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El Escambray me obliga a filtrar información

No soy de los que más veces he tenido la responsabilidad y al mismo tiempo el honor de integrar jurados. Puedo asegurarles, sin embargo, que esta es la primera ocasión en que, sin haberse dado a conocer el resultado, “soltaré la lengua”.

Siempre la máxima dirección política del país ha reconocido la calidad del colectivo espirituano.

Llevo horas tratando de aguantarme, pero qué va; desde ayer siento que los colegas del periódico Escambray, sin excluir a los de radio, televisión y otros medios, me tienen contra la pared.

Sucede que a los muy “ocurrentes” se les ocurrió, otra vez, empacar un grupo de trabajos publicados en los últimos 12 meses y zumbarlos para Ciego de Ávila, con la intención de que un jurado, designado por la Upec de este territorio, los evalúe y emita fallo, de acuerdo con las bases que establece el Concurso Provincial de Periodismo José Camellón López.

Hasta ahí todo iba muy bien. La madeja se me empezó a enredar cuando al echarle ojo a un nuevo producto lo notaba tan bueno como el anterior y se me iba eslabonando una verdadera cadena de incertidumbre en torno a cuál sí o cuál no…

Ni qué se hubieran puesto de acuerdo para volver loco al jurado.

Con ese humor que nuestro gremio lleva dentro, hubo un momento en que me dije: creo que mejor le devolveré esta muestra de materiales a Juan Antonio Borrego, director del Escambray, o a Humberto Concepción, Presidente de la Upec, para que manden otros “menos complicados”.

“Ocurrentes”, como ya dije, esos “muchachitos y muchachitas”  se empecinaron en enviar no solo trabajos aislados, sino también conjuntos de ellos (¡vaya sano oportunismo en busca de una buena oportunidad!) acerca de temas que el lector zancajea con avidez visual y no siempre encuentra en nuestros medios.

Me refiero a casos de comprobada, enjuiciada y sancionada corrupción económica en detrimento del país y del pueblo; impunidad con que cualquiera viola los precios que el Gobierno topa porque, de lo contrario, es muy difícil que alguien los pueda “topar” con su salario honrado; fisuras en la contratación y comercialización de productos agrícolas; el pantano en que se empantana el pago a músicos, sobre todo en fiestas carnavalescas, la tozudez con que algunas miradas siguen ciegas frente a un mar que adelanta predicciones de sepultar la comunidad costera que nadie quiere abandonar…

En fin, el asuntito se las trae. Porque la cantidad de premios es limitada, con las menciones hay más holgura, pero… no es lo mismo, aun cuando al final, premiados, mencionados y todo el mundo se abrace y se felicite con la fraternidad del pasado año, del inicio de siglo o de aquella puñetera década del ´90 cuando, sin mucho más que un viejo talonario de apuntes y un lápiz, nuestra gente siguió haciendo periodismo y concursando como en los mejores tiempos.

Mis más sinceras disculpas a quienes, “enredados” por ese “soltaré la lengua” imaginaron que adelantaría algo acerca de un veredicto que corresponde y solo corresponde dar a los espirituanos, en el momento en que congreguen para festejar, ahora en marzo, el Día de la Prensa Cubana.

Pero como sé que ningún dictamen puede alejarse mucho más allá de su referencia a “la notable calidad de los materiales presentados” o a “lo difícil que le resultó al jurado decidir”, quise anticiparme un poco y decirles a los lectores de Cubaperiodistas que los espirituanos han vuelto a hacer gala de su buen periodismo, por intermedio de una selección de materiales capaces de poner en agradable aprieto a cualquier jurado del país.

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