“Esta pandemia es hija de esta sociedad, no se habría podido dar en otra época, es impensable fuera de nuestro mundo”, dice a la BBC el paleontólogo español Juan Luis Arsuaga, Premio Príncipe de las Asturias y uno de los mayores expertos del mundo en la evolución humana.
Para el también codirector del yacimiento de Atapuerca y director científico del Museo de la Evolución Humana de Burgos, en el futuro, el mundo estará organizado en grandes núcleos urbanos, muy bien comunicados entre sí, “como escenarios ideales para enfrentar el coronavirus”.
Arsuaga no cree que estos sean solo tiempos para la ciencia, sino para la política, pues como ciencia social es la que “tiene que ordenar y organizar los múltiples intereses en conflicto”.
Ante los cambios por venir en la recuperación de la economía, el experto señala que los representantes de la sociedad deben organizar todos los procesos y “hacer compatibles el turismo, los viajes, los derechos de las personas”, pues, “la salud de una sociedad está en su capacidad para reponerse y recuperarse de las crisis”.
Pensar que la ciencia va a sustituir a Dios es un pensamiento mágico, así advierte el catedrático, quien asegura, “a la ciencia, de pronto, se le atribuyen las cualidades de la religión, incluyendo la inmortalidad”, sin embargo, “la verdadera ciencia te pone frente a tus limitaciones y hay que renunciar”.
La definición de vida más acertada que reconoce Arsuaga es la del filósofo y profesor austriaco Karl Popper: All life is problem solving, y lo justifica argumentando que la vida en la sociedad, como en cualquier sistema, es un equilibrio dinámico, en el cual “restas un pilar y no se cae”, por tanto “vivir es estar permanentemente a punto de morir”, no solo ante enfermedades globales como la actual, sino también ante problemas de contaminación ambiental, energía, seguridad, desequilibrios.
De ahí que el investigador describa dos futuros posibles, “uno tipo Blade Runner, horrible, o uno maravilloso, con zonas verdes, jardines, sin contaminación, así puedes imaginar un Londres horrible o uno delicioso, yo creo que deberíamos apostar por el delicioso”.