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Ante la COVID-19 tienen la palabra los hombres de ciencia, de conocimiento y de sentimiento

“A veces yo me pregunto… ¿qué me gustaría ser? Me gustaría ser investigador” Fidel Castro (4 de junio 1963)

“¿Para qué, sino para poner paz entre los hombres, han de ser los adelantos de la ciencia?” José Martí (16 octubre 1887)

La humanidad hoy vive, después de siglos de avances científicos y tecnológicos, sometida a unas condiciones de vulnerabilidad general a consecuencia de la pandemia de la COVID-19, quizás como nunca se pensó a pesar de conocer por la historia las consecuencias de pandemias  antiguas y recientes. Sociedades ricas y pobres han sido sometidas a una prueba crucial que han estremecido su armazón político-social y económico con una repercusión catastrófica en millones de personas sanas y enfermas.

Cuando enfatizamos que ante la COVID-19 ahora tienen la palabra los hombres de ciencia, de conocimiento y de sentimiento, incluimos en esta respuesta necesariamente a los millares o millones de habitantes de los países, según su población, que viven y padecen en mayor o menor medida los efectos de la enfermedad y de las acciones epidemiológicas preventivas, que han modificado las condiciones naturales de sus existencias.

Este análisis y reflexión solo pretende ofrecer una visión de las experiencias relacionadas con Cuba en las últimas décadas.

Si bien hubo aportes científicos importantes en algunos momentos del pasado cubano, estos en realidad fueron muy aislados, fruto de personalidades excepcionales, aunque existieran aspiraciones ambiciosas en este terreno y, en particular, en algunos campos del saber.

Es evidente que solo a partir del triunfo de la Revolución en 1959, se inició un proceso coherente en que la educación, la cultura y la ciencia se integraron en una marcha acelerada y abanderaron, como factores decisivos de la sociedad, los cambios y el desarrollo consecuente del país en la era revolucionaria, en que se amalgamaron, como nunca antes, ideales de libertad, de justicia, de equidad, de solidaridad, de verdad y de felicidad.

Fue sueño de nuestro más grande pensador del siglo XIX, José Martí, que la educación tuviera un carácter científico. Sus ideas eran atisbos y anuncio del futuro. Son diáfanos al respecto estos juicios:

“Edúquese  en el hábito de la investigación, en el roce de los  hombres y en el ejercicio constante de la palabra a los ciudadanos de una república que vendrá a tierra  cuando falten  a sus  hijos esas virtudes.”  “Ciencia y libertad son llaves maestras que han abierto las puertas por donde entran los hombres a torrentes, enamorados del mundo venidero.” “¿Para qué, sino para poner paz entre los hombres, han de ser los adelantos de la ciencia?”

Y al analizar las consecuencias mortales de las epidemias, señaló que “mueren más los pobres por el descuido incomprensible del Ayuntamiento”, y añade con rotundez que “es cuestión de vida gravísima, inmediata, urgente”. ¡Y digo que éste es un crimen público, y que el deber de remediar la miseria innecesaria es un deber del Estado!”

Con el triunfo de la Revolución el primero de enero de 1959 empezó a constatarse con claridad que había comenzado la época de convertir los sueños en realidades. Y fue Fidel, el líder máximo y fiel seguidor de Martí, quien en ideas y obras impulsó aquellos ideales de transformaciones de un país que partía de una condición calamitosa y abismal y que debía transitar aceleradamente, según las condiciones lo permitieran, hacia las más elevadas cúspides.

Y fue en el discurso pronunciado por Fidel, en el acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias, el 15 de enero de 1960, cuando expuso las ideas cardinales que definieron el presente de entonces y el futuro previsible de lo que sería la ciencia en época de revolución. Decía Fidel ese día:

“Hoy, en la patria nueva, en la Patria verdaderamente libre, los científicos, los investigadores, tienen todas las oportunidades, sobre todo, la gran oportunidad de que cada una de las cosas que realicen, cada uno de los esfuerzos que hagan, van a beneficiar directamente a su pueblo y a su patria. Hoy tienen la satisfacción de saber que hay un gobierno revolucionario que busca la verdad, que necesita de los científicos, que necesita de los investigadores; porque es el minuto en que todas las inteligencias tienen que ponerse a trabajar, en que todos los conocimientos no son suficientes para la obra que se realiza y son necesarios más conocimientos: y así, el científico, como el artista, tiene hoy el escenario ideal donde su inteligencia y su talento pueden encontrar desarrollo pleno en busca de la verdad y del bien, porque ha entrado la patria por el sendero de la verdad, porque ha entrado la patria por el sendero de la justicia, por el camino donde no se persigue la inteligencia sino que se le estimula y se le premia: ha entrado la Patria por el camino en que es necesario que todos nos pongamos a estudiar y nos pongamos a investigar.”

Y en esta intervención Fidel pronunció la frase más conocida que dio fundamento a la declaración del 15 de enero como Día de la Ciencia Cubana:

“El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que más estamos sembrando.”

También expresó el vaticinio de lo que se alcanzaría en etapas posteriores, partiendo del nivel básico de la alfabetización alcanzado en 1961, y de los cambios desarrollados en la educación general y, en particular, en la educación superior, a través de la Reforma Universitaria de 1962, y la creación de instituciones como el Centro Nacional de Investigaciones Científicas y diversos Institutos y Centros de Investigaciones en todos los campos de los conocimientos científicos, desde los primeros años y hasta finales del siglo XX y principios del siglo XXI.

Fidel enfatizaba los propósitos de la política que anunciaba: “para que en el futuro la Patria pueda contar con una pléyade brillante de hombres de pensamiento, de investigadores y de científicos.” “Cuba necesita mucho de los hombres de pensamiento, sobre todo de los hombres de pensamiento claro, no solo hombres que hayan acumulado conocimientos; hombres que pongan sus conocimientos del lado del bien, del lado de la justicia, del lado de la Patria… necesitamos hombres de pensamiento que lo empleen en bien de los demás.”

Y es que como expresara Fidel en 1964 ello representaba un triunfo de la cultura, un maravilloso triunfo del pensamiento y un prometedor porvenir para el país. Porque un país tiene porvenir en la misma medida en que los conocimientos de la técnica y la ciencia estén al alcance de los trabajadores, del pueblo. Y debe promoverse la superación continua porque, en primer lugar, el conocimiento humano y la experiencia humana se van acumulando a través de toda la vida; pero, además, porque el conocimiento objetivamente considerado, los conocimientos que la humanidad alcanza en cada rama de la ciencia crecen día a día, cambian día a día. Las ciencias constantemente están progresando, los conocimientos constantemente se van renovando y aun modificando. Luego el ser humano, la sociedad humana se ve en la necesidad vital de marchar al mismo ritmo que avanzan los conocimientos técnicos. Si se marcha al compás de la ciencia y de la técnica, se avanza hacia insospechables metas de progreso y de bienestar.

Y no podía faltar la vocación internacionalista de Fidel cuando expresó en ese mismo año: “Cuando nosotros trabajemos en el campo de las investigaciones, debemos pensar en los cientos de millones de seres humanos que viven en las zonas tropicales y subtropicales, en el mundo llamado subdesarrollado y que nuestras investigaciones y el resultado de nuestra técnica, irán a beneficiar a cientos de millones de seres humanos. Esa debe ser también una de nuestras ambiciones.”

Vale la pena también enfatizar esta idea expresada por Fidel en 1968: “El futuro no es una tarea fácil para ningún país en el mundo de hoy, pero mucho menos para el país que se quede a la zaga de los demás países en la ciencia, en la técnica, en la instrucción, en la cultura. Porque la ciencia, la técnica, avanzan a una velocidad fabulosa.”

Por todo lo anteriormente expresado se puede afirmar que Fidel desde su juventud y hasta el final de la vida fue en esencia un revolucionario y su vocación y ejercicio fundamentales fueron los de la política, concebida como la ciencia de escudriñar la historia y las ideas sociales, de desentrañar los innumerables nexos de los acontecimientos pasados con las realidades del presente y con sus futuras proyecciones, de derribar misterios y mitos con los instrumentos de la imaginación y la creación desarrolladoras y transformadoras de la sociedad nueva, más justa y libre. Y concebida también la política como el arte de combinar sueños y realidades, persuadir y unir a las personas y al pueblo en torno a ideales comunes, sembrar y lograr convicciones capaces de enfrentar los destinos favorables o adversos con una voluntad y un tesón indomables, sin importar los sacrificios ni el precio a pagar por ser leales a una causa redentora del género humano.

En fecha tan temprana como el 4 de junio de 1963, en una comparecencia por radio y tv, Fidel definió esa especie de sueño de su aspiración de quehacer científico en lo personal. Al respecto, expresó:

 “A veces yo me pregunto, ¿qué me gustaría ser si no fuera revolucionario, y aun siendo revolucionario?, ¿qué me gustaría ser?, me gustaría ser investigador. ¿Por qué? Porque se puede ir revolucionando la naturaleza, y en mínima parte creando una variedad nueva de plantas, de animales, cualquier cosa en el terreno de la agricultura, pero también en el terreno de la física, de la química. En todos los órdenes hay una eterna revolución que realizar y que el hombre tendrá que ir realizando. Y hacia eso tendrá que ir la juventud inquieta, concentrar su ímpetu, su impulso en el perenne afán de renovar y de progresar que tiene la humanidad.”

Al año siguiente, el 13 de marzo de 1964, expresaba a la juventud estas ideas que se concatenaban con las mencionadas anteriormente:

“…Y así, cuando las épocas de las revoluciones sociales hayan pasado, cuando los problemas de hoy hayan pasado, ustedes tendrán la revolución de la naturaleza. Esa será la eterna revolución del hombre: revolucionar a la naturaleza. Ahí tienen una revolución que no se agotará nunca. Ahí tienen una revolución que no tendrá fin.”

Pero Fidel comprendía que las altas metas de una revolución social auténtica no era una obra de unos pocos años, incluso de una sola generación de hombres y mujeres. Por eso en la segunda década de la Revolución, en el Informe Central del II Congreso del Partido, el 17 de diciembre de 1980, reflexionaba:

“La revolución no ha terminado en el largo camino de la historia, apenas comienza. El desarrollo de la ciencia y la técnica, la conquista plena de la naturaleza, el logro de una conciencia social y política superior, el cumplimiento del deber internacionalista, concluir la construcción del socialismo y avanzar hacia el comunismo, son los retos fundamentales que hoy se plantean ante la nueva generación.”

Es conocido que después del retiro de sus funciones de dirección estatal, gubernamental y partidista, Fidel se mantuvo acompañando los destinos políticos de Cuba, a través de libros, intervenciones, encuentros con visitantes y reflexiones para medios de prensa. También se conoce que en los últimos años dedicó parte de sus energías a participar y promover experimentos en la rama de la agricultura, pues debe subrayarse que desde principios de la revolución una de sus pasiones y dedicación como gobernante estuvieron relacionadas con la alimentación humana y de los animales. No pueden olvidarse sus pronunciamientos y disertaciones científicas en torno al manejo de los pastos en la época en que visitara a nuestro país, invitado para poner en práctica sus teorías y conocimientos, el científico francés Andre Voisin.

Sobre este asunto expresó ideas cardinales: “… podemos decir que científicos y revolucionarios coinciden, porque se puede decir, en primer lugar, que todo científico es un revolucionario, lo que hay que tratar es de que todo revolucionario sea un científico.” “Y en realidad el hombre, la felicidad humana, deben ser el objetivo esencial de todos los revolucionarios.” “En realidad, a pesar de que cada ciencia tiende hoy a la especialización, sin duda de ninguna clase la medicina y la agricultura están llamadas a tener una relación cada vez más estrecha.” “Es decir, nuestra medicina  —sobre todo, después de la Revolución— se orientó mucho hacia la prevención de las enfermedades, pero en un aspecto. y la idea esencial de la medicina preventiva de que aquí se habla es, precisamente, la medicina preventiva basada en la calidad biológica de los alimentos que el hombre consume.”

Y no podía faltar su consejo pedagógico:“Y es necesario desarrollar en todos los estudiantes el espíritu de observación, la capacidad de analizar, de indagar, es decir, no aceptar las cosas simplemente sin hacer un solo razonamiento porque aparece en un libro, porque se lo dicen.”  “¿Qué nos enseña eso?  Nos enseña a abandonar las posiciones dogmáticas en la ciencia, nos enseña a someter todas las afirmaciones y todas las cosas que se lean, a análisis, a poner muchas cosas en duda; porque no se olviden de que la ciencia ha avanzado precisamente en aquellos instantes en que puso en duda toda una serie de verdades consideradas como irrebatibles. y es necesario que en nuestros estudiantes se desarrolle ese espíritu crítico de investigación, de observación, de análisis, esa concepción dialéctica de la naturaleza.”

En conclusión, Fidel ha podido hacer realidad sus sueños de ser investigador, permeado por una filosofía generosa de la vida y de los hombres que considera “que el estudio y que la investigación científica no pueden tener jamás fines egoístas, no pueden tener por fin el interés personal o el interés nacional; sino que la investigación científica tiene una frontera mucho más amplia, tiene un campo mucho más generoso y más noble; que la investigación científica puede ser útil a todos los hombres en cualquier continente, en cualquier país, en cualquier rincón de la tierra; que las investigaciones científicas están llamadas a ayudar a toda la humanidad.”

Por los senderos que avizoraron Martí y Fidel al frente de las revoluciones respectivas, Cuba ha avanzado hasta convertir en realidad los sueños. Pero el hoy y el mañana, en una unidad dialéctica, abrirán los caminos fáciles y difíciles, a la vez, hacia horizontes más dilatados y fabulosos, pero alcanzables con las energías del trabajo y la visión clara de los esfuerzos tenaces y los fines nobles y generosos de las acciones en todas las ramas de las ciencias y las tecnologías cubanas, al servicio de nuestro pueblo y de otros pueblos del mundo.

En la batalla actual contra la COVID-19, los esfuerzos desarrollados por todos los sectores de la población cubana, demuestran que la siembra de la Revolución  ha germinado para bien de todos en el enfrentamiento a esta pandemia que debe y puede derrotarse, porque existe una unidad indestructible entre sus máximos dirigentes y el último ciudadano virtuoso y solidario. Son muchos los estrategas en estos tiempos decisivos y ellos tienen la palabra y la actuación consecuente.

* Doctor en Ciencias Médicas. Profesor Titular, Consultante y de Mérito, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

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Wilkie Delgado Correa
Doctor en Ciencias Médicas y Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor Emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

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