La frustración atrapa a la nadadora Esther Jane Williams, nacida el ocho de agosto de 1921 en Inglewood, Los Ángeles. Calidad tenía suficiente para contender en los Juegos Olímpicos, pero la Segunda Guerra Mundial impidió los certámenes de 1940 y 1944 programados para Helsinki y Londres, respectivamente, cuando la “tregua atlética” estaba impuesta por la Segunda Guerra Mundial, horror originado por las ambiciones imperiales de un nuevo reparto del planeta.
Por tercera vez, una conflagración de este tipo detenía el ciclo de la justa rescatada por Pierre de Coubertin. Los esclavistas griegos aplicaban la tregua guerrera durante la realización olímpica. Ni siquiera en la magna cita de 1948 pudieron desquitarse miles de deportistas, muchos sobrevivientes de aquel cataclismo, porque sus mejores momentos competitivos habían dicho adiós.
La Williams, si bien se hizo modelo para ganarse la vida, no abandona su pasión: mantiene su labor en las albercas y está presente en espectáculos acuáticos junto al primer nadador que bajó del minuto en los cien metros y conquistó cinco doradas en la máxima justa deportiva: Johnny Weismüller, quien desgraciadamente accedió a denigrar, desde su papelazo de Tarzán (el más famoso, no el primero), a África en filmes de aventuras con sabor racista.
La Metro Goldwyn Mayer la contrata. En 1942 tiene una pequeña aparición en La doble vida de Andy Hardy protagonizada por Mickey Rooney. Dos años después descuella en Escuela de Sirenas, dirigida por George Sydney; participan Red Skelton, el barítono colombiano Carlos Julio Ramírez y la orquesta de Xavier Cugat. Nace un subgénero musical, el acuático. Clark Gable obsequia otro nombre a la novel actriz: Sirena de América.
Reina en las piscinas desde la magia de las pantallas en 27 largometrajes (intérprete principal en 25) y 5 cortos. La acompañan Frank Sinatra, Víctor Mature, Ricardo Montalbán, Cid Charisse, Jimmy Durante, Peter Lawford, John Carrol, John Saxon, George Nader, Edward Platt, Edward Andrew, Clift Robinson, y Fernando Lamas… Este argentino fue su tercer esposo de 1969 a 1982, cuando él fallece. Matrimonios anteriores: Leonard Kovner (1940-1944) y Ben Gage (1945-1959), con quien tuvo una hija y dos hijos. De ella enviuda Edward Bell, con quien se casó en 1994.
Centro de un espectáculo de gran colorido, atrayente, tremendo, con esa potencia especial que proporciona el cine; los diálogos, el drama, muy por debajo, aun superficiales, siervos del show. Aunque actúa en dramas o comedias, sin la aparición del agua, no era lo mismo. Excelente escena con Tom y Jerry en Peligrosa cuando se moja. Encarna en sendas cintas a su compatriota Gertrude Ederle, la primera mujer que cruzó a nado el Canal de la Mancha, y a la australiana Annette Kellerman, propagandista destacada en 1907 del llamado ballet acuático y del uso de la trusa de una sola pieza.
TAMPOCO INVENTÓ EL NADO SINCRONIZADO
Hay quien sitúa a la Williams entre los ases olímpicos cuando aquella conflagración no lo permitió. Otros, la colocan como la creadora del nado sincronizado. Incierto. La natación sincronizada o nado sincronizado, conocida entonces como ballet acuático, se originó en Europa por 1886 y, en sus inicios, era practicada solo por hombres. Pronto, esa combinación de natación, gimnasia y danza fue acaparada por la mujer, aunque en la actualidad hay presentaciones de conjuntos mixtos.
Inicial lid conocida: Berlín, 1891. En América: Montreal, 1924; su primera campeona, Peg Seller. Pioneras sobresalientes también: Teresa Anderson, Beulah Gundine, Katherine Jacobi, Dawn Bean, Gail Johnson, Villie Mackenzie…, todas de América del Norte. En los años 30 del siglo pasado, florecen torneos en tierras germanas, el país de los Grandes Lagos y Estados Unidos. Durante una de las exhibiciones creadas por Katerine Curtis para la Feria Mundial de Chicago, el animador presenta a Las Sirenas Modernas como una función de nado sincronizado a pesar de que la organizadora la llama natación rítmica. Y el nuevo nombre pega.
Gran impulso dio desde lo cinematográfico a la disciplina; también, fue una combativa luchadora por la inclusión de esta en el programa olímpico. De una exhibición en Helsinki 1952, por fin es oficialmente aceptada; su arribo, en Los Ángeles 1984. Vencen Tracie Ruiz y Candy Costie (EE.UU.) en dueto, única prueba convocada allí; desde Atlanta 1996, se van sumando otras. Esther Williams comenta para la televisión aquella competencia, albergada por su patria chica, la tierra (y la piscina angelina) de California.
Junio seis, 2013: la máxima estrella de los musicales acuáticos filmados, apagados en la actualidad, moría a la edad de 91 años en Beverly Hill, Los Ángeles.