- Para eludir la tarea complicada, aunque gustosa y creativa, de titular cada artículo, el autor optó por numerarlos solamente. Pero, atinados, los editores estimaron que así sería difícil identificar los textos, que ya se multiplicaban, y por eso de algunas entregas para acá llevan también títulos particulares. A partir de ahora, además, la barra inclinada —o chelín, nombre con que se conoce entre impresores y es más simpático y fácil de pronunciar que el inglés slash, puesto de moda por la tecnología— aparecerá después del número, por una razón sencilla, o contundente: en el artículo 23 un buen lector entendió que esa sería la cifra de muletillas tratadas. También se podría creer que el de hoy aborda “veinticinco apoyos y discrepancias”, y no es el caso.
Pero no debe seguir alejándose el inicio previsto para esta entrega: la certidumbre de que Cuba vencerá los desafíos de la pandemia que la maltrata, pero no es seguro que se libre de las confusiones expresivas vinculadas con ella. A estas alturas se debería saber que covid-19 es el nombre, femenino, de una enfermedad, y sars-cov-2 el nombre, masculino, de un virus. Por ello procede decir la covid-19, no el covid-19, y —en lo que parece haber más acuerdo, quizás por la sonoridad del vocablo— el sars-cov-2 o, más obviamente, el coronavirus, o el nuevo coronavirus. Pero no se descarte que cualquier día se oiga decir la coronavirus, dando a corona, no a virus, el papel rector.
Déjese de lado ahora el uso de minúsculas o mayúsculas. Con ambos acrónimos va sucediendo lo que ocurrió con síndrome de inmunodeficiencia adquirida, cuya sigla, SIDA, derivó en nombre común: sida, con el artículo el exigido por síndrome, que es masculino. Nadie informado dirá el tuberculosis y la bacilo de Koch, porque el primer sustantivo corresponde a una enfermedad, y el segundo —donde la mayúscula de Koch honra al científico, de ese apellido, que descubrió ese bacilo como causante de la mencionada enfermedad—, al agente patógeno, masculino, que la produce.
Pero UNICEF es sigla en inglés de la entidad que en español se llama Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, nombre cuyo núcleo, Fondo, es masculino, y parece necesario esperar a que se vea la cara oculta de la Luna para oír o leer el UNICEF, que es lo correcto, como el MINSAP, los CDR, la FMC o las BTJ, cuyo núcleos respectivos son Ministerio, Comités, Federación y Brigadas. No todos los nombres admiten doble género, como sartén, que, para dominar el lenguaje, se ha de coger por el mango.
Y ya, ¡al fin!, el articulista confirma una buena noticia. Sigue lográndose un deseo que expresó en la primera entrega de la columna: que esta recibiera el aporte de lectoras y lectores. Por el anterior artículo recibió una honrada y estimulante respuesta de la compañera Ena Elsa Velázquez Cobiella, ministra de Educación, quien expresó la voluntad —suya y del importante organismo que ella encabeza— de luchar contra errores y malas formaciones en quienes tienen la vital misión de la enseñanza. ¡Amén!
También agradece el columnista la advertencia de una de las más eminentes profesoras que él haya conocido, Denia García Ronda. Con la práctica de no combatir reales o supuestos errores dando palmaditas de aliento en el hombro de quien los cometa —o se crea que los ha cometido—, sino acercarle los ojos a la pifia, expuso acerca del mismo artículo una duda que se copia aquí entera y textualmente, salvo por la s que se añade al final, y en el texto de la generosa profesora habrá faltado por obra de la prisa. La duda concierne a la expresión “in medias res” que usada en el “Fiel” 24: “‘Toledo: tengo entendido que es ‘in media res’ y se pronuncia ‘in media re[s]’”, escribió escuetamente.
No lo plasmó en la página de Facebook del autor, donde él enlazó el artículo, sino en la del fraterno Germán Piniella Sardiñas, quien tuvo la bondad de “compartirlo”, como es moda decir. Pero pronto la útil, casi detectivesca “indiscreción” de Facebook, que vence vericuetos, le dio el aviso al articulista, quien enseguida respondió en términos que ahora amplía. Temeroso de la fatal falibilidad, siempre intenta actuar con la mayor seriedad posible, y antes de escribir “in medias res” buscó y consultó. Luego de la duda expresada por la profesora, hizo otra consulta, esta vez al cordial Ernesto Sierra, apasionado del latín, quien le confirmó que “in medias res” no es un error.
La expresión “original —se glosa aquí la respuesta de Sierra— “sale del Ars poética de Horacio y es ‘in media res’ (en medio de la cosa) para denominar una técnica literaria o discursiva (oral) cuando” se “empieza en medio de la acción”; pero, continúa Sierra, “he leído ahora el Diccionario de la Real Academia Española y dice que es ‘in medias res’; ya eso implica un plural (en medio de las cosas), y el plural lo marca medias, porque res se escribe igual en plural que en singular”.
Sobre la escuchada variante fonética in midia (o in midias) res, razonadamente Sierra precisa que no se debe a su origen, sino probablemente a influencia del inglés, por expresiones como mass media. Añádase que ese idioma es notablemente latinófago, sobre todo en el terreno de la tecnología, como herencia del predominio que el latín —lengua de otro imperio, dicho sea de paso— tuvo en el discurso científico.
Hay vocablos que parecen muy propios del inglés, y en gran medida tienen sus raíces en el latín, como telefax, al que otras veces se ha referido el columnista: ese término une el prefijo tele —que significa lejos o a distancia y procede del griego, que nutrió al latín— y una solución propia del pragmatismo de la cultura anglosajona: fax, que abrevia facsímil, vocablo donde la yuxtaposición de c y s se pronuncia como la equis, por lo que fax sustituye a facs, tallo de facsímil, que viene del latín, por la unión de fac, imperativo de hacer, y simile, ancestro de similar o semejante.
El recuerdo que el fraterno estudioso del latín guarda —y alegra su explicación sobre el tema— de un entrañable amigo de ambos fallecido en plenitud de facultades, el destacado profesor y buen ser humano si los ha habido, Amaury Carbón Sierra —la coincidencia de apellidos no se debe a parentesco—, suscita aquí una digresión. Mencionar a Carbón Sierra, de sabrosa sabiduría —había que oírlo cantando en perfecto latín y a lo Barbarito Diez danzones como el de “Allá en la Siria…”, con Noche Buena y todo— le trae otras remembranzas o sugerencias al autor de este artículo.
La asociación de la realidad con la cosa —en expresiones como “la res pública”, origen de república— y el valor del ganado, remite a las connotaciones de res. No costará mucho esfuerzo percibirlas, y —según Amaury paladeaba inferir— pueden sumarse al posible vínculo etimológico de ovación con celebraciones que en aquella Roma solían culminar en la deglución de ovejas, algo no menos estimulante que un aplauso macizo.
Ni el filólogo más absorto en sublimaciones —y no es el caso de este columnista— ignorará que de cuando en cuando vendría muy bien combinar el disfrute de la cosa (o res, o realidad) con el regocijo de las ovaciones. Pero no insistirá en eso el autor, para no ganarse el repudio de vegetarianos que, más que militantes, sean fundamentalistas. Quede abierto el artículo a estímulos, incluidas las discrepancias que también se agradecen y —aunque no siempre las animen las mejores intenciones— avivan igualmente las ansias de mejoramiento, válidas en todos los actos de la vida.
Profe, y en relación con ALBA, pudiera aclararnos qué artículo sería el indicado: ¿el o la? Gracias por sus excelentes y atinados comentarios. Siempre los disfruto mucho. Saludos.