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Los airosos cantos de Mildre Hernández Barrios

Detrás de la sonrisa, está el chispeante humor, la gracia de sus poemas y narraciones. La reflexión asoma cuando la rebeldía reposa en Mildre Hernández Barrios luego de arduos avatares y batallas ganadas al fin, de cierta manera, con los premios Eliseo Diego, Pinos Nuevos, Abril, en tres ocasiones, Sed de Belleza, La Rosa Blanca de la UNEAC, el Regino Boti, el Casa de las Américas, de los que posiblemente hablará el próximo viernes 29 de febrero, 2020, en el Centro Loynaz, 19, esquina E, en el Vedado, a las 4 de la tarde.
Ya tiene muchas obras publicadas, premiadas, para contradecir a aquellos que dudaban de sus posibilidades, confundidos por el vendaval de sus pasiones y sus búsquedas y esas angustias de encontrar la fórmula propia que tiene todo artista: Vuela una sombra, Despertar del viento, ¿Y la reina donde está?, Cuentos para dormir un elefante, Días de hechizo, Noticias de Bruja, Cartas celestes, Cartas de un buzón enamorado, No es fácil ser niña. Recetas de cocina de una gallina, Una niña estadísticamente feliz, Mi abuela es un primor, Diario de una vaca, El niño congelado; los enumera incrédula y gozosa. Ya son un bultico que me alegra, dice.

Mildre anda en sentido contrario frente a prejuicios, códigos estéticos reductores y falsos valores que impiden una relación más plena entre los seres humanos. Por eso sus libros para niños y jóvenes pueden resultar reveladores para cualquier lector, sobre todo por su originalidad en el tratamiento de los temas entre los cuales el autoritarismo de los adultos encuentra un sitio particular y también el amor como posibilidad liberadora.
“ Ella no tenía agarradera. A él le faltaba el ojo derecho por vivir sumergido en el potaje. Se fijó en ella el día que hizo un estrago en la cocina. Estaba tupida y salió volando hasta tropezar con el techo.”
Así comienza el cuento La cafetera y el cucharón, inaugurador de El mundo de Plastilina, que narra una fantástica historia de amor en la cocina, porque los objetos menos imaginables son convertidos en sujetos de historias conmovedoras, donde el realismo y la fantasía se entrelazan como en la sintaxis particular de la gente del campo. Claro que existe una tradición en ese aspecto en las obras dedicadas a los chicos, pero ella va màs allá, le imprime su acento.
Mildre viene de una estrecha relación con la naturaleza y con los modos de vida de la gente sencilla, con una existencia de gran trasiego entre Jatibonico, Santi Spiritus, Santa Clara, ciudades del centro de la isla, donde ha mostrado una gran avidez por lo intenso y afinidad a amores insólitos y sorprendentes. También ha sufrido dolores como esas heroínas de novelas románticas a las que la crudeza de la vida sorprende pero en Mildre el estoicismo se transforma en ternura fuerte cuando escribe.
“Era una vela blanca y delgada que vivía en una gaveta, junto a otras pequeñas cosas que se guardan, aunque hayan perdido su utilidad.
Por ejemplo:
Un dedal (que extrañaba las manos de la costurera)
Un carretel de hilo (con dos o tres hebras)
Un botón dorado de cuatro orificios (del traje de un marinero)
Un candelabro (enamorado de la vela)”
Las cosas olvidadas, sin importancia, son los protagonistas de Historia de una gaveta, precedido además por una cita de Goethe: la vela aguarda la llama que enciende. Y ese es otro elemento valioso del libro, los leitmotiv de la mayoría de los cuentos de alguna manera anunciados en los exergos, que luego tiene una interpretación aparentemente disparatadas en el desarrollo de la trama de cada narración pero que sostienen el aliento de los mensajes citados con una poesía tangencial como sustrato de los aspectos esenciales de humanidad sobre los que insiste.
La glorificación del respeto a lo diferente, el respeto a la diversidad es otro de los asuntos que interesan a Mildre:
“En una repisa vivían dos golondrinas de porcelana. Las había hecho con los picos pegados, lo cual les causaba problemas con los demás adornos.”
Un cuento de porcelana, (a la manera de Rodari) narra las peripecias el empeño en la repisa por separar a aquellas dos golondrinas según planes tradicionales, de acuerdo a los cuales la vida debe ser de un modo y no de ningún otro.
En otro libro, de versos, aparece el mismo interés pero con manifiesta gracia, esa categoría que designa lo ligero y lo sutil, la sorpresa y el agrado por el ingenio.

Carta de amor número 1
Mi tojosita del monte
Entre paréntesis loma.
Te escribo esta carta coma
Que te llevará el sinsonte
¿Quién soy?: un rinoceronte
que quiere pedir tu pata
Punto y seguido Que ingrata
Esta distancia sin ti
Dime, tojosa, que si.
Te quiero coma y posdata

A Mildre le contrarían  todas esas imposibilidades creadas por esquemas que van tarando la inocencia del niño a causa de las mediaciones de los adultos que imponen sus gustos, sus concepciones estrechas, sus moldes, sus intolerancias, en vez de respetar sus inclinaciones y guiarlos con amor, porque no es lo mismo dar un farol para iluminar las sombras que trazar caminos rígidos.
No, pero estoy bien, concluye cuando se habla de por dónde anda la literatura, de los libros que leen los niños y los jóvenes, de los talleres donde participa con los pequeños. Estoy bien porque escribo, se publica y confío en los lectores.

Y ahora mismo, este último viernes de febrero 2020, será la invitada de Infancia al derecho y al revés, espacio que conducido por el escritor Enrique Pérez Díaz propicia un encuentro con los que escriben empeñados en comunicarse con los niños y jóvenes, como Mildre Hernández Barrios, solo que ella lo hace desde modos muy peculiares.

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Soledad Cruz Guerra
Periodista, ensayista y escritora cubana. Trabajó en Juventud Rebelde como una de sus más sobresalientes articulistas. Fue la representante Cuba en la UNESCO.

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