Aún discutimos sobre nuestra prensa. La queremos mejor, es decir, la queremos apta para ejercer como apropiación constructiva de nuestro fluir social. Y si nos negamos a que se convierta en una rendija por donde penetren influencias enemigas del socialismo, tampoco habrá de servir para que mantengamos en lo oscuro aspectos dañinos que faciliten una visión distorsionada y sobre todo una apropiación incierta de nuestra sociedad.
Prefiero luchar contra las deficiencias que aceptar la fórmula resignada de Pangloss: Así ha sido siempre y así será. Aunque la prensa de la Revolución, no ha sido siempre como la leemos, vemos u oímos hoy. Puedo asegurarlo sin errar. Tras 48 años de ejercicio en nuestros medios –básicamente impresos y radiales-, cuando convoco a mis recuerdos acepto que los colegas que me acompañaron en ese lapso, o aún me acompañan, podemos afirmar que ejercimos por años un periodismo que nos cedió tiempo y espacio para descubrir acciones y actitudes erróneas y enjuiciarlas desde nuestras columnas y voces, sin ser infiel a la Revolución y sus ideales.
No escribiré ahora esas memorias. Cuando en la Bayamesa de Céspedes y Fornaris se habla de recordar las “glorias pasadas”, preferiría centrarme en cuanto nos aleja de los tiempos más útiles de nuestra labor periodística. Intento como periodista de la Revolución, acompañado por tantos colegas inteligentes, sinceros, fervorosos, derivar hacia el presente y no mirar hacia atrás. Por supuesto, no pretendo ajustarles cuentas a los días que discurren. Más bien, centrarme en un aspecto hoy en debate en nuestros círculos periodísticos.
No recuerdo que se haya planteado alguna vez. Y aunque en décadas pasadas de vez en cuando la foto de algún malhechor se posó en alguna página periódica, fueron excepciones. Hoy algunos colegas preguntan: ¿Por qué en nuestros medios, o en alguno de ellos, no se reproducen los rostros de los que delinquen de modo atroz o artero, burlándose de tantas oportunidades ofrecidas por nuestra sociedad para que cada uno de nosotros sea un cubano honrado?
Ante la propuesta, nadie argumente que las necesidades materiales presentes aún en nuestra patria, justifican al delincuente o al corrupto. Sé que repito: Lo básico, incluso lo suntuario en salud y educación, nunca ha faltado. Incluso, tampoco escasea el trabajo. Pero aparte de errores autóctonos, de búsquedas, y tanteos para encontrar el orden económico exacto, nuestras carencias materiales se han reproducido primordialmente –y lo reitero porque es verdad- por la guerra multiforme que Estados Unidos declaró a la Revolución cubana. Ello, si no justifica todas las deficiencias, explica la mayoría de estas.
Por tanto, no estimo que nuestras insuficiencias materiales, excusen al que roba, hurta, estafa, o miente o comete fraude con bienes ajenos o del Estado. Y no desestimo la propuesta de que alguna vez, cuando nuestra prensa no se ciña sólo a exaltar a los buenos o a lo bueno, sino también exponga ante la opinión pública deficiencias, errores, actos delictivos, ubique también en sus páginas las fotos de algún malhechor.
No será Cuba menos limpia, menos honrada, menos justa, si junto con la condena del tribunal, en algún medio de prensa el pueblo lector puede conocer de cara y gesto a quienes lo deshonran. Y ello no implica cebarse en el delincuente. Más bien, esa vergüenza pública, puede ayudar a quienes delinquen a meditar en sus errores y regenerarse.
En otros países ocurre. Quizás allí sea una especie de lectura y visión morbosas. Entre nosotros, tendrá un afán constructivo. Y sobre todo será uno de los elementos que induzca a quien esté pensando en delinquir y aún le quede un rasgo de moral, a desistir de rodar como un tango malévolo: cuesta abajo.
Así pienso. Y pienso sobre todo en que nuestros medios de prensa no deben, porque no cumplirían su función social, alejarse cada vez más de los que leen, oyen y ven. ¿Por qué no habilitamos en alguno de nuestros medios –como años atrás- alguna información útil de los tribunales para la salvaguarda de la ética y la honradez ciudadana?
Dicho así. Con mis dedos, que sangran de tanto teclear a favor de mi patria, su justicia y su independencia.