvia o el sol siempre traen un nuevo mensaje de aliento para mi Matanzas, para mi Cuba, para todos los que en el mundo amamos la vida.
Cuídense. Parece que falta poco para un nuevo amanecer.
Un abrazo color primavera para ustedes,
Dan
VIII
Dan:
¡Ya son 21! Entre verde y rojo, el semáforo de la vida nos da las orientaciones para una nueva etapa: es el momento de ser más humanas, más cubanas.
¡Pero mira tú! Existe otra similitud. Una géminis aquí y otra por allá. Tú, la primera fecha de junio, y Laura, la cuarta. Ambas en situaciones semejantes: limpieza, lavado y fregado, son palabras constantes en estas últimas jornadas; son las mismas que impiden disfrutar por todo lo alto del acompañamiento familiar consanguíneo en días de aislamiento social y de COVID-19.
Dan, tu cumple fue el esfuerzo de muchos, pero, sobre todo, mérito tuyo. Estar allí, pegadita a la Zona Roja, donde un doctor ya fue confirmado positivo, donde solo cuatro voluntarios comparten el trabajo, hace que te ganes cada reconocimiento.
Ahora, admítelo: el video fue lo mejor de todo.
El cumpleaños de Laura es mañana: no quería que nadie se enterara, mucho menos celebraciones. Puede ser humildad, pena o deseos de pasar inadvertida. Lo cierto es que le resultó imposible.
El sábado pasado empezó tan ajetreado como los demás, sin embargo, los planes fluyeron discretamente. La planta baja estaba desalojada y, de pronto, un partido de dominó fue interrumpido por una llamada de emergencia. Cuando todos estábamos en el lobby: ¡Sorpresa! Dos cakes y helado esperaban para acompañar el “feliz cumpleaños”. ¿El plato fuerte? Toda una tropa de verde para darle buenos augurios al doctor Erick, homenajeado por celebrar sus 26 años en ese preciso momento, y a Laura, por conmemorar sus 19 pronto.
Poesía, merengue y risas hicieron la tarde especial. La noche provocó cachetes sonrojados y caras de asombro. Ella cumplirá 19 años lejos de su Habana Vieja querida y recibió mensajes de varias latitudes. ¡Hasta de la rectora de la Universidad de la Habana, Miriam Nicado!
Tú, Dan, sigue cumpliendo, ¡en edad y en deber!
Besos filtrados por nasobucos,
Mónica
IX
Moni y Lau:
Resulta increíble lo rápido que pasa el tiempo de este lado de la soga perimetral. Los días se disipan en una mezcla irónica de monotonía y sorpresa. Es como si viviéramos en un bucle temporal o en una especie de pecera.
Es cierto, hay tanto trabajo que a veces no da tiempo pensar en todo lo que dejamos allá fuera. Mejor no darle entrada a la melancolía, y continuar la faena. Muchas veces agradezco tanto quehacer, pues al menos la escoba y la espumadera me hacen compañía.
Sin dudas, la parte más difícil la tienen los pacientes: no debe ser nada fácil permanecer encerrados en un cuarto las 24 horas del día, llenos de temores y alejados de la familia. Por suerte, aquí estamos nosotros para, entre escobazo y bandeja, alegrarles el día con nuestras pláticas. Tal vez no soy la mejor limpiando o sirviendo comida, pero conversar es mi habilidad mejor desarrollada.
“Te extraño” es una de las primeras frases que aprendemos de pequeños, de esas que a veces usamos falsamente en la adultez, y que no comprendemos en toda su dimensión hasta que la distancia nos separa de quienes amamos de verdad.
Recuerdo aquella joven embarazada que llegó al centro de aislamiento hace unos días. Su imagen reflejaba el miedo y la nostalgia que todos cargamos dentro, y preferimos ocultar. Parecía una niña. Su delgadez, acompañada de un vientre bastante notorio, preocupaba a todo el personal cercano. Nos encargábamos de que la comida no le faltara, sin embargo, ella solo quería volver a su hogar. Contaba que nunca había estado ingresada, y que sus padres se encontraban bajo vigilancia epidemiológica en otro centro de aislamiento. Luego de que la trasladaran al hospital materno nos enteramos que su PCR resultó negativo. Ojalá ya esté en casa con los suyos, cuidando de la nueva vida que traerá al mundo muy pronto.
¿Cómo olvidar a Edenia?, la primera paciente que atendimos y que más tiempo estuvo con nosotros. Era una de esas señoras mayores de 50 con corazón de veinteañera. Siempre nos recibió con una sonrisa y con un tema diferente de conversación. Una tarde, mientras limpiaba su cuarto, salió por la televisión la noticia de que en Triunvirato, su lugar de residencia, había terminado la cuarentena. El rostro le cambió de repente cuando la cámara le enfocó al nieto, blandiendo una bandera cubana desde el balcón de la casa. Ambas comenzamos a llorar, ella por su hija y su pequeño, y yo porque imaginé reflejado en sus lágrimas el desconsuelo de mi madre al no tenerme con ella.
Pero hoy no es día de tristezas. ¡Para ti, Lau, un camión de felicitaciones! Aunque no te conozco en persona, estoy orgullosa de que celebres tus 19 añitos de vida en la primera línea de combate contra el coronavirus. Ahora mismo me siento como la hermana mayor que ve a sus pequeñas crecer. Mereces cada una de las cosas bellas que te dedicaron hoy y, por experiencia propia, te digo que este será uno de los mejores cumpleaños de tu vida.
Cuídense muchos mis Marianas.
Un beso con nasobuco,
Dan
X
Pichón de periodista:
Más de una semana aquí. Este apartamento ha sido nuestra estación de bomberos. ¿El incendio? Ayudar al personal de la salud en lo necesario: limpieza o vestuario, cualquier tarea. Entre fuego y fuego la fuerza llega en forma de visitas.
Del Alma Mater a Alamar 6 el camino no fue muy largo, pero requirió dosis de valor. La rectora de la Universidad de La Habana, Miriam Nicado, ha estado velando por el bienestar de sus voluntarios. Hace unos días envió un mensaje. Fue de agradecimiento, aunque con la preocupación de una madre. Nos hizo sentir queridas y acompañadas.
Hace poco hubo rumores de una visita periodística. Concretado el cotilleo, unos ojos sonrientes “lo único que nos permitió ver el nasobuco” traspasaron la cinta negra y amarilla que limita al centro de aislamiento con la vida “allá afuera”.
Cámara ON, grabadora en mano, médicos delante y, ¡acción!: Horas más tarde, en el Estelar, vimos el reportaje con palabras de homenaje de los pacientes a los trabajadores de la salud y a los voluntarios. Lo vimos en “piña”, como dice el doctor Jesús, todos en nuestro cuarto, con las mejillas rojas y los rostros emocionados.
Es en momentos como esos que confirmamos el verdadero sentido de la carrera. El periodismo no puede ser la noticia fría. ¡No! Ser periodista implica captar la esencia misma de la situación, de sus involucrados. En este caso particular, los sacrificios tributados por todos para asegurar la salud de nuestra sociedad. ¡Para eso estamos!
Por el momento, en Alamar 6 intentamos mirar con ojos de periodista todo lo que nos rodea; buscamos las grandes y hermosas cosas que suceden cada segundo y que damos por sentado; intentamos descubrir lo extraordinario en lo cotidiano.
Ya tenemos la agenda cargada de historias; esas historias de amor, esperanza y resiliencia que brotan en la Zona Roja, y que nos convidan a seguir amando a este país como a nosotras mismas.
Cuídate,
Laura y Mónica