El virólogo Peter Piot —quien ha combatido virus letales en distintas partes del mundo durante más de cuatro décadas— fue “atrapado” por el SARS-CoV-2 y enfermó gravemente. Así lo ha sentido el experto, nacido en Bélgica y director de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (London School of Hygiene & Tropical Medicine), mientras se recupera de las afectaciones que provocó en sus pulmones la COVID-19.
“A veces pensaba ‘me atraparon’”, dijo en una entrevista con la publicación belga Knack, reproducida por bbc.com. “He dedicado mi vida a combatir virus y finalmente ellos pueden vengarse. Durante una semana estuve en vilo entre el cielo y la Tierra, en el filo de lo que pudo haber sido el final”.
Piot también confesó sentirse aliviado de haber tenido coronavirus y no ébola, “aunque leí un estudio científico según el cual si acabas en un hospital británico con COVID-19 tienes un 30 por ciento de probabilidades de morir”. Y añadió que esa fue más o menos la misma tasa de mortalidad del ébola en el oeste de África en 2014.
El científico fue uno de los descubridores del virus del Ébola en 1976; entre 1995 y 2008 dirigió el Programa de Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA y es actualmente asesor sobre el SARS-CoV-2 de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Pero, “ahora que he sentido la presencia contundente de un virus en mi propio cuerpo veo a los virus con ojos diferentes. Me doy cuenta de que este cambiará mi vida. Me siento más vulnerable”.
La entrevista transcurrió mientras Piot continuaba su recuperación en su casa en Londres. “Nunca olvidaré esa sensación de agotamiento”, dice cuando narra que sintió los primeros síntomas de COVID-19 a mediados de marzo: una repentina fiebre alta y y un dolor de cabeza punzante.
“Me dolía el cráneo y el pelo, lo que me parecía extraño. No tenía tos, pero pensé enseguida: ‘Tengo el virus’”. Y así fue, cuando le hicieron el test dio positivo. Entonces se autoaisló en un cuarto de su casa, pero la fiebre no cedía. “Como soy optimista, pensé que los síntomas pasarían pronto. Pero el primero de abril un amigo médico me aconsejó un examen porque la fiebre y especialmente el agotamiento empeoraban cada día”.
Piot padecía una severa deficiencia de oxígeno en la sangre —señala el texto—, aunque no sentía falta de aire, uno de los efectos de la COVID-19 que la ciencia aún no logra explicar. “La imagen de mis pulmones mostró que tenía neumonía severa, típica de la enfermedad, además de neumonía bacteriana”. Estuvo en el hospital durante una semana.
Frente a este virus, su único factor de riesgo era la edad: tiene 71 años. “Me sentía constantemente exhausto, cuando normalmente me sobra energía. No se trataba simplemente de fatiga, era un agotamiento completo, nunca olvidaré esa sensación”.
Le preocupaba que lo entubaran “porque había visto publicaciones según las cuales ese proceder aumenta el riesgo de muerte. Estaba muy asustado, pero afortunadamente, solo me pusieron inicialmente una máscara de oxígeno y eso funcionó”.
Te sientes tan cansado —dijo— que te resignas a tu destino. “Estás totalmente entregado al personal de enfermería. Vives en una rutina de jeringas e infusiones intravenosas con la esperanza de que saldrás de esta”.
Compartió el cuarto con “una persona sin techo, un limpiador de Colombia y un hombre de Bangladesh. Los tres eran diabéticos. Nadie tenía la energía para hablar. Durante semanas solo conseguí susurrar, e incluso ahora mi voz se debilita al final del día. Pero la pregunta que siempre me daba vueltas en la mente era: ¿cómo estaré cuando salga de esto?”
Cuando fue dado de alta, volvió a su casa en el transporte público. “Quería ver la ciudad con sus calles desiertas, sus bares cerrados y su aire sorpresivamente fresco. No había nadie en la calle, fue una experiencia extraña. No podía caminar bien porque mis músculos se habían debilitado por la falta de movimiento”.
En casa, lloré durante un largo rato, confesó el científico. “Y también tuve dificultades para dormir durante varios días. Sigues pensando en el riesgo de que tu salud puede deteriorarse de repente. Otra vez estás confinado, pero debes poner las cosas en perspectiva. Ahora admiro aún más a Nelson Mandela. Él estuvo encerrado en prisión durante 27 años y cuando salió fue un gran reconciliador”.
Agrega el texto que, una semana después de volver a su casa, Piot sintió dificultades para respirar y debió ir al hospital nuevamente, aunque fue tratado sin ser ingresado. “Tenía una enfermedad en los pulmones causada por lo que se conoce como una tormenta de citokinas”.
Por eso, recibió tratamiento con altas dosis de corticoides para suprimir esta reacción del sistema inmune. “Si hubiera tenido esa tormenta de citokinas al mismo tiempo que el ataque del virus en mi organismo, no hubiera sobrevivido”, destacó Piot.
El científico también padeció fibrilación auricular, un tipo de arritmia cardíaca. Su corazón llegó a tener 170 latidos por minuto, se explica en el reporte.
“Eso también debe ser controlado con tratamientos, especialmente para prevenir problemas derivados de coágulos en la sangre, como un accidente cerebrovascular. Es una habilidad del virus que ha sido subestimada: probablemente puede afectar todos los órganos de tu cuerpo”.
Por otra parte, basado en su larga experiencia combatiendo enfermedades infecciosas, Piot ofrece una visión sombría del impacto de la pandemia a nivel global.
“Mucha gente piensa que la COVID-19 mata al 1 por ciento de los pacientes y el resto solo padece síntomas parecidos a la gripe. Pero la historia es más complicada. Muchas personas que sobrevivieron quedarán con problemas crónicos de riñón y corazón. Incluso su sistema nervioso puede verse afectado”, afirmó el virólogo.
“Habrá cientos de miles de personas en el mundo, posiblemente más, que requerirán tratamientos como diálisis renal por el resto de sus vidas”.
Al tratar el asunto del fin de la epidemia, Piot señaló: “Hablemos claramente: sin una vacuna contra el coronavirus nunca volveremos a vivir normalmente. La verdadera estrategia de salida de esta crisis es una vacuna que pueda ser distribuida en todo el mundo. Eso significa producir miles de millones de dosis, lo que es un enorme desafío logístico”.
Y añadió que, a pesar de los esfuerzos, ni siquiera es seguro que se pueda hallar una vacuna contra este virus, a la vez que se mostró preocupado sobre el riesgo que implica el movimiento antivacunas.
“Existe actualmente la paradoja de que personas que están vivas gracias a las vacunas ya no quieren vacunar a sus hijos. Esto puede ser un problema si se distribuye una vacuna contra el coronavirus. Porque si muchas personas se niegan a ser vacunadas jamás lograremos controlar la pandemia”.
Asimismo, reflexionó sobre las tensiones políticas generadas por la pandemia. “Tengo la esperanza de que la Organización Mundial de la Salud, la OMS, que está haciendo un gran trabajo en la lucha contra la COVID-19, pueda ser reformada para que sea menos burocrática y dependiente de comités asesores en los que cada país defiende ante todo sus propios intereses. La OMS se convierte con demasiada frecuencia en una arena política”.
Peter Piot ha visitado Cuba en varias ocasiones y, como director del Programa de Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA, reconoció los logros de la Isla en el manejo de este problema de salud, así como la prevalencia estimada del VIH en el país, del 0,1 por ciento, que es excepcionalmente baja. (Tomado de Cuba en Resumen. Foto: Science)