“¡Cuba lo merece, bien ganado lo tiene!”, acaba de decirme por teléfono airadamente —para eso me llamó— una persona de gran sabiduría, madre en plena madurez, ya casi abuela. Goza de prestigio por su decencia, y jamás la había oído decir nada que me pareciera insensato.
De reconocida vocación justiciera, siempre se le ha tenido por patriota y revolucionaria, debido a su conducta, no porque ande haciendo declaraciones marcadamente políticas. Esta vez sus palabras, su afirmación categórica y su tono exaltado me sorprendieron, y no atiné a contestarle inmediatamente.
Guardé unos instantes de silencio pensando cómo responderle sin perder los estribos y con el respeto que siempre me había merecido; pero no me dio tiempo a reponerme, y me dijo con un énfasis todavía más fuerte: “¡Su ejemplo de resistencia y dignidad y su coraje aterran al imperio, cuna del terrorismo!”.
¿Qué podía yo añadir? Solo se me ocurrió decirle: “¡Patria o Muerte!”, y ella no tardó en sumar un sonoro “¡Venceremos!”.