Después de siete largos años de estudio, Roberto Castillo Nahum cumple su sueño de ejercer como médico en un consultorio de asistencia primaria en Santiago de Chile. Nacido en Cuba y criado en el país suramericano, regresó a la Isla para cumplir su aspiración y logró graduarse de la Escuela Latinoamericana de Medicina (Elam) con la generación de egresados del 2018.
Actualmente está en cuarentena obligatoria, luego de atender a un paciente positivo a la COVID-19. A pesar de los riesgos que corre debido a su ocupación, se encuentra ansioso por regresar al consultorio para aportar en el enfrentamiento al coronavirus.
-¿En qué situación se encuentra Chile ante esta pandemia?
-El tema del coronavirus ha sido bien complicado aquí. En primer lugar, debemos tener en cuenta el contexto frente a la situación de descontento generalizado, por años de implementación de un sistema neoliberal que no contempla las necesidades básicas de los ciudadanos de clase media y baja. Esto, ligado a la elección de un presidente cuyos intereses se basan en la ganancia económica, desencadenó una ola de protestas en octubre del 2019. Así se mantuvo hasta que la epidemia llegó a tierras chilenas.
“Hubo tiempo suficiente para prepararse; el Colegio Médico insistió en ello, pero el gobierno en toda ocasión ha sido negligente, lo cual demuestra que no valoran la salud del pueblo como una prioridad. No se efectuaron medidas de cuarentena estrictas y en un inicio decían que no era necesario ser tan extremo. Pero han tenido que retractarse. Aún así, no se han tomado las restricciones adecuadas. Dejan que las personas sigan trabajando y continúan cobrando deudas, las cuales impiden que mucha gente haga cuarentena, porque si carecen de dinero, ahorros o salario, no pueden permanecer en sus hogares: podrían endeudarse más y hasta perder la casa. No es que no quieran aislarse, simplemente no pueden”.
-¿Cómo ha cambiado la dinámica de trabajo a partir de los acontecimientos recientes?
-Desde el inicio de la epidemia, en mi consultorio fuimos insistentes al proponer limitar las atenciones y parcializar al personal para evitar el contagio. Nos dividimos en turnos que se mantienen durante dos semanas y trabajamos en organizar a la población para atenderlos de a poco: priorizamos las consultas más urgentes y reagendamos las que pueden esperar. De esta forma aumentamos la seguridad de los pacientes y la del equipo de salud.
“También nos hemos dado la tarea de educar a la comunidad, pues donde trabajo es en un consultorio de muy bajos recursos al cual, por lo general, acuden familias con una grave situación económica. Incluso he atendido pacientes que no saben leer. Son casos realmente impactantes y me han hecho reflexionar sobre el arduo trabajo que debe hacerse para concientizar a aquellas personas que, por falta de recursos, no tienen acceso a la educación. Sé que con paciencia y cariño se puede lograr una diferencia positiva en sus vidas. Hasta ahora, hemos sido muy bien recibidos por parte de ellos”.
-¿Has sentido miedo o inseguridad al exponerte diariamente al contagio?
-No mentiré, en ciertas ocasiones he temido por mi salud, pero trato de mantenerme informado y de cumplir con los protocolos y las normas de higiene. En momentos críticos como este, uno debe encontrar la forma de controlar las emociones para que no te jueguen en contra, especialmente quienes hacen un trabajo de tanto riesgo, como el mío. Por ejemplo, en casa he incorporado la meditación y el yoga a mi rutina, de esta forma me mantengo activo. También ayuda mucho compartir los pensamientos e inquietudes con la familia. Creo que para salir exitosos de esta situación es necesario hacer cambios que aporten positividad y productividad a nuestras vidas.
-¿Disponen de los medios necesarios para proteger al personal del consultorio?
-Tenemos lo básico: mascarillas, guantes quirúrgicos, cubrerropas desechables y lentes de seguridad. Este material lo tenemos que usar con conciencia, porque no nos sobra y ha costado que lo traigan. Debido a estas dificultades, planificamos un protocolo para minimizar su uso».
-¿Qué tan útil ha resultado para ti la educación recibida en Cuba para enfrentar la pandemia?
-Esa es una pregunta muy fácil de responder: mis estudios en Cuba han sido todo para mí. Gracias a mi estancia en la Elam he podido manejar mucho mejor esta situación. Cuando estudiaba allá, lo que en el momento eran limitaciones materiales se convertían en alternativas para cumplir con eficiencia una función. Como comenté, mi consultorio es un centro de recursos mínimos, por lo que todo lo que me enseñaron sobre materiales que se pueden ahorrar y la organización de los servicios ha sido de muchísima utilidad.
-¿Estás satisfecho con el papel que cumples en la preservación de la salud del pueblo?
-Realmente estoy feliz. Me agrada poder aportar, aunque sea un poquito de mi parte para enfrentar estos tiempos difíciles. Formarme como médico hizo madurar mi pensamiento. Luego de graduarme y comenzar a ejercer me he dado cuenta de que existen caminos que me gustaría seguir, que van de la mano con la terapia y la sanación física o espiritual que puedo ofrecer a los demás y a mí mismo.
“Durante la carrera tuve ciertas dudas sobre mi elección, pero a medida que trabajo, y aplico el conocimiento adquirido, veo con mayor claridad el sendero que quiero seguir. Es lindo tener este tipo de interacción con otro ser humano y ver lo gratificante que es que una acción tuya tenga un impacto positivo. Me da una inmensa felicidad que algo mejore debido a mi esfuerzo y al de mis compañeros”.
(Tomado de Alma Mater)