2020: Centenario de Celia Sànchez Manduley
La escultora Jilma Madera se volvió amiga de la familia y vivió de cerca el ambiente hogareño de los Sánchez Manduley y en 1954 fue a Pilón. El doctor Sánchez Manduley y su familia, se empeñaron en poner una réplica del Martí del Turquino en el parque del pueblo. Ellos mismos lo costearon, recuerda, con el dinero recaudado en verbenas, rifas y colectas. Entonces vi a campesinas y campesinos analfabetos que venían a ver a Celia para que les escribiera sus cartas de amor, facilitarle gratuitamente medicamentos a enfermos y también vi salir a Celia hacia la montaña, cuando su padre no podía hacerlo, para dar asistencia dental y hasta para salvar a una mujer de parto.
Martí en la más alta cima de nuestras montañas
(Fragmento)
Por Emilio Roig de Leuchsenring
“Uno de los actos de más significativa significación y mayor trascendencia simbólica que se han celebrado, como homenaje a Martí en la patria de sus adoraciones, al conmemorarse el centenario de su nacimiento, ha sido la colocación, por la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano, de un busto del Apóstol de nuestras libertades en la cima de nuestra mas alta montaña: El Pico Turquino.
Meritísima ha sido –sin menoscabo de otras actividades individuales y colectivas– la labor que desde hace largos años viene realizando Gonzalo de Quesada y Miranda, el hijo del discípulo bien amado del maestro, y ejemplar discípulo, a su vez de este, de conservación, recopilación, ordenamiento y publicación de la obra de Martí, en los
74 volúmenes dados a la luz por la Editorial Trópico y de estudio y divulgación de su vida, en libros, folletos y conferencias.
El director del Seminario Martiano y asesor de la Asociación de Antiguos Alumnos del mismo, reconoce en el número de Patria dedicado a ese excepcional acontecimiento, que el proyecto pudo llevarse principalmente a cabo por la espléndida labor y el ejemplar entusiasmo Martiano del doctor Manuel Sánchez Silveira, delegado técnico de expedición de nuestra asociación y el ICA. En la dura ascensión al Pico Turquino, el doctor Sánchez Silveira, estuvo valerosamente acompañado por una de sus hijas, cuyas películas de tan histórico suceso serán exhibidas en la Fragua”.
Carteles, 19 de julio de 1953
Martí en el turquino
(Reflexiones y Sugerencias de un Médico Rural) Por Gonzalo de Quesada y Miranda
“Héroe indiscutible de esta jornada Martiana, el Dr. Manuel Sánchez Silveira, despierta con su presencia erguida la energía y el dinamismo de su personalidad, que desmienten sus cabellos canos, la impresión que en su fecunda existencia de médico, actualmente en el Central Niquero, ha encontrado la fuente de la eterna juventud. Amante de todo lo nuestro, cultivador de nuestras mejores tradiciones, admirador ferviente de nuestras glorias patrias y sus figuras representativas, como Delegado del ICA en Oriente, y designado director técnico por la Asociación de Antiguos Alumnos del Seminario Martiano para llevar a vías de hecho el emplazamiento del busto de Martí en el Pico Turquino, se dio por entero con entusiasmo y eficiencia, a ello, debiéndose a su férrea voluntad el éxito alcanzado.
Con palabras y gestos pausados enumera las dificultades que hubo de vencer, la magnifica labor realizada por los maestros de obra Armando Torres Ortiz y Tito Ortiz, de Manzanillo, para construir el pedestal, diseñado especialmente para resistir los embates de los elementos.
Pasaron semanas enteras allegando los materiales las piedras del Turquino, subiendo cemento y agua –líquido escaso y precioso en aquel solitario lugar. Y días enteros, allá en lo alto, resistiendo estoicamente la inclemencia del tiempo, animados del firme y hermoso propósito de cooperar a este homenaje al Apóstol. Y hay una nota extraordinaria, digna de destacarse —nos dice Sánchez Silveira— el esfuerzo prodigioso de peones, hombres curtidos del Turquino, que al subir en parihuelas y sogas el pesado busto, consciente de la grandeza de Martí, pusieron especial cuidado en que nunca tocara el suelo. Fue este uno de los orgullos de estos hombres sencillos y una manera conmovedora con que quisieron rendirle homenaje al cubano que todo lo dio por la libertarnos. Y no olvidemos tampoco, la hospitalidad y ayuda que brindó un buen español, Antonio Moreno, del aserradero de Ocujal, así como el patrón Francisco Fernández Ruiz, de la lancha Glenda, a los expedicionarios, que pueden sentirse orgullosos de su empresa.
Con su palabra amena, cargada de sagaces reflexiones, el médico patriota, nos habla de la belleza incomparable de aquella región, doliéndose justamente de que no sea aún del todo apreciada y conocida por sus compatriotas.
—En parte debido —nos asegura— a nuestra triste indiferencia por lo mejor de lo nuestro, y sin duda alguna mayormente por la carencia de buenas vías de comunicación. El Turquino debía ser para los cubanos lo que el Gran Cañón del Colorado es para los norteamericanos. Por tierra o por mar, el viaje hasta allí es de una belleza única. El grandioso escenario natural, de cambiante color, de montañas agrestes, el mar verdiazul. Como centro de atracción turística no tendría rival. Se podría llegar al Turquino desde Santiago de Cuba, por lanchas rápidas, o por un camino a lo largo de la costa ya se puede ir hasta Aserradero, o desde Manzanillo y Niquero. Habría, desde luego, que construir un lugar adecuado de hospedaje y cabañas en sitios estratégicos, a lo largo del camino de ascensión, incluyendo comodidades para el descanso, en el propio Pico. No creo que sea necesario un funicular costoso. Bastaría trazar bien la ruta de ascensión, abrir escalones, fijar paralelas de posible peligro. Si hoy se puede escalar el pico en medio día, con semejantes ventajas sería mucho más aprisa. Además, los que quisieran pernoctar en el camino, podrían realizarlo. Creo que nadie realmente quisiera perderse la emoción de subir por su propio esfuerzo. Y al llegar a la cima mas alta de Cuba, no solo obtendría esa inolvidable emoción, y lo que encierran sus preciosos paisajes, sino también el de haber realizado el peregrinaje hasta el busto del Apóstol, emplazado a dos mil metros de altura, el sitio mas elevado de nuestra Patria, rindiéndole así tributo al inmortal cubano. Si la mujer cubana, un grupo de ex alumnos del Seminario Martiano, un periodista y un puñado de entusiastas compañeros suyos del ICA, pudieron honrar al Maestro, fijando su busto en el Pico Turquino, creo tener motivos justificados para esperar que, tarde o temprano, este proyecto, que hoy quizás se le antoje a algunos quiméricos, se torne una hermosa realidad para honra de Cuba y Martí.”
Aquella fue una de la expediciones más importantes en la vida de Celia, que la hizo admirar más a su padre y sentirse orgullosa de los reconocimientos que recibió por el sueño cumplido de ver a Martí en el sitial más alto. Luego, cuando hizo la misma ascensión como parte de la tropa insurrecta de Fidel sintió el orgullo de que sus compañeros vieron su nombre en el pedestal del busto de Martí. Y otra vez rindió homenaje callado a su padre.