Imaginar que Cuba podría soportar más de dos meses sin que ingresen los dividendos por la industria turística, sería impensable para muchos, incluso entre no pocos cubanos.
Pues es lo que sucede desde el 24 de marzo, cuando el gobierno de la isla cerró puertos y aeropuertos para cortar los contagios de la COVID-19 en la isla.
Aquella decisión no fue cualquier cosa. El turismo es uno de los principales motores de la economía cubana, y sobre todo aporta dinero constante a la caja “chica” del país.
La frase es del presidente Miguel Díaz-Canel, quien en círculos cerrados y más abiertos ha reconocido que cuando no hay de dónde, el turismo aporta para las emergencias y coyunturas.
No habría que suponer que el escribidor está publicando algo novedoso, pero la verdad es que las autoridades cubanas son cautas a la hora de divulgar datos económicos.
Y ello se justifica por la política de bloqueo económico, financiero, comercial ejercido por casi 60 años por Estados Unidos contra Cuba.
Son categorías que utiliza el gobierno cubano, incluso en Naciones Unidas, y que a juicio de quien suscribe se quedan cortas cuando añades el impacto en la salud, como ocurre en tiempos de la expansión del nuevo coronavirus.
Solo para ejemplo: en los inicios de la actual coyuntura Cuba encargó respiradores artificiales a dos empresas que declinaron el acuerdo antes decidido, luego que fueran compradas por una firma de Estados Unidos.
Como resultado los pacientes cubanos de la pandemia no pueden contar con esos aparatos que oxigenan y salvan vidas, lo cual obligó al gobierno a buscar alternativas, incluso más costosas.
También este es el escenario que Washington escoge para intentar denigrar la cooperación médica cubana, que ha alcanzado a más de 160 naciones del planeta en los últimos 56 años.
Esa cooperación se ha reeditado con el envío por la nación caribeña de 24 brigadas de especialistas de la salud comprometidas en el enfrentamiento a la COVID-19 en 22 países.
Ala par, el presidente Donald Trump decidió desconocer a la Organización Mundial de la Salud, en medio de la pandemia, y en el momento en que el organismo internacional advirtió que precisa de 900 millones de dólares para llegar a países pobres, donde la pobreza y la enfermedad pueden resultar fatales.
Resulta este el escenario en el que Cuba reportó en la última jornada 20 nuevos casos y sus habitantes, acostumbrados a cifras inferiores en las últimas semanas, suspiraron con algo de desesperanza.
Sin embargo, la batalla contra la COVID-19 es algo de todos los días en Cuba, con el presidente Díaz-Canel dedicado a lleno, incluso sacando cuentas y fondos para mantener un país que antes dependía del azúcar, y que hoy se puede ufanar, aunque no lo haga, de conseguir resultados exitosos contra la enfermedad.
Ello sin siquiera un turista en la isla, aunque sus hoteles y empresa turísticas, incluido el sector privado, se alistan para poner otra vez a Cuba en el mapa del turismo mundial.
Para entonces, más temprano que tarde, Cuba ofrecerá al mercado turístico sus playas, historia, cultura y, además, la salvaguardia sanitaria en un mundo post pandemia.