La lluvia fue pródiga aquel marzo de 1957 en la Sierra Maestra. Luego de la primera reunión nacional del Movimiento 26 de julio el 17 de febrero, Fidel decidió esperar el refuerzo prometido por Frank País para el 5 de marzo y mientras llegaba aquel día seguir profundizando en el conocimiento de la zona y en las relaciones con los campesinos.
En Santiago de Cuba Frank y sus colaboradores trabajaban con gran celeridad para cumplir el compromiso. En realidad no era mucho el tiempo disponible para seleccionar los 50 hombres que integrarían el destacamento y los pertrechos necesarios para que fueran más útiles al núcleo guerrillero en la montaña. En varias casas de la ciudad y en la finca de Juan José Otero, próxima a Boniato, estaban guardadas las armas conseguidas, algunas recuperadas de la acción del 30 de noviembre. Era necesario ir trasladándolas para Manzanillo y a la par seleccionar los combatientes, hacer los uniformes, conseguir mochilas, hamacas.
Celia Sánchez, al mismo tiempo, estaba realizando similar labor en todo el territorio aledaño al Golfo de Guacanayabo mientras buscaba las casas y los lugares posibles para acoger al grupo y luego conducirlo donde Fidel. En ese momento corría particular riesgo como la persona más buscada por los agentes de Batista a quienes había sorprendido la información del The New York Time sobre la supervivencia de Fidel y su guerrilla, fruto del trabajo del periodista Herbert Matthews.
Al regreso del primer encuentro con Fidel, Celia halla pocas alternativas donde esconderse en Manzanillo y buscando distanciarse un poco de la ciudad va a refugiarse a la casa de Rene Llopiz, entonces administrador de la finca La Rosalía, distante unos diez kilómetros del centro urbano, aunque próxima a la carretera de Bayamo y a la cárcel de la localidad. En medio de la tensión constante por la persecución de que es objeto, de las dificultades que ha encontrado para hallar sitio donde proteger a los combatientes que vendrían, Celia descubre en las cercanías de la vivienda de Llopiz un abundante cayo de marabú que hará historia.
El MARABUZAL
Debió haber pronunciado un eureka de alivio al ver a aquel marabuzal que por su altura y ubicación ofrecía todas las condiciones indispensables para un campamento clandestino. De inmediato comenzó, con la ayuda de la familia Llopiz, a desbrozar la parte baja de aquel bosque espinoso, para convertirlo en una especie de cueva verde y aviso a Frank del hallazgo para que comenzara a enviar a los combatientes.
Los primeros en llegar, recibidos por Felipe Guerra Matos, son Jorge Sotus y Alberto Vázquez, quienes se unen a la labor de acondicionamiento del marabuzal en compañía de José Lupiañez que se incorpora después.
Con la llegada de marzo se intensifica la presencia de los grupos seleccionados. Son traídos desde Santiago por Vilma Espín, Haydée Santamaría, Asela de los Santos y Marta Correa, entre otros combatientes, aprovechando sobre todo la fuerza femenina del movimiento. Es la casa de Felipe Guerra Matos el sitio de llegada. De ahí parten para la finca La Rosalía, donde los espera Celia para vacunarlos, si no lo han hecho todavía, y explicarles las duras condiciones en que tendrán que vivir hasta la hora de la partida. Ella trata de amainar el rigor de las precarias condiciones de vida, prodigando afecto, medicinas, tratando de suavizar las tensiones que se crearon en algunos momentos entre el grupo de jóvenes que duermen en el suelo, a quienes hay que traerles la comida y el agua diariamente de la casa de Llopiz, deben hablar en susurros para no ser descubiertos y no salir del cerco protector del marabú.
Frank, por su parte, fue hasta Guantánamo a buscar armas del movimiento y luego de camuflarlas debajo de naranjas en el camión de Otero, sale acompañado por Bebo Hidalgo. Le sirve de escolta un carro con Vilma Espìn y Asela de los Santos. Corriendo grandes riesgos llegan hasta La Rosalía. Frank se queda en el marabuzal para organizar las escuadras. A pesar de que ha sido imposible tener listo el refuerzo para el 5 de marzo, Frank se esmera en preparar el grupo y asegurarse de que el traslado de armas y hombres será posible en los próximos días.
En tanto Fidel comienza a acercarse a la loma de Caracas, donde deben incorporarse los nuevos guerrilleros, y el Che, después de una fuerte batida del asma, avanza hacia la finca de Epifanio Díaz, donde debe recibirlos. Hay impaciencia en las lomas en la medida que los días transcurren y se acrecienta cuando escuchan por radio que Frank está preso. Raúl Castro consigna en su diario: el más valioso elemento de acción y organizador con que cuenta el Movimiento. Si sus captores supieran bien lo que representa para nosotros, no dudarían en eliminarlo.
Otra noticia aciaga llega el 13 de marzo. El asalto al Palacio Presidencial ha fracasado y José Antonio Echevarría, el carismático y corajudo presidente de la FEU ha sido asesinado en las inmediaciones de la Universidad. Ese mismo día se encuentran con el Che en la finca de Epifanio Díaz, Felipe Guerra Matos y Jorge Sotus para coordinar la llegada definitiva del refuerzo.
No es hasta el viernes 15 que comienzan a desplazarse las escuadras del marabuzal hacia la montaña. Haydée Santamaría y Armando Hart han venido de Santiago para darle la despedida. Después de esperar un camión durante todo el día, optan por pedir otro prestado a un vecino. Celia tiene que acudir a la vertiente más enérgica de su carácter para imponer al dueño el uso del vehículo, aunque ya ha llegado el otro.
Llueve también en el llano esa noche que preludia la primavera. Ha sido necesario abrir un camino con un buldózer. Los nuevos guerrilleros reciben un buen bautismo de agua y fango que pondrán en peligro la travesía por rutas colaterales. Se atascan los vehículos. Es necesario bajarse y empujarlos para continuar la marcha mientras no cesa de llover. Y bajo la pertinaz llovizna alcanzan el monte donde es necesario continuar a pie.
El sábado 16 de marzo el Che describe la llegada en su diario: Quedamos en estado de duerme vela hasta las 3 de la mañana en que llegó la gente muy cansada, empezando por Sotus, que ya no daba más. Venía con ellos Pedro Soto, el que fuera nuestro compañero del Granma. La gente cayó muerta.
Mucho tendría que caminar el refuerzo todavía hasta encontrarse con Fidel el 24 de marzo. Celia había tenido que renunciar a sus ansias de acompañarlos. Las instrucciones eran permanecer en Manzanillo. Otros periodistas norteamericanos querían subir a entrevistar a Fidel pero ella, Frank y los restantes miembros de la dirección del movimiento habían cumplido su compromiso de reforzar con la primavera las huestes rebeldes en la Sierra Maestra.