Fcom es casa. Esta especie de mantra acompaña a alumnos, profesores y trabajadores no docentes que habitualmente desandan los pasillos y se encuentran en las aulas y cátedras de Fcom, o lo que es lo mismo, de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. No es de extrañar entonces que, quienes así lo sienten integren los frentes donde se combate de manera directa al nuevo coronavirus en la Isla.
“Desde sus hogares, nuestros estudiantes se han volcado a las redes sociales con mensajes de bien público que señalan la importancia del aislamiento social”, apunta María Carla O´Connor, profesora del departamento de Comunicación Social de la institución.
La joven docente explica que miembros del claustro también se desempeñan en la batalla contra la COVID-19 como asesores de instituciones públicas para los temas de comunicación.
Mientras, —añade— una parte del estudiantado labora como redactores de prensa en varias organizaciones mediáticas; y hay quienes se han vinculado al envase de hipoclorito o como voluntarios en centros de aislamiento para sospechosos de la enfermedad provocada por el SARS-CoV-2.
Niliek Silva, profesora del departamento de Ciencias de la Información, y jefa de Trabajo Educativo en Fcom, asume la coordinación de quienes participan en el envasado de hipoclorito en Biomat, el Centro de Preparados Biomateriales de la Facultad de Química, de la Universidad de La Habana (UH). Con la divisa de ser útiles —comenta la joven docente—, obedecemos a una rotación establecida, a la que han asistido tres grupos de estudiantes (20, 11 y 10) en diferentes ocasiones.
“La primera vez no contábamos con todos los medios de protección adecuados y algunos nos quemamos las manos con el cloro, pero en la segunda y tercera ya disponíamos de guantes y batas blancas. La última vez logramos envasar un total de 9300 pomos que se distribuyen en todas las farmacias de La Habana”.
Laura Patricia Ruiz, de tercer año de Periodismo, participó en la segunda “brigada”. Sentía la necesidad de hacer algo más en la lucha contra la COVID-19.
“Nos dijeron todos los cuidados que debíamos tener, y nos explicaron cómo hacer una cadena de trabajo efectiva. El tiempo no pasa volando, la actividad es de pie y súper mecánica. Muy repetitiva: Coger un pomo; llenarlo, ponerle la retapa de seguridad…Empezamos a contarlos al principio, pero perdimos la cuenta. Intentamos hacerlo lo más rápido posible para envasar la mayor cantidad posible.
“No paramos hasta que se acabó el cloro. Después salimos a coger un poco de aire y a merendar. Luego empezamos con el proceso de etiquetado. Finalmente, los almacenamos en cajas. No es un ejercicio difícil, pero terminas agotado. Lo más importante para mí fue la sensación de sentirme útil, de aportar a la sociedad, a mi gente…”.
En la zona roja
“Ha sido una jornada de leves dolores lumbares, subibajas y trabajo en equipo. Las pantorrillas y los aductores también han notificado sus molestias, pero lo importante —al menos eso creemos— resulta que los internos que arriben en las próximas horas tengan una cama tendida, una sábana, tres jabones, un cepillo de dientes, una toalla y un rollo de papel sanitario.
“Entre descanso y descanso hemos recibido clases de Economía, de la mano de un doctor en la materia al que tratamos de tú, aun en medio del respeto que inspira el que estuviese doblando el lomo junto con nosotros”, escribía Mario Ernesto Almeida, de cuarto de Periodismo, sobre su primer día de voluntariado en el centro de aislamiento del habanero reparto Bahía.
A pesar del cansancio por la labor diaria, el joven no pudo desprenderse de su esencia de periodista, y con más de una docena de entregas cronicó lo acontecido en la instalación. Historias que llegaban en Bitácora del Alma, una sección exclusiva de la revista Alma Mater para sus redes sociales
“La efectividad de toda la paranoia desatada desde el primer nasobuco en la primera guagua, mucho antes de la toma de medidas extraordinarias y de que las calles fuesen como plazas desoladas e inmensas, probablemente se esté evaluando ahora mismo en algún laboratorio especializado.
“Quizá mañana o pasado sepa con exactitud si valió la pena vestir trapos verdes como abrigos, usar dos mascarillas de tela y hasta una placa de acetato, en días en que las temperaturas cálidas destrozaron sus registros y la sensación de asfixia aumentaba con el empañar intermitente del plástico.
“La dichosa Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR por sus siglas en inglés), dirá — y siempre quedarán dudas — si realmente funcionó aguantar la picazón en el rostro o tolerar las gotas de sudor que a ratos viajaban desde el entrecejo para colgarse justo a la entrada de los huecos de la nariz”, escribía Mario Ernesto en una de sus últimas entradas, cuando había acabado la labor en el centro de aislamiento y esperaba(n) el resultado de la prueba que determinaría si su regreso a casa sería inmediato o no; y a la cual resultó negativo.
Desde su hogar, a través de Messenger, comparte que lo vivido fue algo inédito; y explica que no solo para él, pues así se lo confesaron especialistas de la salud con décadas de experiencia que allí se encontraban. “Fue una prueba de fuego. Como periodista, igual. Tuve la oportunidad, a mi entender, de escribir sobre un acontecimiento histórico desde una posición difícil, pero privilegiada. Trataría de hacerlo mejor si se repitiera. Siempre se puede hacer todo mejor. Diferente, creo que no, porque siento que actuamos en consecuencia con la situación y con nosotros mismos”.
Como Mario Ernesto, otros cinco feconianos se han sumado al trabajo en la zona roja: Mónica Mestre (tercero de Periodismo) y José Manuel Lapeira (segundo de Periodismo) ya están en casa, tras brindar apoyo en el centro de aislamiento del Bahía; Jorge Alfonso (tercero de Comunicación Social) está en la Universidad de la Ciencias Informáticas; y Laura Álvarez y Mónica Delgado, ambas de primero de Periodismo, integran la nueva tripulación de voluntarios en el Bahía.
Por WhastApp supimos del PCR negativo de Mónica Mestre. Atrás quedaron las alertas activadas cuando uno de sus pacientes en el centro de aislamiento dio positivo a la COVID-19. Ella integró un grupo de nueve personas (profesores y estudiantes de la UH) que se desempeñaron en labores de limpieza y de apoyo al personal de cocina en el Bahía.
La también presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria de la UH apunta que a pesar de las nostalgias por el hogar se divirtieron y se establecieron vínculos de amistad; igualmente, que encontrarse en ese tipo de situaciones te hace valorar las cosas importantes de la vida.